El Líbano no puede salir de su profunda crisis y el fantasma de la guerra civil ronda entre sus cedros

Los enfrentamientos entre shiítas y cristianos reavivaron el temor a una nueva confrontación bélica interna. Más del 75% de los libaneses están sumidos en la pobreza

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Soldados del ejército libanés desplegados
Soldados del ejército libanés desplegados tras los enfrentamientos armados entre shiítas y cristianos cerca del sitio de una protesta que se estaba llevando a cabo contra el juez Tarek Bitar, quien está investigando la explosión del puerto del año pasado, en Beirut. REUTERS/Mohamed Azakir

Las guerras tienen una larga y longeva cola de consecuencias que persiste en el tiempo. En El Líbano, que sufrió una devastadora guerra civil entre 1975 y 1990, esa memoria del horror regresó como un boomerang después la explosión del puerto de Beirut en agosto de 2020, que mató a 216 personas e hirió a más de 6.000. Fue un acontecimiento muy traumático que se sumó a un colapso económico sin precedentes y enfrentamientos armados en las calles. El resultado: los libaneses están sufriendo un aumento de los trastornos mentales y una escasez de los medicamentos necesarios para tratarlos. “Tuvimos la tragedia del puerto, el Covid, tuvimos la situación económica, tuvimos una cosa encima de la otra. Y esto derivó en un problema grave de salud mental”, dijo la psiquiatra Dra. Jocelyne Azar del Hospital Deir-el-Salib de Beirut.

Azar trabaja coordinadamente con la organización humanitaria Direct Relief que reportó un aumento exponencial de los casos menos graves de ansiedad y depresión, pero también de los más severos como la esquizofrenia. Wasseem Kabbara, de la American Task Force for Lebanon, dijo en el mismo informe que las llamadas telefónicas a una línea de atención al suicidio libanesa se han “disparado hasta el cielo”. El repentino estallido de los enfrentamientos sectarios del 14 de octubre en Beirut terminó de crear la “tormenta perfecta”. Todo encaja como para predecir una nueva guerra civil. Aunque esta vez, los libaneses ya no tienen ni la fuerza ni las convicciones que mostraron en esos 15 años de confrontación. Están emocionalmente agotados. Y la crisis no parece tener una salida en el futuro próximo.

Una de las muchas razones por las que los enfrentamientos tuvieron tanta resonancia fue el sitio en el que ocurrieron. El suburbio cristiano de Ain al-Remmaneh, en el extremo sureste de Beirut, fue el lugar donde comenzó la guerra civil en abril de 1975, tras una serie de incidentes que culminaron con el tiroteo de milicianos cristianos contra un autobús cargado de palestinos, en el que murieron más de 20 personas. Durante los 15 años siguientes, Ain al-Remmaneh estuvo en primera línea de una guerra civil cambiante, enfrentada al suburbio adyacente de Chiyah, de mayoría musulmana shiíta. Fue desde Chiyah donde un grupo de manifestantes shiítas desencadenó los enfrentamientos el 14 de octubre al irrumpir en Ain al-Remmaneh coreando la simple y devastadora consigna sectaria de “¡Shia, shia, shia!”.

Funerales de algunas de las
Funerales de algunas de las víctimas den enfrentamiento entre el Hezbollah y la facción cristiana del FL. REUTERS/Mohamed Azakir

Los siete muertos en el enfrentamiento fueron shiítas, entre ellos algunos del movimiento Hezbollah, respaldado por Irán, y de la facción aliada Amal. El incidente desencadenó un virulento intercambio de acusaciones y desmentidos entre la alianza shiíta y el partido cristiano Fuerzas Libanesas (FL). El líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, acusó al FL de enviar francotiradores a disparar desde los techos en un intento de encender una guerra civil en la que, dijo, “Hezbollah no se verá arrastrado”. Aunque recordó que tenía 100.000 combatientes listos para derrotar a cualquier oponente. El jefe del FL, Samir Geagea, replicó que su partido no contaba con una milicia propia y no buscaba la guerra. Acusó a Hezbollah de intentar encubrir su responsabilidad en la gran explosión del puerto de Beirut y que había presionado para que se destituyera al juez de la causa, que fue lo que provocó la manifestación shiíta.

La tensión es máxima. Durante los enfrentamientos de Ain al-Remmaneh, los suníes de las zonas cercanas y los cristianos del distrito de Ashrafieh, en el este de Beirut, temieron otro “7 de mayo”, el día en que en 2008 los combatientes de Hezbollah invadieron el oeste de Beirut para aplastar a los opositores suníes y drusos. “Si los enfrentamientos hubieran involucrado a los sunitas en lugar de a los cristianos, los problemas habrían estallado en todo el país en una hora”, dijo una fuente militar al veterano corresponsal de la BBC, Jim Muir. “La gente está hasta el cuello y un enfrentamiento con Hezbollah habría sido la gota que colmó el vaso”. Y otro veterano político cristiano agregó: “No veo una guerra civil mañana por la mañana, llevará tiempo, pero estallará. Habrá más incidentes... así es como empezó en 1975. ¿Cómo se puede parar?”.

