Beijing-Moscú frente a Washington-Berlín: dos alianzas con distintos objetivos y convicciones pugnan por el nuevo poder mundial

El acercamiento de Xi Jinping a Vladimir Putin preocupa a Estados Unidos y sus aliados. Las reuniones paralelas entre líderes mundiales en los últimos días

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El presidente ruso Vladimir Putin junto a su par chino Xi Jinping (Reuters)
El presidente ruso Vladimir Putin junto a su par chino Xi Jinping (Reuters)

Previamente a la visita del presidente argentino Alberto Fernández y su comitiva a China, el presidente del Partido Comunista Chino, Xi Jinping, se había reunido con el presidente ruso, Vladimir Putin. Pocos medios dieron cuenta de la noticia con escasa cobertura, aunque varias agencias europeas e incluso estadounidenses le restaron importancia geopolítica y enfocaron esa reunión en el marco de la apertura de los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing. Esa reunión dejó claro que en el escenario geopolítico actual, tanto Putin como Xi Jinping son parte fundamental en la conformación del liderazgo de un frente anti-estadounidense. Los dos líderes hablaron extensamente, tomaron las fotografías de rigor y dieron a conocer un documento breve expresando una declaración conjunta con la intención de mostrar fortalecida su alianza y sus relaciones actuales. El encuentro mostró que una nueva ecuación global está en marcha.

Unos días después, el presidente Joe Biden se reunió con el nuevo canciller alemán, Olaf Scholz. El evento dio lugar a una conferencia de prensa de la Casa Blanca que expresó su satisfacción por la reunión de ambos líderes. Sin embargo, una fuente estadounidense cercana a la Casa Blanca consultada por Infobae indicó que la reunión entre Scholz y Biden mostró varios desacuerdos entre Berlín y Washington a pesar que trataron de disimularse, pero las diferencias entre ambos líderes expresaron la grieta existente entre ellos en materia de la crisis de Ucrania.

La comitiva que viajó a Alemania trató de encontrar diferencias entre Beijing y Moscú después de la declaración conjunta de los juegos Olímpicos de invierno entre China y Rusia, no obstante, el documento dado a conocer por funcionarios de la administración Biden no mencionó en ningún momento y lugar la palabra Ucrania y continúa pensando que China no está convencida de apoyar a Rusia en Naciones Unidas en referencia de la crisis ucraniana.

Sin embargo, lo que no se mencionó es que la declaración chino-rusa sí incluyó con toda claridad su oposición a una mayor ampliación de la OTAN; principalmente en el punto referido a incluir a Ucrania, lo cual es un tema central en cualquier conversación con los rusos; tanto igual a varias otras exigencias en un amplio listado de Moscú que fue rechazado el 06 de febrero por Washington.

Por otra parte, la declaración conjunta Chino-Rusa es muy clara e incluye su firme oposición a la independencia de Taiwán, esto configura una posición inflexible de Beijing que ya hizo saber a Washington que tal punto está fuera de cualquier negociación posible hoy y que también lo estará en el futuro. La declaración conjunta entre Moscú y Beijing también puso el foco de forma inamovible en su oposición a las sanciones unilaterales, algo que se ha convertido en el instrumento favorito de la administración del presidente Joe Biden en materia de asuntos internacionales.

Joe Biden (REUTERS/Tom Brenner)
Joe Biden (REUTERS/Tom Brenner)

Por su parte, Moscú apoyó de forma completa la iniciativa china basada en las Naciones Unidas para incorporar a los objetivos de desarrollo global de la ONU el programa de préstamos de Beijing conocido como la ruta de la seda o la ruta económica.

Frente a la prensa, ni Biden ni Scholz han expresado prolija y ordenadamente los puntos de acuerdos que supuestamente habían dado lugar a su unidad en una declaración de ambos. No obstante, celebraron el compromiso mutuo al que llamaron “la gran alianza”. Sin embargo, ello no evitó los cuestionamientos de los sectores políticos opositores de ambos líderes.

Las críticas más fuertes hacia el esfuerzo por mostrar la publicitada alianza entre Biden y Scholz remiten a que los rusos están a la ofensiva en lo político y preparados para acciones militares de ser necesarias; lo cual produjo la apertura de un escenario de profunda desestabilización en la economía y la política de Ucrania, la que fue paralizada en materia de decisiones. Tampoco se cree que los miembros de la OTAN se preocupen por un papel relevante ante la crisis y, por supuesto, que los alemanes hagan más que cerrar su tramo de gasoducto si hay una escalada de acciones militares concretas, es decir una invasión militar de Moscú que de lugar a una guerra, por breve que sea.

