“El éxito en la guerra nunca dependió ni dependerá de la posición, ni de las municiones, ni siquiera del número. Depende del sentimiento que hay en mí, en él, en cada soldado”. Es lo que dice el príncipe Andrei en la víspera de la batalla. Lo escribió León Tolstoi en la monumental “Guerra y Paz”. Andrei está convencido de que los soldados rusos, superados en número y en armamento, que defienden su patria, derrotarán a la fuerza invasora superior dirigida por Napoleón porque los defensores tienen una mayor voluntad de lucha. Ya sabemos lo que sucedió. Las fuerzas francesas ganaron la batalla, pero perdieron tantos hombres en el combate que la invasión terminó por enterrarse en la nieve.
Pareciera que los soldados que enfrentaron a Napoleón, según el retrato de Tolstoi, tenían mayor resiliencia que sus descendientes. Los que están invadiendo ahora Ucrania muestran graves debilidades. Hay numerosos testimonios de esto. Videos de reclutas muy jóvenes tomados prisioneros que aseguran haber sido engañados, oficiales confesando que si pudieran el 90% de las tropas dejaría las armas y regresaría de inmediato a su casa, soldados que sabotearon sus propios vehículos para no seguir avanzando y otros llorando y pidiendo a sus madres que los perdonen por lo que están haciendo.
El jueves, el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenskiy, dijo que Putin envió a sus fuerzas invasoras sin una misión comprensible para ellos. “Están desmoralizados. Están abrumados porque les ordenan disparar contra civiles”, afirmó, y aconsejó a los soldados enemigos que “se vayan a casa”. El ministerio de Defensa ucraniano asegura haber “neutralizado” (matado) al menos 3.500 soldados rusos. Esta cifra puede ser una exageración, pero incluso el Kremlin admitió ayer que 498 de sus militares habían muerto y otros 1.591 habían sido heridos.
Los diarios de Londres citan una fuente de la inteligencia británica que revisó las transcripciones de conversaciones interceptadas entre los mandos rusos. Los oficiales de Putin aseguran detectar una muy baja moral en las tropas. Hablan de indisciplina y hasta un teniente confiesa haber perdido a sus hombres que escaparon cuando tenían que arremeter contra un grupo de milicianos que defendían un pueblo en el sur ucraniano, cerca de Mariupol. Una fuente del Pentágono hizo más o menos el mismo relato a un reportero del New York Times.
Ya sabemos que la primera víctima de una guerra es la verdad y es imposible comprobar si estos informes están basados en evidencias o si conforman parte de la propaganda. Pero los analistas militares no saben explicar por qué el avance ruso hacia Kiev está estancado, y por qué la clara superioridad numérica y de armamento no logró una rápida victoria. Aunque, siempre hay que desconfiar de la información que pueda estar distorsionada por la niebla que envuelve todas las guerras. Quizá la lentitud de los rusos pueda achacarse más a una mala planificación y a la inesperada intensidad de la resistencia militar y civil ucraniana que al estado de ánimo de las tropas. Pero los videos subidos a las redes sociales por muy diferentes fuentes muestran que hay soldados rusos que no parecen estar dispuestos a matar civiles y que aseguran haber sido engañados por sus superiores. Dicen que les lavaron la cabeza durante meses diciéndoles que Ucrania había sido conquistada por una camarilla nazi y que tenían que destruirla como lo hicieron sus abuelos en la Gran Guerra (que es como se conoce en Rusia a la II Guerra Mundial).
