Comenzó como una crisis migratoria más pero ya se convirtió en un serio conflicto entre Rusia y Europa. Miles de refugiados de Medio Oriente y África que llegaron en las últimas semanas a Bielorrusia fueron forzados a concentrarse en la frontera con Polonia. Allí la policía y el ejército polaco les impidió el paso. Desde Varsovia acusan al dictador Alexander Lukashenko de haber provocado el incidente atrayendo a los refugiados a través de las agencias de turismo del gobierno y convirtiéndolos en una “bomba de tiempo” al confinarlos en la frontera y obligarlos a traspasar en forma ilegal para entrar en territorio europeo.
Desde entonces, hubo escaramuzas entre los guardias polacos y los migrantes, tiros intimidatorios de los soldados bielorrusos y muertos de frío y hambre en los bosques por donde intentan “colarse” los que escapan de la guerra. Lukashenko, obviamente, no está solo. Tiene el respaldo de Rusia. Y ayer le pidió a su amigo Vladimir Putin que le ceda un sistema de defensa nuclear para defender sus fronteras con Polonia, Lituania y Ucrania.
Francia ya advirtió a Moscú que si la crisis sigue escalando va a intervenir la OTAN, alianza de defensa conjunta occidental. Mientras que en Estados Unidos y Europa se sospecha que la crisis fronteriza fue “fabricada” para ocultar un importante despliegue de tropas rusas en la frontera con Ucrania.
La Unión Europea ya intensificó las sanciones contra Bielorrusia en un intento por frenar lo que considera una política bielorrusa de empujar a los emigrantes hacia Polonia para vengarse de las sanciones anteriores por la represión de las protestas del año pasado contra la fraudulenta reelección de Lukashenko. Desde Minsk rechazan cualquier acusación de este tipo y aseguran que los refugiados llegaron a la frontera polaca sin la intimidación de los guardias bielorrusos. Rusia también dice que las sospechas de que está detrás de todo lo que está sucediendo son “mentiras fabricadas”. Pero en Bruselas no le creen. Están seguros de que la crisis de los refugiados en la frontera bielorrusa-polaca está íntimamente ligada a lo que sucede en la otra frontera ruso-ucraniana
Ayer, el presidente francés, Emanuel Macron, habló por teléfono con Putin y le dijo que la OTAN estaría preparada para defender la soberanía de Ucrania, cerca de donde, según la OTAN, Moscú ha estado aumentando sus tropas. “Nuestra voluntad de defender la soberanía y la integridad territorial de Ucrania y la seguridad en la frontera de Polonia fue reiterada por el presidente”, dijo un asesor de Macron a los periodistas acreditados en el Palacio del Elíseo.
El Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, informó que “vemos una inusual concentración de tropas, y sabemos que Rusia ya utilizó anteriormente este tipo de capacidades militares para llevar a cabo acciones agresivas contra Ucrania”. El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, reiteró su “rechazo” a cualquier suspicacia sobre el aumento de la actividad militar rusa. Pero desde el Departamento de Defensa de Estados Unidos le respondieron que sus satélites seguían viendo a Rusia concentrar fuerzas junto con una actividad militar inusual cerca de su frontera con Ucrania. El portavoz del Pentágono, John Kirby, dijo que la acumulación era preocupante y que el secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, se reuniría con su homólogo ucraniano el jueves.
Los separatistas respaldados por Rusia tomaron el control de la región oriental de Ucrania, Donbass, en 2014, en un conflicto que continúa hasta hoy. Moscú también se anexionó la península ucraniana de Crimea a principios de ese año después de que Ucrania buscara estrechar lazos con la Unión Europea. Moscú reclama las aguas del Mar Negro que rodean a Crimea, aunque la mayoría de los países consideran que la península sigue siendo ucraniana. En la conversación con Macron, el líder ruso dijo que los ejercicios militares a gran escala realizados por Estados Unidos y sus aliados en la zona marítima reclamada eran una “provocación”. “Esto aumenta las tensiones en las relaciones entre Rusia y la OTAN”, lanzó, por su parte, el portavoz del Kremlin.
