Tikopia es una de las islas más remotas del mundo, un pequeño paraíso oculto en la inmensidad del Océano Pacífico ubicado en el extremo orientas de las Islas Salomón. Un lugar mágico y lleno de historias fantásticas, pero a su vez temibles, pues vivir en el paraíso viene acompañado de un precio a veces bastante alto.
Llegar a Tikopia es una travesía. Se requieren tres días de viaje en barco solo para alcanzar la capital provincial de las islas, Lata, y otro cinco días para llegar a la capital del país, Honiara. La isla más cercana a Tikopia está a casi 130 kilómetros de distancia, se llama Anuta y es incluso más pequeña que Tikopia, que mide apenas 5 kilómetros cuadrados.
Con una extención tan reducida, y al estar tan alejada de todo y de todos, vivir en Tikopia significa, literalmente, vivir de Tikopia. Es decir, que tu subsistencia esté completamente ligada a los recursos en la isla.
Los habitantes de este remoto lugar, que llegaron allí desde el año 900 antes de Cristo, subsisten gracias a la naturaleza, a la conexión que generan con ella y a la adaptación progresiva y moderada a la modernidad.
Uno de esos “avances” se dio muy temprano, en algún momento del año 1200 después de Cristo, cuando los habitantes de la isla empezaron a desarrollar un sistema de huertos sostenibles que les permitió mantener una población relativamente pequeña y estable en la isla.
Al ser una población tan pequeña (actualmente de 1.200 habitantes distribuidos en 20 villas) tomar decisiones de forma colectiva y por consensos no es una tarea tan difícil, algo que han hecho a lo largo de su historia.
Así, alrededor de los años 1600, cuando los primeros europeos empezaron a toparse con la Tikopia, sus habitantes tomaron la decisión de sacar a todos los cerdos de la isla porque estaban comiendo y destruyendo los cultivos, que eran (y todavía son) la base de la subsistencia de la población. También decidieron dedicarse a la pesca como su otra actividad económica, y desarrollaron una forma de hacerla sostenible.
El precio del paraíso
Hasta este punto de la historia Tikopia puede parecer una utopía flotante en la Melanesia, como todo, lo que parece demasiado bueno para ser cierto, en el caso de esta isla paradisíaca la sobrepoblación ha sido siempre el gran problema a resolver y los métodos que han empleado no han sido los más respetuosos de los derechos humanos.
Por ponerlo en perspectiva, comparativamente hablando, la densidad poblacional de Tikopia es casi siete veces mayor que la de Estados Unidos, y recordemos que todos sus habitantes dependen de lo que se produce en la propia isla así que este no resulta un detalle menor.
Con dos objetivos en mente: prevenir la hambruna y mantener un número óptimo de ocupantes; los habitantes de Tikopia han ideado creativas, y muy estrictas soluciones.
Por ejemplo, la planificación familiar es algo supremamente estricto en la isla, al punto de que sólo al hijo mayor de cada familia se le permite tener descendencia, se previenen los embarazos no deseados y cuando ocurren, estos fetos son abortados. Además los padres se vuelven célibes tan pronto como su hijo mayor está en edad suficiente para casarse.
Y cuando pasan cosas catastróficas, como una muy mala cosecha o un tifón, que amenaza la subsistencia de toda la comunidad, las soluciones son aún más drásticas.
De acuerdo con historiadores de la isla, en estos casos los padres salían al mar en canoas con sus hijos para nunca regresar; las personas solteras terminaban sus vidas con una cuerda hecha de hojas de palma; los recién nacidos eran depositados debajo de una hoja en la arena polvorienta blanca como la nieve, como si nunca hubieran existido.
Todos estos métodos eran habituales en la isla hasta que la introducción del cristianismo en 1858 alteró algunas de estas tradiciones.
Hoy en día, es más común que ante la sobrepoblación los jóvenes abandonen la isla hacia archipiélagos cercanos o hacia tierras europeas.
Ahora los peligros que enfrenta Tikopia tienen que ver con el cambio climático, una causa que motivó en 2018 a la primera visita oficial del rey de la isla Ti Namo al mundo occidental.
Y apenas este año un primer ministro de las Islas Salomón hizo su primera visita oficial a la isla de Tikopia, una señal de que este paraíso perdido en medio del Pacífico comienza a tender puentes con el mundo moderno.
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