Alexandra y Violeta son nombres falsos de dos mujeres que lograron sobrevivir al infierno. Ambas llegaron a Madrid desde Rumania y Perú con promesas de un mejor porvenir. Les ofrecían trabajo, techo y comida, a cambio de saldar deudas económicas. Pero lo que parecía un escenario ideal se terminó convirtiendo en un calvario.
Con motivo del Día Europeo contra la Trata de Seres Humano, que se celebra el lunes, el diario El Mundo de España entrevistó a estas dos mujeres que durante años formaron parte de redes de explotación sexual en Madrid.
“Estuve en el infierno y no podía salir; todavía tengo ataques de pánico”, declaró Alexandra, de 34 años, a El Mundo. Durante 12 años estuvo involucrada en una red que prostituye a rumanas secuestradas en el país balcánico. Al llegar a Madrid les incautaban sus documentos y solo tenían permitido salir del lugar donde se alojaban para vender sus cuerpos en la calle. “Esto es lo que tienes que hacer; si no, podría pasarte algo grave a ti... O a tu familia”, cuentan que les decían quienes manejaban la red de trata.
Alexandra y Violeta lograron sobrevivir al infierno gracias al Ayuntamiento de Madrid y al centro de mujeres Concepción Arenal. Actualmente cuentan con permisos de residencia en España y trabajos legales. Sueñan con dejar el pasado atrás y miran hacia el futuro con la esperanza de un mejor porvenir.
Alexandra llegó a Madrid a los 20 años. La llevaron a un departamento de Vallecas, donde le arrebataron todas sus pertenencias. “Me pidieron los papeles y me dieron una habitación en un piso compartido con 10 ó 12 personas, con cinco o seis chicas más y los hombres que lo controlaban todo. Te dicen: ahí tienes tu habitación, tu comida, dinero, pero tienes que trabajar para pagar tu deuda”, narró al diario español.
Violeta, por su parte, hace años que no ve a su familia y no sabe cuándo lo volverá a hacer. Durante un año ejerció la prostitución en la calle. “Hay hombres buenos pero también otros malos, muy malos. Se pasa mucho miedo”, declaró a El Mundo. Ella arribó desde Perú con la promesa de un trabajo como esteticista. Sin embargo, apenas llegada a España se encontró con la triste realidad. “Se me cayó el mundo encima. Me llevaron a la calle y me dijeron: tienes que tener sexo con quien venga, le cobras y a esperar al siguiente”, reveló.
Las mafias que secuestran mujeres buscan jóvenes atractivas con dificultades económicas. “Las captan en entornos pobres y en familias con graves problemas económicos o desestructuradas; en Nigeria, algunos padres sacrifican a su hija mayor para alimentar al resto de la familia y la mandan a España”, dijo al El Mundo Belén Cano, coordinadora del centro municipal Concepción Arenal, que desde 2004 ofrece atención integral a las víctimas de trata de personas.
Alexandra y Violeta ahora son libres e intentan vivir una vida normal. Pero el pasado se hace difícil olvidar y las heridas aún no cicatrizan. “Yo no tengo pareja, y no la podré tener en toda mi vida”, cuenta Alexandra, quien ahora se desempeña como teleoperadora. Hace dos años abandonó la prostitución y se inscribió en la universidad. Su sueño siempre fue estudiar. Mientras que Violeta solo sueña con un “futuro estable y tranquilo”.
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