Putin y Biden movieron sus piezas: hasta dónde pueden llegar

Las tropas rusas se preparan para invadir el resto de dos provincias ucranianas. Estados Unidos y Europa anunciaron severas sanciones económicas contra el Kremlin. Se canceló la última oportunidad por la paz que era una cumbre de los cancilleres ruso y estadounidense

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El presidente estadounidense, Joe Biden, junto a su par ruso, Vladimir Putin, en la cumbre realizada en Ginebra en 2021. Kevin Lamarque/Reuters.
El presidente estadounidense, Joe Biden, junto a su par ruso, Vladimir Putin, en la cumbre realizada en Ginebra en 2021. Kevin Lamarque/Reuters.

El cielo de Moscú se iluminó apenas terminó el discurso del presidente Joe Biden en el que anunció duras sanciones económicas contra Rusia y puntualmente contra Vladimir Putin y su entorno. Eran fuegos artificiales. Festejaron como un triunfo el mensaje bélico pronunciado desde la Casa Blanca. En la particular concepción del mundo que tiene el Kremlin, la invasión a los territorios separatistas de Ucrania significa una derrota para Estados Unidos y las sanciones que se le imponen, un motivo de burla y regocijo.

Después de los anuncios de otras penalidades económicas decretadas por la Unión Europea y el Reino Unido, Biden apareció el principal salón del Ala Este de la Casa Blanca para hablar con un lenguaje guerrero, de una dureza nada habitual en él. Dijo que ya había comenzado una nueva invasión rusa a Ucrania y que ese movimiento militar no tenía ninguna justificación. Rechazó de plano la visión expuesta el día anterior por Putin, que niega la existencia misma de una patria ucraniana, y aseguró que su par ruso reescribió la historia con un relato sin sentido. “Esta es una flagrante violación de las leyes internacionales y demanda una firme respuesta de la comunidad internacional”, dijo. Y anunció el “bloqueo total” de las dos instituciones financieras más importantes de Rusia. El paquete que se detalló más tarde incluye una severa limitación de las transacciones financieras con los principales bancos rusos; la restricción de la venta de tecnologías necesarias para las industrias rusas; el cierre del gasoducto Nord Stream 2; y sanciones personales contra Putin y su entorno.

Biden también advirtió a los estadounidenses que “vamos a tener costos”. Se refirió a la posibilidad de que el conflicto haga subir los precios del petróleo. El Brent llegó ya a los 100 dólares por barril, el precio más alto de los últimos siete años. Abrió el paraguas ante el hecho de que sus compatriotas tendrán que pagar más cuando carguen de combustible sus autos. Algo que los estadounidenses nunca le perdonaron a ningún presidente.

Biden anunció una primera batería de duras sanciones contra Rusia y, particularmente, Vladimir Putin y su entorno. REUTERS/Kevin Lamarque
Biden anunció una primera batería de duras sanciones contra Rusia y, particularmente, Vladimir Putin y su entorno. REUTERS/Kevin Lamarque

Putin ya había movido una de sus principales piezas al ordenar la entrada de las tropas rusas a los enclaves secesionistas, reconocidos por él unas horas antes como países independientes, de las autodenominadas República Popular de Luhansk y República Popular de Donetsk. Y como si lo necesitara, la Duma, el parlamento ruso, le dio un cheque en blanco para seguir avanzando con las tropas hasta donde lo considere. Poco antes había protagonizado un coreografiado reality televisivo en el que los miembros de su Consejo de Seguridad lanzaban argumentos destinados a convencer a los rusos de que estaban siendo arrastrados a un conflicto impuesto por los nacionalistas ucranianos y manipulado por Estados Unidos y la OTAN. “El elaborado y agraviante riff de Putin sobre la historia soviético-ucraniana fue otro esfuerzo para persuadir a los rusos de que su nación tiene una legítima reclamación histórica sobre Ucrania, un tema que se ha convertido en una especie de obsesión para el presidente ruso”, dijo el New York Times en un editorial. Se refería al argumento expuesto por el ruso de que Ucrania fue creada por Lenin, el fundador del Estado soviético, para apoyar la causa bolchevique. Eso supuestamente demuestra que Ucrania no es de alguna manera un estado real y desconoce el hecho de que la mayoría de los países se formaron tras la caída de imperios.