El proyecto del gasoducto ruso-alemán (Nord Stream 2), que se terminó pero no ha comenzado a funcionar en toda su capacidad para enviar gas ruso a Alemania y Europa ha estado en el centro de las preocupaciones de la conferencia de prensa post-reunión entre Biden y Scholz. Las palabras de Biden sobre una escalada militar que pueda ordenar Putin han dejado poco margen de diálogo para la negociación. El presidente estadounidense declaró que si Rusia invade, eso no será solamente el equivalente a que sus tanques crucen la frontera ucraniana e ingresen en dirección de Kiev, sino que una acción de tal naturaleza será el equivalente a que no habrá más Nord Stream 2 para Moscú.

Aunque no se brindaron detalles de respuesta o planes de contingencia ante la eventual acción rusa y Biden se negó a hablar sobre esos detalles, el presidente se dirigió a Vladimir Putin diciendo: “Te prometo que podemos y vamos a hacerlo, tendrás nuestra respuesta si no te comportas de buena manera con Ucrania”.

Por el lado alemán, Scholz esquivó preguntas en ese punto y declaró que Alemania estará unida con Washington y Europa Occidental, “trabajamos y actuaremos juntos de ser necesario”, pero nunca nombró a Nord Stream 2, sino que desarrolló una dialéctica en la que se interpretó que hay grandes posibilidades de un futuro sin gas, y finalizó su declaración indicando que las necesidades de calefacción de Alemania se pueden cubrir con hidrógeno.

El alemán Olaf Scholz (EUTERS/Michele Tantussi)
El alemán Olaf Scholz (EUTERS/Michele Tantussi)

El desacuerdo de parte de Alemania por apoyar cualquier sanción firme contra Rusia es considerado débil e insustancial por los Republicanos en el Congreso estadounidense. En un documento dado a conocer por el bloque a la cadena Fox esta semana, señalaron: “Podemos ayudar a Alemania a resolver su dependencia energética de Rusia y apoyar sus necesidades si se acerca a Estados Unidos y a nuestros socios”, al mismo tiempo, señalaron que la crisis entre Moscú y Kiev no puede durar eternamente y que es un imperativo actuar contra Rusia antes y no después que haya invadido Ucrania.

No obstante, la administración Biden y Berlín no están de acuerdo en realizar ningún movimiento relevante que pueda irritar o poner un límite a Putin antes de una invasión. Eso sucede en gran parte debido a la posición del presidente Biden, pero ello tampoco es visto con malos ojos por Alemania, que parece sentirse cómoda en la misma posición estadounidense.

Así las cosas mientras el líder alemán y el presidente Biden se reunían en Washington, el presidente Macron voló a Moscú, donde conversó durante varias horas con Putin. A pesar de eso, la reunión Putin-Macron no produjo ninguna declaración pública y tanto Europa como Estados Unidos continúan apostando por una solución diplomática que parece difícil de alcanzar en la crisis ucraniana cuando Rusia está en condiciones de lanzar una invasión en las próximas horas, según informes de la inteligencia estadounidense.

Mientras esto sucede, las complejidades de los avances de la alianza estratégica entre China y Rusia no se ciñe sólo a los temas de Taiwán y de Ucrania. En materia de armamento, el Pentágono dispone de información concreta sobre el avance de ambos países en lo inherente a su programa de armas hipersónicas; aunque de momento no hubo una respuesta contundente para neutralizar la carrera armamentista de Beijing y Moscú; con lo que puede pensarse que Washington estaría dispuesto a correr el riesgo de entregar esa ventaja a sus adversarios.

Las agencias de seguridad estadounidenses saben que China como Rusia realizaron pruebas de misiles hipersónicos. La prueba del misil crucero hipersónico de propulsión y ojiva nuclear de Moscú se llevó a cabo en julio de 2021 en la isla Novaya, en el Ártico Norte. En tanto el gobierno chino realizó una prueba de su misil balístico-hipersónico que sobrevoló la órbita terrestre en lo que fue el primer ejercicio armamentístico de esa naturaleza realizado por país alguno en la comunidad internacional. Sin embargo, la administración Biden, los organismos de control de armas y los medios de prensa ignoraron la importancia y el grave peligro de estas pruebas. El ejercicio militar ruso se minimizó rechazándolo por los daños que pudo ocasionar al medio ambiente; en tanto que la prueba china fue descartada por el presidente estadounidense siendo definida con un lacónico “nada nuevo” y relacionándola incomprensiblemente con la era de la guerra fría.

En este escenario, mientras el anfitrión Xi Jinping recibió en Beijing a Vladimir Putin y los temas que abordaron demostraron la fortaleza de su alianza en el objetivo de desplazar y heredar la supremacía de Estados Unidos en los asuntos políticos y económicos mundiales; en Washington, el presidente estadounidense y su visitante-invitado alemán demostraron por qué sus adversarios creen que el logro de sus objetivos es posible.

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