Logró romper la barrera emocional alemana. Lo hizo el jueves pasado. “Estamos aquí muriendo por los ideales europeos. ¿Y los europeos no van a hacer nada más por nosotros?”, preguntó por videoconferencia el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, a los representantes de la Unión Europea que el jueves pasado realizaba una reunión de urgencia por la invasión rusa a ese país. El canciller alemán tuvo que aceptar que era crucial enviar toda la ayuda posible para los ucranianos. Al día siguiente, Alemania anunció que proporcionaría armas letales a la resistencia ucraniana, un cambio histórico por parte de un país que había prohibido desde la caída del nazismo el envío todo tipo de armas a zonas de conflicto. El gobierno de Berlín era el más reacio, pero tras las primeras imágenes de lo que estaba sucediendo en Kiev, todos los miembros de la Unión Europea comenzaron a ceder después de ocho años de resistencia a aceptar a Ucrania como un estado miembro.
“Este es un momento decisivo. Debemos actuar en favor de la libertad”, dijo luego la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. “Por primera vez, la UE financiará la compra y entrega de armas y otros equipos a un país que está siendo atacado”. Y el responsable de la política exterior de la UE, Josep Borrell, que estaba a su lado, agregó: “Ha caído otro tabú. El tabú de que la UE no proporcionaba armas en una guerra, sí lo estamos haciendo. ... Esta guerra requiere nuestro compromiso para apoyar al ejército ucraniano. Vamos a proporcionar incluso aviones de combate. No estamos hablando sólo de munición. Estamos proporcionando armas más importantes para ir a una guerra”.
Los 27 estados miembros acordaron entregar un paquete de apoyo bélico de 450 millones de euros y 50 millones más para los suministros de combustible y equipos de protección. “La cantidad representa el 10% de los 5.000 millones de euros asignados al Fondo Europeo para la Paz para el ciclo presupuestario 2021-2027 y “casi todo lo que podemos gastar para este año”, dijo un diplomático. Europa se había dado cuenta que tenía que hacer algo para enmendar el error de no haber aceptado a Ucrania en 2014 cuando fue invadida en la península de Crimea por Rusia que quería evitar el movimiento del entonces gobierno de Kiev hacia Occidente.
Este lunes, el presidente Zelensky redobló la apuesta. Directamente firmó oficialmente la solicitud de adhesión de Ucrania a la Unión Europea. El video lo mostró con lapicera en mano junto al primer ministro y el jefe del parlamento que también firmaron la declaración conjunta. El jefe de Estado ucraniano instó a la UE a permitir la entrada inmediata de Ucrania bajo lo que describió como un “nuevo procedimiento especial”, sobre el que no dio detalles. “Nuestro objetivo es estar con todos los europeos y, sobre todo, ser iguales”, dijo. “Estoy seguro de que es justo. Confío en que nos lo hemos merecido. Confío en que todo esto es posible”.
Evidentemente, Zelensky ya tenía un guiño de Bruselas. El sábado tuiteó que había hablado con el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel. Dijo que “es un momento crucial para cerrar la larga discusión de una vez por todas y decidir la adhesión de Ucrania a la #UE”. Michel respondió con otro tuit: “#Ucrania y su pueblo son una familia. Más apoyo concreto en camino”. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, declaró el domingo a Euronews que Ucrania es “uno de los nuestros y los queremos dentro” de la Unión Europea. Aunque advirtió que el proceso no puede tener una resolución inmediata.
Ucrania no está reconocida actualmente como un candidato oficial a la adhesión a la UE, aunque forma parte de un acuerdo de asociación con la unión en el que ambas partes acordaron alinear sus economías en ciertas áreas y profundizar en los lazos políticos desde 2017. Un país sólo puede presentar su solicitud cuando cumple ciertas condiciones, como tener una economía de libre mercado y una democracia estable y aceptar toda la legislación de la UE, así como el euro como su moneda. Entonces presenta su solicitud al Consejo, que pide a la Comisión que evalúe la capacidad del país para cumplir con esos criterios. Si la evaluación de la Comisión es favorable, el Consejo debe acordar por unanimidad un marco formal para las negociaciones, que tienen lugar entonces entre los ministros y embajadores de los gobiernos de la UE y el país candidato. “Debido al enorme volumen de normas y reglamentos de la UE que cada país candidato debe adoptar como legislación nacional, las negociaciones tardan en completarse”, explica el reglamento como si hiciera falta.
Cinco países están actualmente en proceso de integrar la legislación de la UE en su derecho nacional: Albania, Montenegro, Macedonia del Norte, Serbia y Turquía. Otros dos -Kosovo y Bosnia y Herzegovina- están clasificados como “candidatos potenciales” porque aún no cumplen los criterios para solicitar la adhesión. El presidente delConsejo Europeo, Michel, admitió ayer a la agencia AFP que había desacuerdos entre los 27 estados miembros sobre la ampliación del bloque y sobre la conveniencia de aceptar la petición ucraniana en este momento.
Claro que no hay que descartar el factor emocional de esta guerra que ya logró cambios extraordinarios. Suiza, que había sido neutral en todo tipo de conflictos desde 1815, decidió romper con esa tradición al anunciar que adoptaría las sanciones tomadas por la Unión Europea contra rusos que participen en la guerra de Ucrania y congelar sus cuentas bancarias. Incluidos Vladimir Putin y su canciller, Sergei Labrov. En Alemania, los parlamentarios reaccionaron con estupor, cuando el canciller Olaf Scholz, que reemplazó a Angela Merkel en diciembre, no sólo anunció una ayuda bélica a Ucrania sino que dijo que va a destinar 113.000 millones de euros adicionales para financiar al ejército alemán. Algo impensable hasta hace unos pocos días atrás. Al otro lado del mar báltico, Suecia también se comprometió a transferir material bélico al país invadido. Hasta ahora, las regulaciones suecas impedían la exportación de armas a países en guerra.
En este contexto, no se puede descartar que el largo proceso que la burocracia impone a los que quieren entrar en la UE de golpe se transforme de una cuestión de años a una cuestión de meses.
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