“Encausar el proceso político negativo que amenaza al Líbano con su desintegración exigirá mucho más que la unificación de ciertos consensos y acuerdos en una mesa de negociaciones que incluya la totalidad de los actores en la crisis que transita el país de los Cedros”. Con esas palabras definía el mes pasado el presidente francés, Emmanuel Macron, la gravedad de la crisis del pequeño estado que alguna vez fué llamado la Suiza de Oriente Medio.
Sin embargo, en materia económica y política los problemas parecen profundizarse día a día, la vapuleada moneda libanesa fue vaciada de cualquier expectativa de credibilidad sobre su salud futura. La libra no parece recuperarse y continúa derrumbándose al infinito frente al dólar estadounidense a pesar de que ésta semana se anunció la decisión de los dos partidos políticos chiítas más poderosos del Líbano -Hezbollah (Partido de Dios) y Amal (Esperanza)- de regresar al gobierno y cesar su boicot de los últimos tres meses al gobierno del primer ministro sunita Najib Mikati.
Ambas organizaciones que representan el poder de Irán dieron a conocer su voluntad de poner fin al boicot que durante 90 días debilitó a un gobierno ya carente de confianza de parte de la ciudadanía. Los representantes de ambas agrupaciones pro-iraníes regresaron a las sesiones del gabinete después de haber paralizando por completo al gobierno por ese periodo de tiempo. Sin embargo, la noticia no alcanzo para frenar la imparable suba en la cotización del dólar estadounidenses que ha oscilado esta semana entre las 28.000 y 30.000 libras libanesas por unidad en el mercado negro.
Del mismo modo, durante varias semanas los ciudadanos libaneses soportaron la profundización de una devaluación sin precedentes en sus ahorros junto a un corralito bancario que limitó las extracciones de dinero de los cajeros de los bancos. No obstante, los aumentos de la libra ya no sorprenden a los libaneses que se han acostumbrado a la hiperinflación que disparó los precios de medicamentos y alimentos a valores de entre 300 y 400%. La ciudadanía está resignada a la paupérrima situación económica, al faltante de energía eléctrica, de gas y combustible; pero más allá de estas miserias los libaneses desean ver el fin de la agitación política que sustenta la crísis económica del país arrastrándolo a la zona roja del enfrentamiento sectario.
Los tres meses de boicot al que los parlamentarios de Hezbollah y Amal sometieron al gobierno bloquearon cualquier posibilidad de avance en reuniones y conversaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), postergando así la posibilidad de una negociación que aporte asistencia financiera de imperiosa necesidad para la reactivación del país.
A principios de diciembre del año pasado el FMI, a instancias de gestiones realizadas por el presidente francés Emmanuel Macron, había enviado un documento en el que solicitaba una serie de puntos necesarios que Beirut debía cumplimentar para recibir ayuda de forma urgente; entre esos puntos se destacaba un plan de reforma económica que incluía la reducción de su déficit fiscal, a ello se agregaba la petición del organismo de crédito de recortar gastos innecesarios en la administración pública y a mejorar su recaudación de impuestos. Estos puntos básicos formaban parte de un paquete de medidas especiales para que Líbano pudiera acogerse a una ayuda de urgencia con la finalidad de salir del ahogo financiero actual. Sin embargo, Hezbollah y Amal, quienes encarnan los sectores pro-iraníes más radicales de la política libanesa se opusieron a ese pedido del organismo de préstamo internacional y todo quedo en la nada, al tiempo que la crísis económica y social se profundizo dramáticamente.
Esta semana, varias ONG´s locales de ayuda humanitaria están efectuando llamados desesperados al presidente Macron ante la necesidad extrema de ayuda urgente. Las estadísticas elaboradas por esas organizaciones no gubernamentales indican que en el último año el 80% de los ciudadanos libaneses han caído por debajo del umbral de la pobreza y el 60% de ese 80, transita graves problemas de acceso a los alimentos y no dispone de servicios básicos esenciales como electricidad, gas, combustible, agua o internet.
Las denuncias de las ONG´s aseveran que la corrupción generalizada y la malversación de fondos públicos que por décadas se ha hecho presente por parte de funcionarios de los sucesivos gobiernos ha llevado al país a la ruina económica y a la frontera de su desintegración social. En esa dirección, en septiembre del año pasado, el Banco Mundial advirtió reiteradamente que la situación del Líbano configuraba una de las peores crisis económicas provocadas por el hombre en la historia de la humanidad.
