La furia gala se hizo sentir en el Canal de la Mancha. El viento helado del norte volvió a cruzar las bravas aguas como si fuera diciembre de 1758, el Duque de Choiseul todavía fuera canciller y estuviera haciendo planes para invadir Gran Bretaña con el objetivo de terminar con la Guerra de los Siete Años. Aquella invasión no se produjo y ahora tampoco nadie está pensando en tomar las islas. Pero el gobierno francés reaccionó con un estruendoso enojo por lo que considera una “mediocre, inaceptable y totalmente inapropiada” carta de Boris Johnson a Emmanuel Macron sobre el cruce de migrantes a través del canal.
El ministro del Interior francés, Gérard Darmanin, canceló una reunión de alto nivel prevista con la ministra del Interior británica, Priti Patel, mientras que el portavoz del gobierno, Gabriel Attal, dijo que Francia estaba “harta” del “doble discurso y la externalización de los problemas” por parte de Gran Bretaña. El hecho de que Johnson decidiera hacer pública la carta sobre su visión de cómo resolver el problema de las crecientes olas de inmigrantes y después de la tragedia con un bote la semana pasada que dejó 27 muertos, provocó conmoción en París. Macron, que según las autoridades no había visto la carta antes de que Johnson la tuiteara, la calificó de “sorprendente” y añadió: “Uno no se comunica de un líder a otro, sobre cuestiones como estas, por tweets y por cartas que luego hace públicas”.
Johnson escribió a Macron diciéndole que va a devolver inmediatamente a todos los migrantes que desembarquen en Inglaterra tras cruzar el Canal de la Mancha. “Devolver a la gente reduciría significativamente -si no detendría- los cruces, salvando miles de vidas al romper fundamentalmente el modelo de negocio de las bandas criminales que están detrás del tráfico”, escribió el premier del cabello color paja. Y enumeró cinco medidas –la mayoría de las propuestas ya están en práctica- para “salvar vidas y hacer frente a los traficantes”. Habla de sensores y radares - “algunos financiados con dinero del gobierno británico”, dijo -, drones equipados con cámaras de visión nocturna y patrullas provistas de prismáticos térmicos. También propuso realizar patrullajes conjuntos, cuando sabe que Francia se ha mostrado reacia a considerar esa posibilidad, alegando cuestiones de soberanía. La intención de Londres es patrullar cerca del territorio francés para evitar las salidas de los botes de inmigrantes. “¿Cómo se sentiría Gran Bretaña, en caso de que la situación se invirtiera, y tuviera soldados franceses patrullando su costa?”, se preguntó durante una entrevista con la TF1 un funcionario del Élysée, la sede del gobierno en París.
En el trasfondo de la controversia está el Brexit. La salida del Reino Unido de la Unión Europea agravó la situación. La National Gendarmerie y el Scotland Yard siguen cooperando en todas las investigaciones y coordinan las acciones, pero ya no es bajo las reglas comunes de la EU y se producen fricciones. De hecho, los ministros Patel y Darmanin, se comprometieron a “reforzar el intercambio de información y la cooperación policial” durante una reunión por videoconferencia la semana pasada. Por haber abandonado la UE, Gran Bretaña ya no puedo hacer uso del llamado “Sistema de Dublín” que establece “devolver a los inmigrantes al primer Estado miembro al que entraron”. Y hasta ahora no se negoció ningún otro acuerdo bilateral que lo reemplace. Por lo tanto, “enviar de regreso a los inmigrantes ilegales” no sería legal.
Además, en Francia no creen que multiplicar el número de agentes que patrullan la costa sea una solución. París argumenta que actualmente cuenta con más de 600 policías y gendarmes en la zona del Canal de la Mancha, con patrullas las 24 horas del día a lo largo de 40 millas de costa y deteniendo el 65% de las travesías antes de que se pongan en marcha. Apuntan a que los traficantes se esconden entre las dunas y en menos de 10 minutos ponen un bote en el agua y lo cargan con 50 o 100 refugiados. En cambio, desde París proponen crear centros aduaneros de tramitación conjunta en suelo francés, donde las solicitudes de asilo en Gran Bretaña podrían ser examinadas por funcionarios de inmigración británicos.
Macron viene repitiendo que Francia no es más que un país de tránsito para el pequeño porcentaje -aproximadamente el 3%- de migrantes que entran en la UE para llegar al Reino Unido como destino final. Y que la única solución a largo plazo es una mayor cooperación a nivel europeo para abordar un problema que considera continental y global. En Bruselas, la sede de la UE, por ahora, apenas dan a conocer alguna declaración descafeinada y poco más. Están convencidos de que la retórica de Johnson solo es para su audiencia interna sin importarle si eso endurece las relaciones con sus ex socios de la unión. Esa es la misma interpretación que tienen para otros temas como las disputas pesqueras, la aduna de Irlanda del Norte o el pacto militar de Aukus entre Estados Unidos, Australia y Gran Bretaña - que dejó afuera a Francia- para contener el avance de China en el Indopacífico.
Lo concreto es que el ministro Darmanin escribió otra carta a su colega Patel para decirle que la reunión del domingo en la que se tratará el tema junto a sus pares de Bélgica, Holanda y Alemania, “se celebrará sin la participación británica”. “Consideramos que la carta pública del primer ministro británico es inaceptable y contraria a las conversaciones que mantendremos con nuestros homólogos”, dijo una fuente del ministerio del Interior galo a la Agence France-Presse. La ministra Priti Patel redobló la apuesta hablando ante la Cámara de los Comunes del Parlamento y anunció que la Border Force (Fuerza de Fronteras) estaba lista y preparada para enviar de vuelta a las embarcaciones ilegales procedentes de Francia. Algo que paró los pelos de punta al sindicato que agrupa a los empleados de esa policía. El secretario general del PCS, Mark Serwotka, dijo: “Es chocante que el gobierno esté sugiriendo que el personal de la Fuerza de Fronteras devuelva las embarcaciones, lo que claramente iría en contra del derecho internacional y sería moralmente reprobable”.
Y para complicarlo aún más aparecieron los pescadores franceses para protestar por la falta de cooperación británica en la concesión de permisos de pesca en el Canal. El viernes bloquearon la salida del barco inglés Normandy Trader en el puerto de Saint-Malo y anunciaron otro bloqueo al túnel subfluvial que une ambos países y en el puerto de Calais. Gérard Romiti, el presidente del comité nacional de pesca marítima, dijo a los periodistas que todo lo que querían era el cumplimiento del acuerdo de comercio y cooperación sellado en la víspera de Navidad del año pasado. Calificó el bloqueo de legítimo y dijo que pretendían evitar que la “mala fe británica” prevaleciera en el conflicto pesquero y en otros asuntos.
En tanto, la televisión francesa mostraba los “funerales” sin presencia del cuerpo de las 27 víctimas del naufragio del miércoles pasado mientras intentaban cruzar el Canal, que se realizaron en el campamento de refugiados de Dunkerke. Entre medio de las carpas deshilachadas y los pasillos embarrados, grupos de inmigrantes de África y Medio Oriente contaban historias de los que conocían y habían estado en ese lugar antes de partir a buscar la tierra prometida en las islas y perecer en el intento.
Allí entrevistaron a Aza, un chico kurdo iraquí quien contó que había abandonado su ciudad de Sulaymaniyah porque “no hay vida en casa”. Reconoció que intentar cruzar el Canal “es muy peligroso; habrá grandes olas, pero tengo que arriesgarme, mis padres y mis hermanos necesitan que consiga un trabajo y les mande plata para sobrevivir”.