También hay que tener en cuenta que existen al menos dos tipos de soldados rusos, los profesionales con experiencia de combate en Siria y el Donbás y los nuevos reclutas que tienen apenas 18 o 19 años. Las tropas rusas que avanzan con éxito en el este y el sur del país, por ejemplo, probablemente estén mejor entrenadas y motivadas que las que están en Kiev. El 30 por ciento de las fuerzas de combate rusas está formado por reclutas poco entrenados. Estos chicos vienen escuchando en sus cuarteles la misma propaganda que el Kremlin le brinda a los demás rusos: “Esto no es una guerra, es una operación especial que debe llevarse a cabo con precisión quirúrgica. Su objetivo es liberar a la gran masa de nuestros amables hermanos ucranianos de las garras de los neonazis respaldados por Occidente, empeñados en hacer cosas viles a la Madre Rusia. Los ucranianos aclamarán su llegada. Entrad, restaurad el orden y volved a casa.” (traducción textual)
Cuando estos soldados mal entrenados y mal equipados descubren que los ucranianos los insultan en su propio idioma, los enfrentan sin armas o les disparan en lugar de saludarlos como liberadores, es fácil imaginar que podrían perder la confianza.
El video de un interrogatorio informal de unos prisioneros rusos que llegó a manos del corresponsal de The Guardian en Kiev muestra ese estupor. Cinco soldados rusos están sentados en un edificio de ladrillos. Tienen los ojos vendados. Una voz ucraniana los interroga.
“Habla”, le dice al oficial ruso del grupo. ¿Qué mensaje quiere enviar a sus soldados y a los rusos en su país? “Francamente, nos engañaron”, responde el oficial, se supone que es en referencia a los generales sentados en Moscú. “Todo lo que nos dijeron era falso. Yo les diría a mis chicos que abandonaran el territorio ucraniano. Tenemos familias e hijos. Creo que el 90% de nosotros estaría de acuerdo en volver a casa”.
Obviamente, el vídeo de tres minutos fue filmado en condiciones de coacción. Los soldados están evidentemente asustados. Sin embargo, hay numerosas entrevistas similares con cautivos rusos que han circulado por los canales de las redes sociales ucranianas, en las que se expresan sentimientos similares. En uno de esos interrogatorios también aparece la pregunta de “¿Qué le dirías a tus superiores?”. La respuesta aparece rápida y espontánea: “Son unos maricones”. Y en casi todos aparece una frase en ruso que suena así: “oni obmanuli nas” (nos engañaron).
“Algunos de ellos pensaban que estaban en ejercicios militares. No preveían la resistencia”, afirmó al Guardian, Artem Mazhulin, un profesor de inglés de 31 años de Kharkiv que fue incorporado a las milicias populares. “Muchos son reclutas nacidos en 2002 o 2003. Estamos hablando de chicos de 19 y 20 años”. Y contó que el relato de Putin sobre la realidad ucraniana viene siendo propagado desde los enclaves separatistas de Luhansk y Donetsk desde que fueron invadidos por los rusos. “Desde 2014 el gobierno ruso estuvo lavando el cerebro a su población con propaganda. Intentan hacer creer a Rusia que Ucrania no es un país real y dicen que monstruos fascistas la capturaron.” Y contó que un tío suyo había hablado con soldados rusos cuando pasaron por su casa en Kupiansk, en el noreste de Ucrania, cerca de la frontera. Los soldados les explicaron que buscaban a “banderivtsi”, o seguidores del líder nacionalista ucraniano de la segunda guerra mundial Stepan Bandera. Cuando les dijo que ya no existían los “banderivtsi” desde hacía 50 años, los soldados miraron a un joven teniente que los lideraba y todos se quedaron con la boca abierta.
Ucrania no podía perder esta oportunidad de mostrar al mundo que sus fuerzas son menores, pero que la moral del pueblo y los soldados es muy alta. El ministerio de Defensa ucraniano difundió grabaciones de jóvenes soldados a los que les entregan comida y los comunican por teléfono con sus madres, que no saben que sus hijos están luchando en Ucrania. Los chicos lloran. Las madres se retuercen de dolor. Uno de los milicianos ucranianos les pregunta “¿no crees que te están usando como carne de cañón?” Después de un momento de silencio, el chico ruso dice: “Sí, nada de esto vale la pena” y mira la cámara del celular con unos ojos de infinita desesperanzan y desconcierto. Una actitud que seguramente sería muy difícil de entender para el príncipe Andrei de la novela de Tolstoi.
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