Populistas y ex comunistas se niegan a vacunar y agravan la cuarta ola de la pandemia que azota a Europa

El covid se extiende en las zonas donde predominan los partidos populistas de derecha. Y en los países del Este predomina la desconfianza en el sistema y los gobiernos

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Manifestantes en la Piazza Unita d'Italia de Trieste que se oponen a la obligación de estar vacunado con las dos dosis para poder trabajar y rechazan el pase sanitario. REUTERS/Borut Zivulovic
Manifestantes en la Piazza Unita d'Italia de Trieste que se oponen a la obligación de estar vacunado con las dos dosis para poder trabajar y rechazan el pase sanitario. REUTERS/Borut Zivulovic

La cuarta ola del Covid azota a Europa. El continente vuelve a ser el epicentro de los contagios en el mundo. Austria cerrada. Alemania con récord de casos. Gran Bretaña en el mismo camino. Rumania como en el peor momento con 600 muertos al día. Italia volvió a las restricciones. La mayoría de los 27 países de la Unión Europea imponiendo el uso del pasaporte sanitario para viajar en el transporte público, asistir a conciertos o sentarse en un restaurante. Muchos creen que todo esto es culpa de los antivacunas. El hecho de que algunos sectores de la población se nieguen a vacunar está haciendo que la enfermedad avance. Y con ella también se extienden las divisiones sociales. Los que no aceptaron recibir la inyección quedan excluidos de buena parte de las actividades. En algunos lugares apenas pueden salir a la calle para hacer compras esenciales. Tienen prohibido entrar en los edificios públicos o ir a las escuelas. Los analistas culpan a la ola populista que atravesó Europa en los últimos años por fomentar la corriente negacionista que sacude al continente y amenaza con crear una grieta insalvable. En los países del Este creen que mucho se debe a la desconfianza que aún persiste por los 70 años de comunismo.

Y no es que los movimientos antivacunas sean algo nuevo. A principios del siglo XIX, los británicos tuvieron por fin acceso a la primera vacuna de la historia, que prometía protegerlos de la viruela, una de las enfermedades más mortíferas de la época. Sin embargo, muchos británicos se mostraban escépticos ante la vacuna. El miedo a lo desconocido y la ignorancia hacían correr rumores de consecuencias temibles. Decían que la vacuna provocaba ceguera, sordera, úlceras, una espantosa enfermedad de la piel llamada “sarna de las vacas”, e incluso la aparición de pezuñas y cuernos. Así nació el primer movimiento antivacunas del mundo.

En el siglo XXI, se produce un fenómeno similar en las redes sociales que divulgan estas “fake news”. Esta vez se concentra entre los desplazados de la globalización, los que están enojados con el sistema, los que cayeron en la escala social y que apelan a figuras políticas “salvadoras”. El movimiento que se creó alrededor de Donald Trump, en Estados Unidos, es el mejor ejemplo. Pero también está presente en Europa con los gobiernos populistas de derecha y extrema derecha como los de Polonia y Hungría o entre los que provocaron el Brexit en el Reino Unido. Y en el resto de los países se da particularmente en las zonas más conservadoras con el mismo énfasis que se divide entre los estados republicanos y demócratas estadounidenses. Los rebrotes se están produciendo en los condados donde el trumpism republicano es más fuerte. Allí están los que se niegan a vacunar y le dan al virus la oportunidad de desarrollarse. Lo mismo sucede en las zonas más conservadoras del norte de Italia, Suiza y el suroeste de Alemania.

El Hospital Universitario de Bucarest se encuentra colapsado por la nueva ola de la pandemia que sacude al país. Rumania es la segunda nación con el índice más bajo de vacunación en Europa, detrás de Hungría. EFE/EPA/ROBERT GHEMENT
El Hospital Universitario de Bucarest se encuentra colapsado por la nueva ola de la pandemia que sacude al país. Rumania es la segunda nación con el índice más bajo de vacunación en Europa, detrás de Hungría. EFE/EPA/ROBERT GHEMENT

Europa, ahora, está en una situación complicada por el fenómeno negacionista. La Organización Mundial de la Salud advirtió que, en los próximos tres meses podrían morir de Covid medio millón de personas en ese continente que ya registra el 60% de los casos de todo el mundo. Se reportó un incremento de muertes del diez por ciento y del siete por ciento en nuevos contagios durante la primera semana de noviembre, en comparación con la semana anterior. La nueva ola amenaza la incipiente recuperación económica y refleja una negra sombra sobre la Navidad.

