La mayoría de los ucranianos todavía no cree que Rusia pueda invadir su país. O por lo menos eso es lo que dicen las encuestas y muestran las ferias de Navidad. La plaza Kontraktova de Kiev estuvo repleta de gente en los últimos días buscando algún regalo olvidado o simplemente tomarse un Spotykach para aguantar los 10 grados bajo cero. Pero el gobierno se toma la crisis con Rusia con mayor urgencia. Del otro lado de la frontera ya hay estacionados 100.000 soldados y se esperan otros 75.000 para los próximos días. Las fotos satelitales impresionan con los miles de tanques ubicados en campos a tiro de piedra de Ucrania. Sólo en Kiev, con tres millones de habitantes, ya se designaron 4.928 refugios en caso de bombardeos. Son estaciones de subtes y antiguas instalaciones de la Guerra Fría, pero también centenares de depósitos de restaurantes y salas de calderas en desuso de grandes edificios.
El presidente estadounidense Joe Biden y su colega ruso, Vladimir Putin, trataron la situación el jueves por la tarde en su segunda conferencia en tres semanas. La llamada telefónica había sido pedida con urgencia por el Kremlin. Charlaron 50 minutos. No hubo avances significativos. Ambos presidentes reiteraron sus “líneas rojas” sobre las que no se puede avanzar sin una confrontación.
“El presidente Biden dejó claro que Estados Unidos y sus aliados y socios responderán con decisión si Rusia sigue invadiendo Ucrania”, dijo la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, en un comunicado. En tanto que el portavoz del Kremlin, Yuri Ushakov, aseguró que Putin dijo a Biden que “cualquier sanción podría romper los lazos entre Rusia y Estados Unidos y sería un error colosal que acarrearía graves consecuencias”. Añadió que “Rusia actuaría como lo haría Estados Unidos si se desplegaran armas ofensivas cerca de las fronteras estadounidenses”. Después de este tenso intercambio, ambos presidentes coincidieron en continuar la negociación a partir del 10 de enero en Ginebra, donde estarán representados por la subsecretaria de Estado estadounidense, Wendy Sherman, y el viceministro de Exteriores ruso, Serguéi Ryabkov.
El Kremlin asegura que el despliegue militar es apenas “para persuadir” a la alianza militar occidental, la OTAN, que no se despliegue en Ucrania porque eso pone en peligro las defensas rusas. Ucrania no es miembro de la OTAN, pero la alianza se comprometió a preservar la soberanía de la antigua república soviética, que está alineada con Occidente desde 2014, cuando Moscú invadió y se anexionó la península de Crimea y los separatistas respaldados por el Kremlin se apoderaron de una franja de territorio en el este de Ucrania, desencadenando un conflicto que sigue latente hasta hoy y que dejó más de 14.000 muertos. Kiev aspira a entrar en la OTAN y en la Unión Europea. Rusia no quiere que eso ocurra. Putin ha señalado el ingreso de Ucrania en la OTAN como una “línea roja” que Rusia no aceptará. En un largo ensayo suyo que publicó en agosto, dejó claro que considera a Ucrania como parte de la esfera de influencia de Moscú, y que “Ucrania sólo podría ser verdaderamente soberana en asociación con Rusia”.
En varias ocasiones Putin advirtió a Occidente contra el emplazamiento en Ucrania de sistemas de defensa antimisiles similares a los de Rumanía y Polonia, alegando que podrían ser armas ofensivas secretas capaces de llegar a Moscú en 10 minutos. Para reforzar estas demandas, la semana pasada el Kremlin disparó una salva de prueba de misiles hipersónicos que podrían llegar a cualquier capital del norte de Europa en el mismo tiempo. Por su parte, Washington está tratando de establecer una posición unificada de la OTAN, que podría incluir nueva ayuda militar o sanciones, que disuada cualquier nueva acción militar de Rusia, pero que también evite proporcionar a Putin una justificación para responder con una invasión.