En tanto, Lukashenko quiere que los sistemas de armas nucleares rusos protejan sus fronteras meridionales y occidentales, apuntando hacia Polonia y Lituania, por un lado, y Ucrania por el otro. “Necesito varias divisiones en el oeste y el sur, que se mantengan allí junto a un sistema de defensa muy firme”, declaró Lukashenko a la revista rusa de Defensa Nacional. También recordó, como si hiciera falta, que “Bielorrusia y Rusia forman parte formalmente de un `estado de unión´ y llevamos años en conversaciones para acercarnos cada vez más”. Al día siguiente, el domingo, el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, planteó la necesidad de mantener conversaciones en la OTAN sobre qué hacer a continuación, ya que “no hay duda de que las cosas han ido demasiado lejos”. En paralelo, el ministro de Defensa de Estonia, Kalle Laanet, agregó que “el potencial de escalada es extremadamente alto”.
“Si quieres provocar una guerra, aquí tienes una fórmula con altas probabilidades de éxito. Envía a miles de inmigrantes a tu frontera, haz que tus fuerzas fronterizas intenten empujarlos hacia el país vecino y haz disparos de advertencia cuando los soldados de tu vecino intenten mantener a los inmigrantes fuera. En una situación tan tensa, los soldados del otro país podrían malinterpretar los disparos y devolver el fuego. En la frontera de Bielorrusia con Polonia, un conflicto accidental de este tipo es ahora un riesgo concreto. ¿Qué hará la OTAN si se produce?”, se pregunta Elisabeth Braw del American Enterprise Institute, en un artículo que publicó en el sitio especializado Defense One.
La canciller alemana, Angela Merkel, quiere enfriar la situación y trató con Lukashenko armar un corredor para entregar ayuda humanitaria a los miles de inmigrantes, muchos de ellos iraquíes que dicen haber sido engañados por las agencias de turismo bielorrusas que les prometieron la entrada “sin mayores problemas” a Polonia y de ahí a Alemania y otros países centroeurpeos. Por ahora, Minsk no dio señales de querer cooperar con la propuesta de Merkel. Hay mucha mala sangre en el medio. Esta conversación telefónica es el primer contacto conocido entre el presidente bielorruso y un líder occidental desde que las elecciones presidenciales del año pasado en Bielorrusia desencadenaron protestas masivas de manifestantes que acusaban a Lukashenko de fraude electoral y la subsiguiente represión. La UE lleva meses intensificando las sanciones a Bielorrusia. Entre las restricciones que ya se aplicaron figuran la inclusión en una “lista negra” de Lukashenko, su hijo y otros 165 funcionarios bielorrusos. También se impusieron restricciones a la exportación de potasa, un mineral industrial ampliamente utilizado como fertilizante, y que constituye una de las mayores entradas de divisas al país.
Lukashenko amenazó con cerrar el gasoducto que transporta gas ruso a la Unión Europea a través del territorio bielorruso. “Estamos calentando Europa y nos amenazan con cerrar la frontera”, dijo el autócrata, en alusión al gasoducto Yamal-Europa, según la agencia de noticias estatal Belta. “¿Qué pasa si cortamos los suministros de gas natural ahí? Recomendaría a los líderes de Polonia, de Lituania y a otras personas con la cabeza vacía que piensen antes de hablar”.
En tanto, mientras todos los líderes se muestran los dientes y algunos ya parecen escuchar el sonido de los tambores de guerra, decenas de miles de personas permanecen a la intemperie con temperaturas bajo cero sin acceso a los servicios básicos. Y a pesar de esto, dicen estar dispuestos a permanecer en esa tierra de nadie entre Bielorrusia y Polonia, donde fueron empujados, hasta que Rusia y Europa terminen de arreglar sus asuntos y poder terminar su viaje hacia un territorio menos hostil del que provienen y del que ahora están atrapados.
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