El bosque de Białowieża, en la frontera entre el sureste de Polonia y Bielorrusia, fue desde siempre un territorio de conquista, sangre y muerte. En estas horas vuelve a ser el escenario de una confrontación entre los bielorrusos que quieren sacarse de encima a miles de inmigrantes provenientes de Medio Oriente y África arrastrándolos hacia el lado polaco y las fuerzas de Varsovia que intentan impedirlo. En el medio, tiritando de frío, golpeadas y amenazadas, miles de personas –la mayoría de ellas escapando de la guerra en sus países- se encuentran atrapadas en una puja política absurda.
La televisión polaca mostró a una de esas familias de refugiados que vienen desde Siria. Unos contrabandistas los fueron cruzando hasta llegar a Minsk, la capital bielorrusa, y de allí a la frontera polaca. Se encontraron con las puertas cerradas de un lado y con paramilitares del otro amenazándolos con matarlos si no se iban del país. Cruzaron dos veces y fueron deportados. La tercera vez se arriesgaron con tres chicos –incluida una niña de 8 meses y un niño de 2 años- a cruzar por la zona pantanosa y menos custodiada del bosque. Fue cuando los vieron unos reporteros polacos. “Cuando nos encontramos con ellos, tenían miedo de levantarse del suelo y nos rogaban que no llamáramos a la policía, susurrando: `Nos van a matar´”, contó el periodista.
Este es apenas un pequeño grupo entre los miles de migrantes atrapados en un peligroso terreno en la frontera bielorusa-polaca, como puerta de entrada a la Unión Europea, donde buscan refugio y asilo. Esa puerta se cerró de golpe hace dos semanas y desde entonces murieron al menos ocho migrantes en diferentes y poco claras circunstancias. El gobierno derechista de Polonia consiguió autorización del Parlamento para construir un muro sobre la frontera con Bielorrusia al estilo del que Donald Trump construyó en el borde con México, y envió una fuerza de 17.000 policías fronterizos reforzados por soldados del ejército para evitar la entrada de los migrantes. También estableció una zona militarizada de tres kilómetros adyacente a la frontera, a la que tienen prohibidos ingresar los servicios médicos, los cooperantes voluntarios y los periodistas. Crystal van Leeuwen de Médicos Sin Fronteras, decía este fin de semana a The Guardian que las ONG no pueden ingresar a pesar de que reciben constantes llamadas de los refugiados pidiendo ayuda para sus parientes enfermos.
El gobierno polaco sostiene que se trata de una política deliberada de Bielorrusia para socavar la frontera sureste de la Unión Europea, alentando la entrada de refugiados. Muchos son atraídos por las oficinas de viajes bielorrusas, controladas por el gobierno autoritario de Alexander Lukashenko, que, como intermediarios, organizan viajes desde Oriente Medio a Minsk, prometiendo el paso a Europa. La UE acusó al régimen bielorruso de animar a los inmigrantes a cruzar a hacia Europa Central, como una forma de guerra híbrida en venganza por las sanciones occidentales impuestas a Minsk por abusos de los derechos humanos.
El conflicto ya se está expandiendo por toda la región. Lituania, vecina de ambos países, anunció el envío de tropas adicionales a la frontera para prepararse para una posible crisis de refugiados. Su gobierno podría seguir los pasos de Polonia y declarar el estado de emergencia. Letonia, otra de las repúblicas bálticas, también a la vera de Bielorrusia, calificó la situación de “alarmante”. La líder bielorrusa en el exilio, Sviatlana Tsikhanouskaya, pidió una respuesta contundente de la UE y las Naciones Unidas. “El régimen de Bielorrusia agrava la crisis fronteriza: los migrantes son empujados a la frontera de la UE por hombres armados”, tuiteó. “El contrabando de migrantes, la violencia y los malos tratos deben terminar”.
