Christiania, célebre comuna libre en una zona céntrica de Copenhague, cumple medio siglo como experimento social que ha superado la resistencia de las autoridades y pese a la relación problemática con la venta y consumo del cannabis.
En el auge del espíritu de mayo del 68, un grupo de jóvenes ocupó justo hace 50 años unos antiguos barracones militares y proclamó la ciudad libre de Christiania, de inspiración anarquista.
El Estado no tardó en reaccionar, y tras una demanda, la justicia ordenó en 1978 su desalojo; protestas masivas hicieron rectificar a las autoridades, que reconocieron luego su derecho a vivir allí.
El Parlamento aprobó en 1989 la “ley Christiania”, que conservaba el asentamiento y hablaba de una futura legalización y normalización. Fue reformada en 2004, anulando el derecho colectivo de usufructo de un atractiva área de 34 hectáreas situada junto al canal.
Los christianitas demandaron al Estado por la propiedad y uso de la zona, pero perdieron en los tribunales: cuando la desaparición amenazaba, una larga negociación acabó con la compra de los terrenos por un fondo, que se los cedió a la comuna.
”La dirección del fondo no se mete en las decisiones de Christiania, es la asamblea general la que sigue decidiendo”, explica Hulda Mader, miembro del secretariado de la comuna.
Los christianitas, cerca de 900 personas, pagan una cantidad mínima a la caja común por casa; el resto del alquiler se calcula por el tamaño de la vivienda. Pero las viviendas son de propiedad colectiva: no se pueden vender, pero sí intercambiar.
Las complicaciones derivadas de la creación del fondo, tanto por el pago de préstamos a 30 años concedidos por el Estado como por tener que cumplir con normas urbanísticas, no le han quitado su esencia. La asamblea general es el órgano superior y las decisiones se toman hasta alcanzar el mayor consenso posible.
”Eso es en lo que consiste Christiania: en hablar, hablar y hablar. Nuestra estructura es muy fuerte, aunque eso también cree problemas”, apunta Emerick, un christianita que forma parte de la oficina de mantenimiento y construcción.
PUSHER STREET, LA CALLE MÁS FAMOSA Y OBJETO DE DISCORDIA
El nombre de Christiania aparece asociado al cannabis y a Pusher Street (calle de los camellos), el mayor centro de venta y consumo de cannabis del norte de Europa.
Legalizar el cannabis es consigna colectiva desde el origen de Christiania, que creó un mercado, más o menos consentido por las autoridades según la época, controlado inicialmente por los christianitas pero desde hace años manejado por bandas ajenas. Cuando se llega a la calle, los lugareños piden a todos los turistas abstenerse de sacar fotografías de los stands dónde venden la mercadería.
Los christianitas han cerrado temporalmente la calle después de episodios violentos, pero la muerte por un disparo de un joven en julio hizo que casi dos centenares de residentes impulsaran un manifiesto para clausurarla de forma definitiva, propuesta que no prosperó en la asamblea.
Algunos voces apuntan a que el cierre de Pusher Street supondría la pérdida de una fuente importante de ingresos para tiendas, bares o restaurantes de la comuna que se llenan de gente, turistas incluidos, que acuden a consumir cannabis.
UN REFERENTE CULTURAL Y TURÍSTICO
Otros señalan que la venta de cannabis no repercute directamente en Christiania, y que esta se sustenta en las aportaciones de sus habitantes, además de renegar de que se la identifique como un Amsterdam en miniatura.
Aparte de contar con panadería, restaurantes o guardería propia, Christiania -una de las grandes atracciones turísticas de la ciudad- tiene una dimensión que se extiende a muchas otras esferas.
Los bicicarros fabricados allí son elemento indispensable del paisaje urbano, como las sudaderas con el lema “Bevar (protege) Christiania”; y su mercado navideño es uno de los más populares.
Por algunos de sus locales de conciertos han pasado desde Bob Dylan a Rage Against the Machine, Patti Smith o Metallica. Y nacido y crecido en la comuna es Lukas Graham, líder de la exitosa banda de “pop-soul” del mismo nombre.
Christiania es un crisol de gente de nacionalidades diversas y de cualquier capa social, que cada año celebra una cena gratuita de Nochebuena para quien no tiene con quien pasar la velada.
Y es también un hervidero de inventiva que se plasma en el diseño de las casas o en actividades como teatro, circo, artes plásticas u otras manifestaciones de creatividad.
”No me puedo imaginar un Copenhague sin Christiania. Christiania contribuye a hacer un Copenhague más diverso”, resumió hace días el alcalde de la capital, el socialdemócrata Lars Weiss, al recibir delante del ayuntamiento a una caravana de cientos de personas que recorrió el centro para celebrar el aniversario.
Weiss se mostró esperanzado de que sobreviva medio siglo más pese a “tensiones y roces” y apeló a la unión inseparable con la comuna, como recuerda su canción emblema: “No podéis matarnos porque somos parte de vosotros mismos”
(con información de EFE)
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