El Fondo Monetario Internacional y otros organismos de crédito supranacionales han expresado que, si bien la crísis es profundamente económica y ha llegado a límites gravísimos en materia de carencia de flujo eléctrico, combustibles y alimentos básicos, estos aspectos pueden ser resueltos favorablemente en menos de 60 días en la medida que se destrabe el núcleo del problema y el estancamiento político institucional creado por Irán a través de Hezbollah y su aliado Amal, quienes han socavado las instituciones del estado libanés como también al Banco Nacional del Líbano, vaciando sus arcas por los últimos 10 años con la ayuda de sus funcionarios y directivos, muchos de los cuales deberían estar sometidos a procesos judiciales y detenidos por fraude y malversación de fondos estatales, pero no lo están por contar con la protección de ambas organizaciones e incluso por sectores ligados a la presidencia del país.
En el presente no hay demasiado optimismo de la comunidad internacional y organismos de crédito sobre el futuro inmediato del país. El mayor problema es que como estructura militar, Hezbollah triplica el poder del propio ejército libanés, por lo que es la fuerza armada ocupante del país a nombre de la Guardia Revolucionaria de Irán, y como organización política militante es el representante del régimen iraní en todo el territorio del país.
Tanto Hezbollah como Amal han mantenido al Líbano como rehén de las demandas de Teherán, forzándolo a alejarse de Occidente y de los países árabes sunitas liderados por Arabia Saudita. Así, los dos partidos-milicias chiítas y sus líderes, Hassan Nasrallah (Hezbollah) y Nabih Berri (Amal), han establecido un estado paralelo dentro del estado legal libanés con una economía separada y respaldada por Irán a través de la fuerza de sus milicias, las que socavaron la legalidad del gobierno libanés mediante el uso de la fuerza, la coerción y el chantaje.
En declaraciones recientes publicadas por la prensa de Riad, Walid Bukhari, el embajador saudita en Beirut, ha criticado el daño que Hezbollah y Amal causaron a los libaneses y al desarrollo del país con su bloqueo al parlamento colocando al estado y sus instituciones al limite de la desintegración como quedó demostrado de forma palmaria al estancar la gobernabilidad en los tres meses de su boicot retirando a sus representantes del parlamento, además de ejercer presión de forma abierta para lesionar e interrumpir las buenas relaciones históricas entre el Líbano y el Reino saudita.
El interrogante que varios analistas y la prensa internacional aún no ha respondido en sus editoriales y análisis es cuál ha sido la finalidad de ese boicot de Hezbollah y su socio Amal. La respuesta es que a ambas agrupaciones representantes de Irán solo les interesa la impunidad de sus crímenes y declararon tal boicot al gobierno del primer ministro Najib Mikati en rechazo y protesta a la investigación independiente que realizada el Juez Tarek Bitar sobre las causas y circunstancias que dieron lugar a la terrible explosión ocurrida en agosto de 2020 en el puerto de Beirut.
Transcurrido más de un año del inicio de la investigación, una docena de funcionarios gubernamentales actuales y otros que ya no están en el gobierno, incluidos media docena de aliados de Hezbollah, han sido investigados. Sin embargo, varios no han comparecido ante el tribunal amparándose en sus fueros parlamentarios; al tiempo que un gran número de pruebas fueron adulteradas o destruidas y ninguno de ellos ha sido condenado. Así, la investigación ha sido obstruida en cada acto procesal que el juez Bitar dictaminó. El magistrado y sus colaboradores han sido amenazados abiertamente por Hezbollah y sus militantes con lo que han logrado bloquear la agenda del juzgado y frenar por completo el curso de la investigación.
En este escenario de confusión muchos pueden pensar en la comunidad internacional que la investigación sobre la explosión del puerto de Beirut no debería tener nada que ver con el proceso político necesario para impulsar las reformas económicas en el Líbano. Pero tanto el expediente de la investigación como el proceso político están bloqueados claramente por la misma razón: la corrupción endémica del sistema político libanés, cuyo termómetro es la agenda sectaria de Hezbollah y su socio Amal.
Así, Lo que para la comprensión del FMI y otros organismos de crédito debería ser una receta sencilla de medidas políticas para que el Líbano supere la crisis, regrese a la normalidad y mejore el bienestar de sus ciudadanos se ha convertido en un perverso juego político con consecuencias destructivas y cada vez más mortales para su población que ve como sus esperanzas son secuestradas Irán quien es el verdadero factor de poder que maneja el destino -y muy posiblemente- el colapso final del Líbano.
SEGUIR LEYENDO: