Al menos 100.000 “vuelos fantasmas” podrían volar a través de Europa este invierno debido a las reglas de uso de las franjas horarias de los aeropuertos de la UE, afirma Greenpeace.
La ONG pro medio ambiente señala que estos vuelos abandonados, innecesarios o no rentables están destinados a permitir que las aerolíneas mantengan sus derechos de pista de despegue y aterrizaje en los principales aeropuertos.
Una decisión de las aerolíneas que podría generar hasta 2,1 millones de toneladas de emisiones de gases de efecto invernadero, el equivalente a la huella de carbono anual promedio que generan 1,4 millones de automóviles de gasolina o diésel.
“La Comisión de la UE que exige a las aerolíneas que vuelen aviones vacíos para cumplir con una cuota arbitraria no solo es contaminante, sino extremadamente hipócrita dada su retórica climática”, dijo a The Guardian Herwig Schuster, portavoz de la campaña Movilidad Europea para Todos de Greenpeace.
“Las emisiones del transporte se están disparando”, dijo. “Sería irresponsable por parte de la UE no aceptar la fruta madura de poner fin a los vuelos fantasma y prohibir los vuelos de corta distancia donde hay una conexión de tren razonable”.
Cuando comenzó la pandemia de Covid, la Comisión Europea recortó el punto de referencia para las operaciones de vuelo que las aerolíneas deben cumplir para mantener sus franjas horarias abiertas del 80% al 25% .
Pero en diciembre pasado, Bruselas elevó el índice de referencia al 50 %, y volvió a subir al 64 % en marzo.
Para cumplir con estas cuotas las aerolíneas están tomando la decisión de realizar los llamados “vuelos fantasma”, o “vuelos adicionales e innecesarios”, como lo reconoció el CEO de Lufthansa, Carsten Spohr, una aerolínea que podría tener que realizar unos 18 mil vuelos de este tipo para cumplir con las reglas modificadas.
Un portavoz de Lufthansa dijo que entre enero y marzo de 2021, solo el 45% de sus vuelos estaban completos.
El otro 5%, o 18.000 vuelos, “los definimos como innecesarios”, agregó el vocero a The Guardian. “Si no nos arriesgáramos a perder slots en ciertos aeropuertos de Europa, probablemente los hubiéramos cancelado y los hubiéramos juntado con otros vuelos existentes”.
Greenpeace aplicó la proporción de vuelos fantasma de Lufthansa a otras aerolíneas europeas basándose en la cuota de mercado del 17% de la aerolínea alemana, utilizando una estimación conservadora de 20 toneladas de emisiones de gases de efecto invernadero por vuelo.
La investigación asumió un tiempo de vuelo promedio de 90 minutos en un avión de 200 plazas, en una distancia de 800 a 1000 km.
Tim Johnson, director de la Aviation Environment Federation, dijo que las suposiciones de Greenpeace eran “acertadas”.
“Parece un ejemplo de desperdicio en la industria y creo que la gente se sorprenderá por la escala”, dijo. “Insinúa un problema real de que las aerolíneas se ven obligadas a operar vuelos vacíos o con muy poca ocupación para mantener sus franjas horarias”.
Los eurodiputados socialistas en el parlamento europeo han exigido respuestas sobre el problema, y Greta Thunberg, la líder de la huelga climática, tuiteó sarcásticamente que “la UE seguramente está en modo de emergencia climática”.
La Comisión Europea niega que las compañías aéreas estén operando vuelos fantasma, o que sus reglas de franjas horarias de “úsalo o piérdelo” hayan creado problemas.
“Los vuelos vacíos son malos para la economía y el medio ambiente, razón por la cual tomamos varias medidas que permiten a las empresas no tener esos vuelos vacíos. Si las compañías aéreas deciden mantener los vuelos vacíos, es una decisión de la empresa, que no es el resultado de las normas de la UE”, dijo un portavoz de la comisión.
Bruselas argumenta que ya ha recortado los requisitos de franjas horarias y que las aerolíneas pueden solicitar que incluso se suspendan si los vuelos se ven interrumpidos por “medidas sanitarias severas”, como las nuevas restricciones de viaje del gobierno.
El debate está servido pero el problema persiste y mientras lo haga cientos de “vuelos fantasma” seguirán despegando durante todo el invierno, haciendo que los costos ambientales de volar sean aún más graves, pues ahora son innecesarios.
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