La batalla por Kiev que comenzó este viernes trajo una inquietante novedad. Hay numerosos reportes de comandos de las fuerzas especiales rusas, los spetsnaz, moviéndose por Kiev detrás de las líneas de defensa ucranianas. Posiblemente son “células dormidas” que se introdujeron en la capital ucraniana días antes de la invasión. Y los analistas militares coinciden en que por el movimiento de esos comandos y el resto de las tropas, que se encuentran a apenas unos pocos kilómetros de la histórica plaza de Maidán y la sede del gobierno ucraniano, el objetivo principal de la ofensiva en este momento es quebrar el comando y control militar ucraniano, así como eliminar al presidente Zeleansky y su entorno político. Un grupo de espías y saboteadores rusos fue visto en un distrito a unos 5 km al norte del centro de la ciudad. Un video publicado en Internet por un asesor del Ministerio del Interior ucraniano mostraba aparentemente a saboteadores rusos muertos que habían capturado vehículos militares ucranianos y cambiado de uniforme. Algo parecido sucedió el jueves cuando un equipo de la CNN se encontró de golpe en el distrito de Obolonskiy con una unidad de combatiente rusos que estaban sin las insignias en el uniforme. El corresponsal tuvo que preguntar a qué bando pertenecían. Y un video que circula en las redes mostró el asalto de las temidas Spetsnaz al edificio de la inteligencia ucraniana, la SBU, en la ciudad de Melitopol, en el sur.
El grueso de las fuerzas rusas que avanzan desde el norte todavía están a unos 30 kilómetros de Kiev esperando la orden de comenzar un bombardeo de limpieza antes de que entren las tropas terrestres. Se calcula que unos 50.000 de los aproximadamente 160.000 soldados que Rusia había reunido a lo largo de la frontera ucraniana ya entraron en el país asediado.
Konrad Muzyka, un analista militar de la consultora especializada Rochan, dijo a un grupo de corresponsales que “la situación parece grave en este momento”, especialmente en lo que respecta a Kiev. “Parece que el objetivo principal es tomar Kiev, romper el C2 (mando y control) y ‘decapitar’ a los dirigentes políticos”. El presidente Volodymyr Zelenskyy lo había denunciado esta misma madrugada. Dijo que él era el primer objetivo a “eliminar” y el segundo, su familia. En un giro aún más dramático, unas horas más tarde se comunicó con algunos de sus pares europeos y se despidió diciendo “es posible que ésta sea la última vez que escuchen mi voz”.
La presencia de los comandos y un nutrido intercambio de disparos también se registraron en las inmediaciones de la histórica catedral de Santa Sofía, un extraordinario conjunto arquitectónico terminado en 1057 y ubicado cerca del centro histórico. Tuvo como modelo otro centro religioso similar de Nóvgorod, con 13 cúpulas de roble. Yaroslav I, el Sabio, decidió imitarla en piedra y levantarla en la capital del entonces denominado Rus de Kiev como un signo de gratitud a los ciudadanos de Nóvgorod, irónicamente ahora una de las más importantes ciudades rusas, que le habían ayudado a asegurar el trono en 1019. Intelectuales de todo el mundo pidieron a través de las redes sociales que las fuerzas rusas se alejen de ese Patrimonio Mundial de la UNESCO y lo preserven de los combates.
Durante la noche, las fuerzas rusas lanzaron misiles contra unidades militares y de la policía, así como varios ministerios cerca del centro histórico. El canciller Dmytro Kuleba envió este mensaje por Twitter: “Horribles ataques rusos con cohetes sobre Kiev. La última vez que nuestra capital vivió algo así fue en 1941, cuando fue atacada por la Alemania nazi.”
El ex presidente ucraniano, Petro Poroshenko, que llegó al poder en 2014, inmediatamente después de la invasión rusa a la península de Crimea, se puso al frente de un grupo importante de milicianos, algunos sus ex guardaespaldas y otros sus simples vecinos. En el momento en que se acercaron algunos corresponsales para hablar con él sobrevino otro ataque con misiles. Fue cuando estalló Poroshenko ante las cámaras: “Simplemente está loco, simplemente está loco.... para venir aquí y matar a los ucranianos”. Obviamente, se refería a Putin.
En el sur del país, sobre los mares Negro y de Azov, se lanzó paralelamente un desembarco de marines rusos. “Se está llevando a cabo un asalto anfibio al oeste en el Mar de Azov, en el distrito de Mariupol, y las indicaciones son ahora mismo que están poniendo potencialmente miles de efectivos de la infantería naval en tierra allí”, informó una fuente militar estadounidense a los periodistas acreditados en el Pentágono. Se sabía que al menos 10 buques de desembarco de la clase Ropucha estaban anclados frente a las costas ucranianas. Cada uno de ellos puede transportar 10 carros de combate y unos 340 soldados. El desembarco comenzó cerca de la ciudad portuaria de Mariupol en la región de Donetsk al mediodía del viernes.
Las informaciones sobre lo que está sucediendo en esa zona son disputadas. El Ministerio de Defensa ucraniano dijo que “nuestras fuerzas han tomado el control total” de Mariupol, así como de Shchastia, una ciudad y región del interior de la región de Luhansk. Añadió que “al menos seis aviones, dos helicópteros y decenas de vehículos blindados enemigos han sido destruidos”. Unas horas antes, el mismo ministerio había dado un detallado informe diciendo que el ejército ucraniano había destruido o tomado 80 tanques, 516 carros de asalto, 10 aviones y provocado la baja de 2.800 soldados rusos. Cifras difíciles de comprobar y que parecieran estar alejadas de la realidad.
En tanto, desde el aire, Estados Unidos sigue los acontecimientos al detalle. Tres décadas después de su primera misión, uno de los aviones espía estadounidenses estrella está rastreando a las fuerzas rusas. El E-8C Joint Surveillance Target Attack Radar System, o JSTARS, hizo su carrera volando en misiones similares desde la Tormenta del Desierto en el Golfo Pérsico hasta las guerras de Irak y Afganistán. Pero en los últimos meses, el avión voló varias horas al día sobre la línea fronteriza ucraniano-rusa. “Fue diseñado en respuesta a la amenaza soviética en Europa del Este, casi exactamente lo que está ocurriendo ahora”, explicó un oficial de la Fuerza Aérea al sitio Defense One. El Boeing 707, no armado y muy modificado, utiliza su radar montado en la panza para vigilar un área de casi 32.000 kilómetros cuadrados. Su tripulación, compuesta por comandantes de la Fuerza Aérea y del Ejército, analiza y procesa las imágenes del radar, que luego se envían a los analistas del Pentágono. Pero la información no queda allí. Estos datos cruciales se convirtieron en una de las “armas” más apreciadas por los comandantes ucranianos que los reciben casi en tiempo real.
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