Las imágenes en las redes sociales muestran a miles de migrantes caminando hacia la frontera polaca. En un vídeo, compartido por el servicio de blogging bielorruso NEXTA, se ve a migrantes exhaustos, cargados de mochilas y escasa ropa de invierno caminando por una carretera que lleva a la frontera polaca. En otros vídeos aparecen grandes grupos de migrantes sentados junto a la carretera y escoltados por hombres armados vestidos con uniformes militares sin insignias visibles. “Bielorrusia quiere provocar un gran incidente, preferiblemente con disparos y víctimas: según los informes de los medios de comunicación, están preparando una gran provocación cerca de Kuznica Bialostocka, donde habrá un intento de cruce masivo de la frontera”, aseguró el vicecanciller polaco, Piotr Wawrzyk, a la radio pública de su país.
Por su parte, el régimen bielorruso de Alexander Lukashenko negó en repetidas ocasiones haber fabricado una crisis de migrantes, y culpó a Occidente de los cruces rechazados y el trato que reciben los migrantes. El comité estatal de fronteras de Bielorrusia confirmó que “muchos refugiados” se están aproximando hacia la frontera polaca, y dijo que Varsovia está adoptando una “actitud inhumana”.
La UE, Estados Unidos y Gran Bretaña impusieron sanciones a Bielorrusia después de que Lukashenko desencadenara una violenta represión de las protestas masivas tras las fraudulentas elecciones del año pasado. Lukashenko desestimó todos los llamados de la oposición para que renuncie, respaldado por el dinero y el apoyo diplomático de su tradicional aliado, Rusia. El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, defendió la gestión de Minsk en la crisis migratoria, afirmando que Bielorrusia estaba tomando “todas las medidas necesarias para actuar legalmente”.
Los grupos humanitarios acusan a los nacionalistas gobernantes de Polonia de violar el derecho internacional de asilo al empujar a los migrantes de vuelta a Bielorrusia en lugar de aceptar sus solicitudes de refugio. Polonia dice que sus acciones son legales. El primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, dijo en Facebook que “la frontera polaca no es sólo una línea en un mapa. La frontera es sagrada: se ha derramado sangre polaca por ella”.
Esta zona comenzó a ser conocida en 1426, cuando el rey Władysław Jagiełło levantó un palacete sobre el río Łutownia desde donde salía a cazar dentro del bosque de Białowieża. Por siglos, la región fue tomada por diferentes monarquías y disputada por las iglesias católica y ortodoxa rusa. También fu escenario de varios pogrom contra los judíos. En la primera guerra mundial, quedó en manos de los alemanes.
El 1 de septiembre de 1939, con el inicio de la Segunda Guerra Mundial y el ataque conjunto alemán y soviético a Polonia, la Luftwaffe bombardeó el palacio real de Bialowieza y poco después el pueblo fue tomado por la 3ª División Blindada alemana. El 16 de septiembre, el general polaco Zygmunt “Zaza” Podhorski reconquistó la zona al mando de la Brigada de Caballería de Podlasie. Con el acuerdo Ribentrop-Molotov, la zona quedó bajo ocupación soviética y fue declarada parte de la región de Belastok de la República Socialista Soviética de Bielorrusia. En 1939 y 1940, la mayoría de los habitantes originales de la zona fueron detenidos y deportados a Siberia. Fueron sustituidos por trabajadores forestales rusos, pero en 1941 el bosque pasó a estar bajo ocupación alemana y los habitantes rusos también fueron deportados. Hermann Göring planeó crear allí la mayor reserva de caza del mundo, aunque nunca lo logró. Después de julio de 1941, el bosque se convirtió en un refugio para los partisanos polacos y soviéticos. Las autoridades alemanas organizaron ejecuciones masivas de personas sospechosas de ayudar a la resistencia. En julio de 1944 la zona fue capturada por el Ejército Rojo. La Wehrmacht, en retirada, voló la histórica mansión de caza de Białowieża. Después de la guerra, Białowieża fue transferida de nuevo a la República Popular Polaca comunista.
Ahora, en el histórico bosque donde se vivió tanto sufrimiento, son los migrantes de Medio Oriente y África los que dejan sus vidas entre sus abetos y robles. Las autoridades polacas informaron que hasta el domingo se habían encontrado ocho migrantes muertos en el lado polaco de la frontera, y que se produjeron más muertes en Bielorrusia. Las organizaciones humanitarias advierten que si no se da ayuda a los refugiados, con las bajísimas temperaturas y la posibilidad de que muchos intenten entrar a través de las zonas pantanosas, las víctimas se contarán de a cientos.