En un mundo cada vez más polarizado, Rusia y China forman una alianza cada vez más cercana frente a Occidente, una situación que deja en mayor vulnerabilidad a Europa, todavía dependiente de los hidrocarburos rusos y expuesta a temas de seguridad en la frontera.
Washington y Bruselas han dejado claro que tomarán represalias, incluso con sanciones inéditas, si es que Vladimir Putin decide finalmente lanzar una invasión a Ucrania, estimada para las próximas semanas por factores climáticos. Sin embargo, han sido esas medidas las que han acercado más a Moscú y Beijing: el gigante asiático viene reemplazando la influencia europea.
Los vínculos en energía, finanzas y fuerzas armadas inquietan a Europa desde diversos frentes.
Las repercusiones, por ahora, más notorias se dan en el sector energético, sobre todo con recientes movimientos de los precios en medio de las olas de frío que sacuden a la región.
A la espera de la aprobación del controvertido gasoducto ruso-alemán Nord Stream 2, el gasoducto Yamal-Europa ha estado fluyendo en las últimas semanas en sentido contrario, lo que presiona al alza los precios del gas en Europa. No está claro cuándo se recuperará el flujo en Alemania en dirección oeste y todo sigue en manos de Gazprom, la compañía estatal rusa.
Geográficamente, en la actualidad no se sostiene que los yacimientos de esa zona tengan a China como destino. Pero así lo tienen planeado, a través de Mongolia, porque la inversión en infraestructura supondría un negocio de 400.000 millones de dólares durante los próximos 30 años.
Así, mientras Berlín sigue sin dar luz verde al Nord Stream 2, Rusia exporta cada vez más gas y petróleo al gigante asiático y se calcula que en tres años China superará a Alemania como el primer consumidor de gas ruso. Mientras más compre China (que busca hacer más verde su economía), más le podrá cobrar Moscú a Europa.
Rescate financiero
Desde la invasión a Crimea en 2014, Rusia enfrentó serios problemas económicos por las sanciones internacionales. Pero la crisis no fue tal ya que Moscú pudo sortear las represalias con la ayuda de Xi Jinping.
Aunque China es un prestatario casi omnipresente en el mundo, Rusia es el país que más créditos ha recibido de este país y el Kremlin los utilizó como vía de escape frente al nuevo escenario internacional, para impedir que sus industrias se paralicen.
Si bien Europa continuará por algunos años más como el principal socio comercial y financiero de Moscú, su influencia está en retroceso, con una caída de inversiones y de la presencia de firmas europeas en el comercio. A su vez, las corporaciones chinas no hacen más que crecer. Según cifras de La Vanguardia, en 2013 China representaba el 10,5% del comercio exterior ruso, pero para 2020 casi se duplicó a 18,3%. El crecimiento de 8 puntos es casi igual a los 11 puntos porcentuales que cayó Europa en el mismo período.
Otro ejemplo del diario español es que China superó a Alemania como principal exportador de maquinaria industrial a Rusia. Y desde 2014, cuando se implementaron las sanciones, las únicas empresas extranjeras que ganaron contratos de infraestructura son chinas.
Cada vez más en sintonía y buscando disputar la hegemonía estadounidense, Moscú y Beijing hablan de una infraestructura financiera que se aleje del dólar.
Armados y juntos
Los vínculos no escapan el tema militar. Rusia ha vendido a China modernos cazas bombarderos y el sistema de defensa de misiles S-400, joyas de su arsenal.
Los entrenamientos conjuntos son cada vez más frecuentes, incluso en el Mediterráneo, a kilómetros de costas europeas. En los últimos años también han sumado a Irán, potencia de Medio Oriente enfrentada con EEUU, y cada ejercicio de las fuerzas armadas viene acompañado con rimbombantes declaraciones de amistad.
Aunque la alianza militar de China y Rusia no esté firmada en un documento, es una de facto. La desconfianza histórica entre dos rivales regionales está cada vez más bajo la alfombra.
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