Los consumidores europeos se enfrentan a la perspectiva de un aumento vertiginoso de las facturas de calefacción en invierno debido a una confluencia de factores globales que han planteado dudas sobre cuán vulnerable sigue siendo Europa a los cambios en los precios mundiales de la energía.
A medida que las economías reabren después de los confinamientos por el COVID-19, los precios mayoristas del gas natural en el continente se han disparado más del 250% desde enero, impulsados principalmente por la alta demanda de gas natural licuado en Asia y los suministros inferiores a lo habitual de Rusia.
También aumenta la presión sobre el mercado y los hogares una profunda transformación de la UE hacia un futuro con bajas emisiones de carbono, eliminando gradualmente los combustibles fósiles.
Por eso, la Comisión Europea dijo el miércoles que está preparada para validar “medidas temporales a corto plazo” para hacer frente a los efectos de una crisis energética global.
El aumento de los precios en Europa afecta particularmente a España, por su dependencia del gas para su producción de electricidad, en un grado más profundo que para vecinos europeos, como Francia.
Pero Francia tampoco está a salvo, ya que incluso si produce principalmente su electricidad a partir de sus centrales nucleares, los precios de mercado siguen a los de las materias primas (gas y carbón), que han aumentado considerablemente.
Por su parte, Italia anunció que eliminará los cargos fijos de la factura de la luz hasta diciembre para las familias y las pequeñas empresas, como medida para compensar la elevada subida de los precios, y pidió una acción conjunta de Europa para “diversificar el suministro eléctrico”.
Ojos puestos en Rusia
A inicios de septiembre, unos 40 miembros del Parlamento Europeo enviaron una carta a la Comisión acusando a la empresa rusa Gazprom precisamente de manipular los precios del gas a Europa.
Según esa carta, Rusia habría disminuido el flujo de gas hacia Europa a través de Ucrania para forzar a Alemania a aprobar la activación del gasoducto Nord Stream 2, un multimillonario proyecto al que Estados Unidos se opone con firmeza.
La consultora económica S&P Global afirmó hace una semana que los tanques de reservas de Gazprom en Europa estaban en muy bajo nivel, y evaluó que el plan sería reponer los stocks mediante Nord Stream 2 antes del invierno boreal.
Vuelven las centrales a carbón
Fuera de la Unión Europea, la situación también se tornó grave en el Reino Unido, donde los precios de la energía igualmente se han disparado.
El país tuvo que poner en marcha en las últimas semanas sus centrales eléctricas de carbón para garantizar el suministro de electricidad en el país, lo que podría retardar sus esfuerzos para la transición energética.
Las centrales eléctricas de carbón, particularmente contaminantes, “han jugado un rol vital para poder mantener las luces encendidas en tanto el sistema energético se encuentra bajo una considerable presión”, dijo la compañía energética británica Drax.
Drax, operador de la central eléctrica a carbón más grande del país, ubicada en Yorkshire, en un principio planeaba abandonar el combustible fósil en 2021 y reemplazarlo por biomasa.
Pero la empresa indicó que extendería el uso de carbón si fuera necesario para ayudar al equilibrio de la red eléctrica, afectada en las últimas semanas, señaló este jueves su director al Financial Times.
Esto podría obstaculizar el compromiso del gobierno británico de renunciar totalmente al carbón en octubre de 2024. El país organiza la COP26, la conferencia climática mundial, en Glasgow en noviembre y apuesta a la neutralidad de carbono para 2050.
Otro efecto colateral: escasez de dióxido de carbono
En medio de la crisis, el gobierno del Reino Unido está considerando ofrecer préstamos estatales a las empresas de energía para ayudarlas a cubrir el costo de contratar clientes de empresas más chicas que han quebrado debido al alza de los precios del gas.
Gran Bretaña privatizó British Gas en 1986 y, después de una serie de medidas de desregulación desde entonces, el mercado de consumo ha visto una plétora de empresas diferentes, algunas esencialmente solo comerciantes, que ofrecen gas y electricidad a los hogares.
Los precios récord provocaron la quiebra de varias de ellas, lo cual repercutió en los mercados de productos químicos y fertilizantes. CF Industries, una empresa estadounidense que proporciona el 60% del dióxido de carbono de Gran Bretaña, detuvo sus operaciones en dos plantas que producen dióxido de carbono (CO2) como subproducto de su principal negocio.
La escasez de dióxido de carbono es particularmente preocupante para el suministro de alimentos, ya que este producto se usa para poner el efervescente en la cerveza y los refrescos, y también se usa para aturdir a los cerdos y las aves de corral en los mataderos, así como para preservar la vida útil de la carne.
Los estantes de los supermercados con estos productos ya quedaron vacíos en algunos lugares y los productores de pavo advirtieron que las familias podrían quedarse sin su tradicional almuerzo en Navidad si continúa la escasez de dióxido de carbono.
Para evitar más escasez, el gobierno se vio obligado a otorgar ayuda estatal a las empresas productoras.
Tesco, el grupo de supermercados más grande del país, advirtió a los funcionarios del gobierno la semana pasada que la escasez provocaría compras de pánico en el período previo a la Navidad si no se tomaban medidas.
Cuando Times Radio le preguntó al el secretario de Comercio, Kwasi Kwarteng, si alguna solución implicaría que el gobierno brinde apoyo financiero para que el sistema vuelva a funcionar, Kwarteng respondió: “Puede funcionar, pero hay otras opciones sobre la mesa. Necesitamos buscar otras fuentes de suministro de CO2″.
Seguir leyendo: