Un conflicto de dos frentes con vecinos hostiles, y los tres tienen armas nucleares. La disputa sobre Cachemira entre India, Pakistán y China convierten a esa región de los Himalayas en una de las más peligrosas de la Tierra. Un enfrentamiento con todos los condimentos para llegar a un muy rápido escalamiento y consecuente enfrentamiento armado.
Esta semana, al menos cinco miembros de las fuerzas armadas indias y dos insurgentes independentistas pro-pakistaníes murieron en la disputada Cachemira india, muy cerca de la extremadamente militarizada línea de control (LOC) que separa el territorio indio del administrado por Pakistán. El gobierno de New Delhi acusa al de Islamabad de estar detrás del ataque. El hecho se produce tras dos semanas en las que se registraron 28 asesinatos selectivos. Las últimas víctimas fueron dos profesores indios y el reportero Shahid Zehri, de la televisión local Metro 1. Las fuerzas de seguridad indias detuvieron a 560 personas acusadas de pertenecer a las milicias del Frente de Resistencia, una célula de la organización terrorista Lashkar-e Taiba.
Simultáneamente, en el otro frente, se producían enfrentamientos diarios entre guardias fronterizos chinos e indios. En las últimas horas, el ejército indio triplicó la presencia militar en los 800 kilómetros de frontera. Sólo en la conflictiva región oriental de Ladakh ya hay más de 50.000 soldados. También se ha apresurado a abastecerse de alimentos y equipos para las gélidas temperaturas y las altitudes de 4.500 metros antes de que la región quede aislada durante gran parte del invierno. Desde New Delhi se anunció que todo un batallón de ataque, una fuerza ofensiva de decenas de miles de soldados más, se desplazará hacia la cada vez más peligrosa frontera con China desde la larga y volátil frontera con Pakistán.
Las hostilidades se agravaron desde que India firmó el último acuerdo de Defensa con el grupo conocido como la Cuadrilateral, con Estados Unidos, Australia y Japón. En Beijing no cayó nada bien la resurrección de esa alianza que tiene como objetivo básico contener el expansionismo chino. La conquista del poder en Afganistán por parte de los talibanes también movió allí el tablero. El derrocado gobierno pro-occidental de Kabul había sido un aliado de la India. Los talibanes tienen desde siempre el apoyo de los militares paquistaníes y ahora sumaron a China como aliada.
Los imperios ruso y británico se disputaron Afganistán en el siglo XIX, y Estados Unidos y la Unión Soviética en el XX. Con el regreso de los rigoristas talibanes al mando de la estratégica nación, el nuevo Gran Juego tiene a Pakistán en el control, con su aliado China buscando cimentar su influencia regional, desde Sri-Lanka hasta Nepal. Cuando los talibanes tomaron Kabul, el primer ministro paquistaní, Imran Khan, dijo que los afganos habían roto los “grilletes de la esclavitud”. China, que no intervino anteriormente en Afganistán pero que mantiene una sólida alianza con Pakistán, ahora se siente atraída por la riqueza mineral del país, incluidas sus grandes reservas de litio, un componente clave para los vehículos eléctricos. China también está estudiando la posibilidad de aumentar la seguridad de su estrecha ruta terrestre a través de las montañas del Karakórum hacia Pakistán, y proteger su región occidental de Xinjiang de los militantes del Movimiento Islámico del Turquestán Oriental (ETIM) que buscan independizarse de Beijing y que se refugian en territorio afgano. “Mientras que Pakistán podría estar pensando en aprovecharse de Afganistán contra India, no es necesariamente el caso de China”, explicó a la radio pública de Chicago, Zhang Li, profesor de la Universidad de Sichuan. “La principal preocupación de China ahora es que los talibanes construyan un régimen inclusivo y moderado para que el terrorismo no se extienda a Xinjiang y a la región. Cualquier otro cálculo posterior a eso está por verse”.
En los Himalaya, aunque India es experta en el combate a gran altura, se enfrenta a un ejército chino mucho mejor financiado y equipado. China, con una economía cinco veces mayor que la de India, también está invirtiendo mucho en la región, para contrarrestar la influencia india. El primer ministro indio, Narendra Modi, está tratando de acelerar las reformas de modernización en el ejército para optimizar los recursos. La ralentización de la economía causada por la pandemia impidió aumentar el presupuesto de Defensa en forma considerable. En 2020, India gastó unos 73.000 millones de dólares en el ejército, frente a los 252.000 millones de China.
Desde la gran guerra de 1962, India y China contuvieron en gran medida sus disputas mediante conversaciones y tratados. Los enfrentamientos se producen porque, a diferencia de lo que ocurre con Pakistán, donde la frontera está claramente definida en los mapas, India y China nunca se pusieron de acuerdo sobre la demarcación específica de los 3.000 kilómetros de frontera, conocida como Línea de Control. Los funcionarios indios dicen que sus homólogos chinos se han mostrado reacios, prefiriendo mantener la incertidumbre de la frontera como “táctica de presión”. El general Ved Prakash Malik, antiguo jefe del ejército indio, declaró que los enfrentamientos del año pasado en el valle de Galwan, en los que murieron al menos 20 soldados indios y cuatro chinos, habían cambiado fundamentalmente los cálculos de la India. “La mayor baja en Galwan, en mi opinión, no fue que perdiéramos 20 hombres, sino que se rompió la confianza. China no respeta los acuerdos que firmó”, dijo el general Malik.
Precisamente, esos combates del año pasado fueron un duro golpe para Modi, que estaba intentando apuntalar una fórmula de prosperidad mutua con China. Desde que el premier indio asumió el cargo, los líderes de los dos países se reunieron 20 veces. Ni siquiera los enfrentamientos de 2017 que duraron 73 días lograron romper la amistad. Durante las tres visitas de Xi Jinping a New Delhi, se los vio disfrutar de los encuentros. También cuando Modi fue a Beijing y Xi le dio la bienvenida con un conjunto chino que tocaba una banda sonora de Bollywood de los años 70. La cúpula militar india se mantiene mucho más cauta que el premier. Los generales vienen advirtiendo del expansionismo chino desde hace décadas y saben que son especialmente vulnerables en el este de Ladakh, donde China tiene la ventaja del terreno -la meseta tibetana facilita el movimiento de las tropas- y mejores infraestructuras en su lado de la frontera.
Las graves dificultades que provoca el terreno montañoso también marcan este conflicto trilateral. Durante décadas, el ejército indio ha llevado a cabo enormes operaciones logísticas en las montañas. Transporta cientos de toneladas de material cada día para mantener a 75.000 soldados apostados en la frontera y tiene que concentrar grandes recursos para abastecerse durante los seis meses de invierno, cuando es imposible llegar por tierra. En el glaciar de Siachen –más conocido como el campo de batalla en el techo del mundo- se enfrentaron varias veces las fuerzas indias y paquistaníes.
Con una situación cada vez más volátil e incierta. Este Gran Juego a tres bandas entre chinos, indios y paquistaníes es una amenaza latente para la estabilidad global.
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