El agravarse de la situación epidemiólogica en Rusia, el país del mundo que en las últimas semanas registró el mayor número de contagios y muertes por COVID-19, se debe a las malas decisiones de las autoridades y muestra los límites del poder de Vladimir Putin.
Así lo argumentó Alexey Kovalev, editor de investigaciones del medio de comunicación independiente ruso Meduza, en una columna publicada este miércoles por el diario The New York Times.
“Un virus mortal no puede ser ignorado, encarcelado, exiliado o cooptado, ni puede bloquearse sin un gran costo económico”, escribió Kovalev. “Eso pone al presidente Vladimir Putin de Rusia en un aprieto. La pandemia, quizás su enemigo más duro hasta la fecha, ha revelado crudamente los límites de su poder”.
Desde el inicio de la pandemia Rusia acumula 9.895.597 casos de coronavirus y es el quinto país en el mundo por número de contagios documentados. Pero fue sobre todo en las últimas semanas que el virus hizo estragos, con un promedio de 35 mil casos diarios y más de 1000 muertes diarias.
Las autoridades rusas atribuyen las altas cifras de los contagios y muertes a la agresividad de la variante Delta, la falta del cumplimiento estricto de las reglas sanitarias por parte de muchos rusos y, sobre todo, a la baja tasa de vacunación en el país, de apenas el 41 por ciento.
Sin embargo, según Kovalev, la culpa de la situación es del mismo gobierno.
“El Kremlin tiene la culpa. Dadas las capacidades intelectuales, administrativas y tecnológicas de Rusia, debería haber sido posible un lanzamiento exitoso de la vacuna. En cambio, las autoridades erosionaron fatalmente la confianza del público con mensajes contradictorios, que oscilaban entre el triunfalismo y el alarmismo, y medidas de contención aplicadas al azar”, escribió.
Las decisiones del gobierno hicieron que surgiera un poderoso movimiento antivacunas, algo que se está convirtiendo en un problema para el presidente ruso.
“No está claro que Putin, generalmente experto en sofocar sentimientos que no son de su agrado, pueda hacer mucho al respecto”, dijo Kovalev.
De acuerdo al análisis del prestigioso periodista ruso, el gobierno, a través de sus medios y figuras públicas, minimizó e ignoró las advertencias sobre la peligrosidad del nuevo virus en las primeras fases de la pandemia.
“Durante los meses que siguieron, la televisión estatal difundió felizmente teorías de conspiración sobre las vacunas occidentales, lo que puso en duda la eficacia de la vacunación. Russia Today, que alimentó a sus audiencias occidentales con una dieta constante de conspiraciones, incluso parece haber apoyado activamente a los oponentes a las vacunas en Rusia. Para cuando el gobierno y los medios cambiaron de opinión, imponiendo la vacunación obligatoria en el verano de 2021 y tomando medidas enérgicas contra las conspiraciones contra las vacunas, ya era demasiado tarde”, según Kovalev.
También se reveló contraproducente el lanzamiento antes de que se completaran los ensayos clínicos de la vacuna Sputnik V, la primera en ser registrada en el mundo, ya que muchos escépticos relacionar ese lanzamiento en tiempo récord con una presunta falta de controles. Asimismo minaron la confianza de gran parte del público “las estadísticas oficiales sospechosamente inconsistentes y los cambios en las políticas”, escribe Kovalev.
Así, “de manera constante, ha ido tomando forma un movimiento de base contra las vacunas”, que comenzó en Internet y que cada vez más se está trasladando a las calles.
“Todavía está lejos de las manifestaciones masivas observadas en París, Bruselas y Berlín durante el año pasado”, escribe Kovalev. “Pero es un avance significativo en Rusia, donde la disidencia pública ha sido recientemente prohibida por completo y miembros de la oposición política puestos bajo arresto domiciliario por violar ostensiblemente las medidas del coronavirus”.
Sobre todo, enfrentar el movimiento antivacunas se está convirtiendo para Putin en un dolor de cabeza porque es liderado por personajes, como la actriz Maria Shukshina, afines al Kremlin.
Por eso, en este caso, “el libro de jugadas habitual para lidiar con la oposición (acoso legal, físico y mediático, arrestos arbitrarios y juicios canguro) no es aplicable”.
Putin, quien en abril se jactó del manejo ruso de la pandemia, parece ser sensible al dilema, escribe Kovalev.
“En repetidas ocasiones ha trasladado la carga de anunciar nuevas restricciones a los funcionarios del gobierno y los gobernadores locales, supuestamente para proteger su popularidad, y no usa una máscara en público”, concluyó el periodista. “Incapaz de encontrar una salida y cauteloso de irritar demasiado a la gente, el Kremlin está estancado: claramente, hay un límite a lo que un gobernante autoritario como Putin puede imponer a su población. Mientras tanto, los rusos continúan muriendo por miles”.
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