Ante esto, varios gobiernos europeos tomaron la decisión de separar a los vacunados de los no vacunados. En Austria buscamos “una reducción masiva de contactos entre los dos grupos”, le dijo a la BBC Eva Schernhammer, profesora de la Universidad Médica de Viena y asesora del gobierno. En Alemania, quien quiera viajar en trenes y autobuses deberá presentar su certificado de vacunación. En Francia, los mayores de 65 años que quieran conservar su tarjeta sanitaria tendrán que darse un refuerzo. Y en Italia, para trabajar es obligatoria la presentación del certificado con las dos dosis o realizarse test semanales de PCR.

El fenómeno de los negacionistas se da, sobre todo, por regiones. Un buen ejemplo es la ciudad de Trieste en el norte de Italia, sobre la frontera con Eslovenia. Cuando el gobierno de Roma introdujo el pasaporte sanitario más estricta, se produjeron violentas protestas en la zona del puerto donde los trabajadores del sector, apoyados por un amplio movimiento antivacunas, aseguraban que la medida infringía su derecho al trabajo. Dos semanas después, la que fue una espléndida ciudad del Imperio Austro Húngaro, está viviendo un rebrote del coronavirus que dejó los hospitales colapsados y más de mil infectados diarios. El presidente del gobierno regional, Massimiliano Fedriga, perdió la paciencia. “Es el momento de decir con claridad: ¡Basta de idioteces!!!”, gritó ante las cámaras de televisión.

Marcha de los que se oponen a las vacunas y al pase sanitario en Francia. EFE/EPA/CHRISTOPHE PETIT TESSON
Marcha de los que se oponen a las vacunas y al pase sanitario en Francia. EFE/EPA/CHRISTOPHE PETIT TESSON

El brote de Trieste muestra cómo una minoría no vacunada, que esgrime la pérdida de libertades, teorías conspirativas o el derecho al trabajo, puede crear un grave problema de salud pública. También, lo difícil que puede ser convencer del peligro a los que se resisten a la vacuna. “Los antivacunas y el populismo político están guiados por una dinámica similar, esto es, una profunda falta de credibilidad hacia las élites y hacia los expertos”, escribió el epidemiólogo Jeremías Kennedy en el European Journal of Public Health. “Y esto lo vemos claramente en los países que tuvieron un ascenso de gobiernos populistas de derecha a partir de 2014″. Antes de integrar la coalición proeuropeísta que ahora gobierna Italia, Beppe Grillo, el líder del populista Movimiento 5 Estrellas (M5S), creado en esos años, afirmaba que “al menos en el medievo era Dios el que te hacía enfermar, ahora son las farmacéuticas con sus vacunas”.

Esta nueva ola de la pandemia, dijo el ministro alemán de Salud, Jens Spahn, “no es como las anteriores, no es masiva, afecta principalmente a los no vacunados”. Y el director de la OMS para Europa, Hans Kluge, aseguró que “Europa vuelve al mismo punto en el que estaba hace un año a causa de los niveles inadecuados de vacunación en lugares como Rusia y a la relajación de las precauciones de salud pública, como el uso de mascarillas, especialmente en Gran Bretaña”. Todo esto hizo que vuelvan las restricciones y el uso masivo del carnet sanitario con las consiguientes consecuencias de las divisiones territoriales que provoca.

Después de registrar un aumento de casos del 134% durante las últimas dos semanas, el gobierno austriaco tomó medidas enérgicas limitando los traslados al trabajo, la escuela, las tiendas de comestibles y los centros de atención médica para los habitantes mayores de 12 años que no están vacunados. “Mi objetivo es claramente conseguir que los no vacunados se vacunen, y no bloquear a los vacunados”, dijo el canciller austríaco Alexander Schallenberg a la radio Ö1 de su país. “En el largo plazo, la salida de este círculo vicioso en el que nos encontramos —y es un círculo vicioso, estamos pasando de una ola a otra, y eso no puede continuar ad infinitum— es la vacunación”.