De esa manera, Putin quitó entidad a un territorio que de acuerdo a su concepción es “parte indisoluble” de la “Madre Rusia”. El presidente ruso reclama la totalidad de los oblasts, o provincias, de Donetsk y Luhansk como pertenecientes a las “repúblicas populares”, y no sólo los enclaves ahora controlados por los separatistas. Este es el argumento que le puede dar vía libre para avanzar con sus tropas por el resto del territorio de esas provincias que hasta ahora están en manos del ejército ucraniano. También le permitiría, en cuestión de horas, tomar dos ciudades ucranianas importantes, el puerto de Mariupol, en el Mar de Azov, que tiene 500.000 habitantes, y la ciudad industrial de Kramatorsk, con 200.000 habitantes y decenas de fábricas de electromecánica, incluida la alemana Fuhrländer AG.

La carretera de entrada al estratégico puerto de Mariupol, en la costa del Mar de Azov, Ucrania, que es uno de los primeros objetivos de las fuerzas rusas. Reuters/Archivo.
La carretera de entrada al estratégico puerto de Mariupol, en la costa del Mar de Azov, Ucrania, que es uno de los primeros objetivos de las fuerzas rusas. Reuters/Archivo.

Los últimos movimientos parecieran indicar que esa será la próxima jugada de Putin: hacerse con el control de las dos provincias ucranianas del Este que tienen mayor influencia cultural rusa desde que el dictador Josef Stalin provocó una terrible hambruna que mató a millones de personas y luego envió allí a eslavos rusos para quitarle su identidad y cualquier esbozo independentista. Si logra este cometido –con el poder de fuego que acumuló en la frontera será un objetivo fácil de conseguir para sus soldados- habrá logrado plantar su bandera en una región estratégica que se suma a la ya anexionada península de Crimea. Algo que seguramente va a ser muy apreciados por los nacionalistas rusos y los nostálgicos de la Unión Soviética que lo apoyan. Volverán a lanzar fuegos artificiales en Moscú.

Este movimiento en dos tiempos, es lo que hizo que Biden y la Unión Europea se guardaran algunas sanciones en la manga para imponerlas si las tropas rusas logran su nuevo objetivo. Incluso, Estados Unidos había dejado abierta una pequeña puerta trasera para una última ronda diplomática. Pero la prevista cumbre del jueves en Ginebra entre el secretario de Estado, Antony Blinken, y el veterano canciller ruso, Serguei Lavrov fue cancelada porque “ya comenzó la invasión rusa”. No había ningún optimismo ni en Moscú ni en Washington de lograr un acuerdo de paz, pero podría haber generado alguna salida temporaria digna para todas las partes.

El avance de un tanque ruso en la región ucraniana de Donetsk tomada por los separatistas pro-rusos. REUTERS/Alexander Ermochenko
El avance de un tanque ruso en la región ucraniana de Donetsk tomada por los separatistas pro-rusos. REUTERS/Alexander Ermochenko

Que todo esto esté ocurriendo en Europa en 2022, casi ocho décadas después del fin de la Segunda Guerra Mundial y más de tres décadas desde el colapso de la Unión Soviética, es asombroso. Aunque era inevitable que un vasto imperio como la Unión Soviética no se derrumbara sin conflictos, y éstos estallaron en Asia Central, el Cáucaso y Europa -incluida la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014 y la consecuente guerra separatista en Luhansk y Donetsk-, la idea de una invasión de un territorio soberano en Europa mediante una guerra a gran escala era algo que no parecía posible. Los complejos de Putin hicieron realidad lo impensable. Desde hace años se siente agraviado personalmente por las revelaciones sobre su autoritarismo y corrupción, así como la supuesta poca importancia que le da Occidente. Y está convencido de que la invasión de Ucrania le dará un mayor poder interno y externo.

Ante este análisis psicológico que realizan las agencias de inteligencia estadounidenses es que Biden intentó no provocar una reacción mayor de Putin con sanciones extremas o incluso la intervención militar como le piden los halcones de la oposición republicana en el Congreso. El cataclismo que se produciría en Ucrania y Europa en caso de una invasión total justifica cualquier movimiento diplomático de última hora. Incluso, cuando el rugido de los cañones esté tapando el dulce canto de la paz, como está ocurriendo en este momento.

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