De todos modos, hay elementos geopolíticos diferentes ahora con respecto a lo sucedido hace 46 años. Entonces, las facciones cristianas de derecha (que más tarde se transformarían en el FL) quisieron destruir el poder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y el Estado dentro del Estado que había establecido tras ser acogidas como refugiados. No pudieron hacerlo por sí solos, así que involucraron primero a Siria, en 1976, y luego a Israel para que los ayudaran. Terminó con la invasión israelí de 1982 que expulsó a Yasser Arafat y a la OLP.

Walaa, una empleada estatal de
Walaa, una empleada estatal de Beirut muestra su modesta cocina y la falta de alimentos debido a la grave crisis económica que vive El Líbano. Kareem Chehayeb / Al Jazeera.

Ahora el FL se enfrenta a otro Estado dentro del Estado, esta vez del Hezbollah, que salió fortalecido de la guerra. Fue la única facción a la que se le permitió conservar las armas por el acuerdo de paz de Taif de 1989, que puso fin a la guerra civil, debido a su papel de “defensor del Líbano contra Israel”. Desde entonces construyó una fabulosa milicia con gran experiencia de combate en la ahora guerra siria y en la que protagonizó contra Israel. También armó una gran red de servicios sociales, hospitales y otras estructuras para su comunidad. Y, sobre todo, tiene detrás todo el poder de Irán y responde a sus ambiciones regionales. Esto convierte ahora a El Líbano en un campo más del eterno enfrentamiento sunita-shiíta. El Hezbollah, shiíta financiado por Irán, se enfrenta al FL que recibe importantes aportes de la Arabia Saudita sunita, a su vez aliada de Estados Unidos. Un columnista del diario Al-Anwar lo puso así: “Los iraníes y los estadounidenses están luchando entre sí en el Líbano, en Irak y en Yemen. Hay que ver el panorama general”.

Todo esto en el medio de una crisis económica sin precedentes. El ascenso del multimillonario magnate de las telecomunicaciones, Najib Mikati, como nuevo primer ministro en septiembre, tras meses de disputas por el reparto del poder entre los grupos confesionales del país, apenas inspira confianza en la capacidad del nuevo gobierno para superar los problemas del Líbano. La escasez de combustible, debida a una crisis de divisas en la que el país entró efectivamente en bancarrota, no es más que un eslabón más en una serie de problemas más amplios que llevaron al Banco Mundial a calificarla como la “crisis más grave del mundo desde mediados del siglo XIX”.

El Consejo de Relaciones Exteriores hizo una evaluación de la situación y anunció que El Líbano ya cumplía todos los criterios para ser denominado como “posible Estado fallido”. Se constató que el 75% de los libaneses viven por debajo del umbral de la pobreza (como mínimo), también 1,7 millones de refugiados sirios cuya situación es peor que la de los ciudadanos libaneses, con falta de electricidad de 22 horas por día y una deuda pública del 175% del PBI. La libra libanesa prácticamente no tiene valor, se devaluó un 90% frente al dólar en el último año. El aumento de los precios superó el 400% y los alimentos básicos ya están fuera del alcance de la mayoría. La economía libanesa se contrajo más de un 20% en 2020. Y, por supuesto, está la corrupción. En el Índice Global de Percepción de la Corrupción, reconocido como la evaluación más fiable en este campo, El Líbano ocupa el puesto 137 en una lista de 180 países, y se ubica al lado de Rusia, Papúa Nueva Guinea y la República Democrática del Congo.

Protesta frente a la asociación
Protesta frente a la asociación de bancos contra el gobernador del Banco Central, Ryad Salame, a quien hacen responsable del "corralito" a los depósitos y la profunda devaluación de la libra. EFE/EPA/NABIL MOUNZER

Está hirviendo el caldo de cultivo para otra guerra. Pero hay elementos que también la frenan. El Hezbollah es, sin dudas, la fuerza más importante que podría triunfar en un conflicto interno. Pero todo podría derivar en una nueva guerra de décadas, en la que se enfrentaría no sólo con los cristianos, sino también a los sunitas y posiblemente también los drusos. Invadir zonas cristianas destruiría la alianza de Hezbollah con los rivales cristianos del FL de Geagea, el Movimiento Patriótico Libre del presidente Michel Aoun y su poderoso yerno Gebran Bassil, dejándolo sin resguardo. “No hay solución en el Líbano que implique la eliminación de Hezbollah, excepto mediante una guerra total, que los libaneses no pueden emprender”, dijo un alto oficial cristiano veterano de la guerra civil al corresponsal de la BBC. “Hezbollah está ahí y tenemos que vivir con ello. La mejor apuesta es potenciar al máximo el Ejército libanés y reforzar la oposición a Hezbollah en el Parlamento. Tienen que adaptarse a un compromiso político”.

En este contexto es que se realizarán unas cruciales elecciones parlamentarias el 27 de marzo y unas negociaciones con el Fondo Monetario Internacional para intentar solucionar el peso de la deuda que comienzan en noviembre. Es también el contexto en el que están viviendo los libaneses y en el que sufren las graves consecuencias para su salud mental.

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