Presentar el "pasaporte sanitario" es obligatorio para todos los empleados en varios países de Europa a pesar de la resistencia de una parte de la población. EFE/EPA/FABIO CIMAGLIA.
Presentar el "pasaporte sanitario" es obligatorio para todos los empleados en varios países de Europa a pesar de la resistencia de una parte de la población. EFE/EPA/FABIO CIMAGLIA.

Alemania anunció el jueves planes para restringir las actividades de ocio de los no vacunados en las zonas del país con altas tasas de hospitalización. Grecia dijo que prohibiría a partir del lunes la entrada a cines, teatros y gimnasios a las personas que no tengan el pase de la vacuna, la República Checa y Eslovaquia tomaron medidas similares, y Suecia introducirá el mes que viene un pasaporte de vacunas para eventos de más de 100 personas. El presidente Emmanuel Macron reivindicó el éxito del pase sanitario de Francia, que proporciona una prueba de vacunación, recuperación reciente de la enfermedad o una prueba negativa y es requerido desde julio para entrar en cafés, restaurantes, cines y tomar trenes de larga distancia. Dinamarca, que abandonó su pase Covid al disminuir los casos en abril, lo reintrodujo este mes. En el Reino Unido, el gobierno de Boris Johnson viene rechazando sistemáticamente los pasaportes de vacunación, aunque en Escocia se exige para entrar en discotecas y grandes eventos.

La encuesta de la organización YouGov publicada el viernes, en la que se consultó a más de 26.000 personas en 26 países, reveló que la mayoría de los europeos están a favor de los pasaportes sanitarios. El pase que demuestre la vacunación para asistir a grandes eventos deportivos y conciertos tiene el apoyo del 57% de los encuestados en Francia, el 59% en Alemania, el 62% en Italia y el 64% en España y Gran Bretaña, y sólo Polonia (45%) quedó por debajo del 50%.

Manifestantes negacionistas y antivacunas durante una manifestación en Kiev, Ucrania (AP/Efrem Lukatsky)
Manifestantes negacionistas y antivacunas durante una manifestación en Kiev, Ucrania (AP/Efrem Lukatsky)

En el Este europeo, la tradicional desconfianza en el sistema y los gobiernos, que los analistas aseguran tiene sus raíces en las manipulaciones de la información pública que realizaron durante siete décadas las autoridades locales que respondían a las directivas de la Unión Soviética, está haciendo estragos. También señalan como otro elemento “el renacer religioso” y la aparición de personajes apocalípticos con sectas que los siguen. Incluso, las autoridades religiosas establecidas contribuyen a la apatía y el negacionismo. El obispo de la Iglesia Ortodoxa del sur de Rumanía, Ambrosio de Giurgiu, dijo a sus feligreses que “no se dejen engañar por lo que ven en la televisión: no tengan miedo del Covid. No apresuren a vacunarse”. El obispo está siendo investigado por la policía por difundir desinformación peligrosa en momentos en que Rumanía está registrado la mayor tasa de mortalidad per cápita del mundo a causa del Covid-19. El martes murieron 600 rumanos, la mayor cantidad en un día desde que comenzó la pandemia. La tasa de mortalidad del país en relación con la población es casi siete veces mayor que la de Estados Unidos y casi 17 veces mayor que la de Alemania.

La infectóloga Streinu-Cercel aseguró al New York Times que todo esto podría haberse evitado fácilmente. “La única razón real por la que alguien está aquí en este hospital es porque no se vacunó”, dijo. Rumania tiene la segunda tasa de vacunación más baja de Europa: alrededor del 44% de los adultos recibieron al menos una dosis, sólo por delante de Bulgaria, con un 29%, que está sufriendo una tasa de mortalidad por Covid muy alta, con hospitales ya desbordados. En general, la Unión Europea se sitúa en el 81%, con varios países por encima del 90%. Por lo que el problema se concentra en ese porcentaje de la población, sea de sólo el 10% o del 70%, que más allá de sus motivos y convicciones, no piensa ni un segundo en las graves consecuencias para ellos y sus compatriotas.

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