- ¿Es posible reemplazar con éxito a Angela Merkel?
- Sí, pareciéndose lo máximo posible a ella.
Eso es lo que entendió Olaf Scholz. Hizo caso a sus asesores de campaña. Convenció a los votantes alemanes de que se parecería mucho a la figura imponente, experimentada y con estatura de estadista: Angela “el tractorcito” Merkel. Logró convertirse en el nuevo canciller de Alemania. Ahora tendrá que demostrar que no sólo puede hacer el mismo gesto de los dedos en rombo que caracterizan a la líder, sino que puede caminar con sus zapatos. Scholz presta juramento el 6 de diciembre ante el Bundestag e inmediatamente se enfrentará a una nueva crisis del Covid, que ensaña por cuarta vez con los alemanes, el conflicto fronterizo en Bielorrusia, a un presidente ruso que moviliza tropas en la frontera de Ucrania, a una China más conflictiva y a unos Estados Unidos menos fiables.
Cuando le preguntaron al veterano analista político Robin Alexander cómo veía a Scholz, dijo que era como un entrenador de fútbol que estudió todos los videos de los juegos del rival y cambió a todo el equipo para hacerle frente. “Se adecuó. Si tenía que parecerse a Merkel, lo hizo. Le copió hasta la expresión facial. Si Scholz fuera una mujer, llevaría trajecitos de colores vivos y sin cuello como los que caracterizan a la canciller”, dijo en una entrevista con el New York Times. El problema es que los rivales políticos y los alemanes también estuvieron viendo los videos y tienen su propia táctica para ganar el partido. Una vez sentado en la Cancillería de Berlín, ya no le alcanzará con parecerse a Merkel. Tendrá que probar que sabe jugar y que tiene espíritu de ser el próximo campeón.
“La presión es enorme”, opinó Jana Puglierin, del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. “El nuevo gobierno toma posesión en una situación que se ha ido calentando en múltiples frentes. Y en materia de política exterior, Olaf Scholz sigue siendo un enigma”.
Scholz tiene 63 años y es socialdemócrata de toda la vida. Su cara es muy conocida en la política alemana desde hace más de dos décadas. Formó parte de dos gobiernos de Merkel, el último como ministro de Economía. Tiene fama de saber acomodarse a tiempo ante los cambios políticos. Es un pragmático que se mueve entre la izquierda y la derecha de su partido con enorme ductilidad. Eso le facilitó llevar a su partido de centro izquierda a gobernar con los democristianos conservadores durante tres de sus cuatro mandatos. Dentro del partido, sus enemigos lo llaman “el camaleón”.
Después de 59 días de negociaciones, la coalición “semáforo”, integrada por los rojos socialdemócratas del SPD, los Verdes progresistas y los amarillos liberales del FPD, anunciaron que habían llegado a un acuerdo con un reparto “equitativo” de ministerios. El Partido Socialdemócrata, la fuerza más votada en las elecciones generales con un 25,7 %, tendrá obviamente la Cancillería, para Scholz, y Sanidad, un ministerio con poco peso y que corresponde a los “Länder” (estados federales), pero de gran relevancia en estos momentos de pandemia. Según la televisión pública ARD, también tendrán el recién creado ministerio de la Vivienda, así como Defensa, Interior, Trabajo y Asuntos Sociales. Los Verdes -que obtuvieron un 14,8 %, su máximo histórico en los comicios nacionales, tendrán un macroministerio de Economía y Medioambiente, encabezado por Robert Habeck, mientras que Annalena Baerbock será ministra de Exteriores. A la formación ecologista le corresponderá, además, la Vicecancillería, que generalmente va unida en Alemania a los temas de política exterior. El FDP, que tuvo un 11,5 % de los votos, hizo campaña reclamando Finanzas para su líder Christian Lindner y logró el objetivo, además de llevarse Justicia, Transportes y Educación.
Lindner, un conservador fiscal que descarta cualquier suba de impuestos, podría servir de freno a las ambiciones de cambio más audaces del nuevo gobierno, especialmente las de los Verdes, que hicieron campaña proponiendo adecuar la economía a la mitigación del cambio climático. Seguramente habrá allí prontas tensiones con Habeck que dirigirá el nuevo superministerio con esa ambición bajo el brazo. En los temas de las relaciones con la Unión Europea, el comercio con sus socios y la política exterior conjunta, no se prevén cambios. “El nuevo gobierno será esencialmente de continuidad, no de cambio”, dijo a la revista Der Spiegel Holger Schmieding, economista jefe del Banco Berenberg. “Todos los que esperaban que esto fuera el comienzo de algo completamente diferente se sentirán decepcionados”.
Nacido en Osnabrück, en el norte de Alemania, Scholz creció en Hamburgo, ciudad de la que luego fue alcalde. Su abuelo era ferroviario y sus padres trabajaban en el sector textil. Él y sus hermanos fueron los primeros de su familia en ir a la universidad. Todavía estaba en la secundaria cuando se afilió a los socialdemócratas. Se recibió de abogado y pasó una década defendiendo a los trabajadores amenazados por el cierre de fábricas, hasta que llegó a ser elegido como secretario general de su partido durante el período del último gobierno de centro-izquierda del canciller Gerhard Schröder. Fue su primer gran cambio político. Defendió las dolorosas reformas del mercado laboral como si fuera una máquina de lavar ropa. Le valió el apodo de “Scholz-o-mat”. Cuando fue elegido por primera vez al Parlamento, volvió a ubicarse en el ala izquierda del partido, para regresar a la derecha cuando se presentó como candidato a la cancillería.
Por lo pronto, Scholz asume con el frente abierto del resurgimiento de los contagios del Covid. Las fuerzas del nuevo gobierno permitieron en el Parlamento que expiren los poderes de emergencia por la pandemia, descartan de plano la imposición de otro cierre total y le restaron importancia a esta cuarta ola del coronavirus. “Parece que no entienden la gravedad de la situación”, dijo Michael Meyer-Hermann, jefe de inmunología del Centro Helmholtz y asesor de Merkel durante la pandemia. La nueva coalición ha “juzgado mal la situación”, tuiteó el lunes Markus Söder, líder conservador de Baviera. “Es inapropiado deshacerse del estado de emergencia pandémica y simultáneamente legalizar las drogas”, añadió, en referencia a las expectativas de que el nuevo gobierno despenalice la marihuana.
En tanto, el otro “asunto de Estado” en Alemania es ¿qué va a hacer Angela Merkel una vez que deje el gobierno tras 16 años? Obviamente, podría elegir entre puestos que van desde la secretaría general de la ONU hasta profesora estrella en cualquier universidad estadounidense o, incluso, inventarse uno a medida. Tiene 67 años y una salud de hierro. Por ahora no hay pistas de sus movimientos. “Me gustaría en esta próxima fase de la vida considerar muy cuidadosamente qué quiero hacer”, dijo en septiembre. Y en otra entrevista se preguntó: “¿Quiero escribir? ¿Quiero hablar? ¿Quiero vagar por ahí? ¿Quiero estar en casa? ¿Quiero viajar por el mundo? Por eso, he decidido que al principio no haré nada, y veré lo que pasa. Creo que eso será un tiempo realmente fascinante”.