En los pasillos del Departamento de Estado dicen que Putin pretende que Biden firme en menos de dos semanas un acuerdo de seguridad de gran alcance por el que Ucrania no podría entrar en la OTAN y descartaría cualquier otra expansión de la alianza hacia el este. En el Kremlin saben que en 15 días es imposible llegar a un acuerdo de esa magnitud y en el Pentágono lo leen como un pretexto para iniciar una acción militar a fines de enero. El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, dijo que el fondo de las conversaciones era “extremadamente complicado” y que por eso se necesitaba esta discusión previa a la reunión técnica del 10 de enero entre los líderes máximos. “Cualquier conversación se celebra con un solo propósito: alcanzar un compromiso teniendo en cuenta la posición fundamental de cada uno”, abundó Peskov. “Rusia nunca ha sido una fuente de la tensión y no ha sido la fuente principal de esta tensión. Siempre hemos dicho que Rusia ha tomado y tomará los pasos y medidas que sean necesarios para su seguridad”, dijo Peskov a los periodistas acreditados en el Kremlin.
En la primera videoconferencia del 7 de diciembre, Biden advirtió a Putin de nuevas y duras sanciones si Rusia intensificaba sus acciones contra Ucrania, una amenaza a la que el Kremlin hizo caso omiso, diciendo que está acostumbrado a las sanciones occidentales. La semana pasada, Putin dejó claro que no esperaría mucho para obtener las garantías de seguridad por escrito que exige. Dijo que no le interesaban las negociaciones, sino los resultados. “Son ustedes los que deben darnos garantías, y deben hacerlo inmediatamente, ahora mismo”, dijo en su conferencia de prensa anual, cuando se le preguntó si descartaba invadir Ucrania. “Es Estados Unidos el que ha venido a nuestra casa con sus misiles y ya está a nuestra puerta”.
En esta segunda comunicación, Biden le dejó en claro a Putin que, aunque Estados Unidos está preparado para proceder diplomáticamente, responderá a nuevas incursiones con sanciones económicas, refuerzos de la OTAN y asistencia militar a los ucranianos para defenderse. El asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, dijo la semana pasada que Estados Unidos tenía su propia lista de preocupaciones de seguridad sobre las acciones rusas. Un análisis de los servicios de inteligencia estadounidenses revelado por The Washington Post indica que Rusia ya tiene preparado el desplazamiento de tropas y pertrechos para una invasión, aunque la Casa Blanca cree que Putin no ha tomado una decisión definitiva.
Aunque el lanzamiento en Nochebuena de los misiles hipersónicos Tsirkon encendieron las alarmas de la guardia que monitorea estos desplazamientos en la maquinaria militar estadounidense. Las palabras del portavoz Dmitry Peskov, también fueron muy agresivas cuando justificó el despliegue misilítico. Dijo que Rusia esperaba que sus demandas “se hicieran así más convincentes”. Putin, que presumió varias veces de que Rusia es líder mundial en tecnología de misiles hipersónicos, calificó el lanzamiento como “un acontecimiento importante en la vida de nuestro país y un paso significativo para elevar la seguridad de Rusia”. Por su parte, el vicecanciller, Sergei Ryabkov, advirtió que las tensiones en torno a Ucrania podrían convertirse en un escenario como el de la crisis de los misiles de Cuba, el enfrentamiento entre Estados Unidos y la Unión Soviética en 1962 por la construcción de bases rusas de misiles en la isla caribeña, que llevó al mundo al borde de la guerra nuclear. Y Nikolai Patrushev, jefe del Consejo de Seguridad de Rusia, en una entrevista con el Komsomólskaya Pravda, definió a Ucrania como un “protectorado” y predijo: “En Ucrania existe la posibilidad de que se produzca un estallido de tensiones tan fuerte que millones de ucranianos huyan para buscar refugio debajo de sus casas.”
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