El partido gubernamental, Rusia Unida, ha revalidado su mayoría en la Duma rusa o Cámara Baja en unas elecciones en las que el Partido Comunista ha sido el gran beneficiado del desgaste de la fuerza del Kremlin y de la persecución de la oposición extraparlamentaria liderada por Alexéi Navalny.
Con el 27,82 % de los votos escrutados, Rusia Unida ganaba las elecciones parlamentarias en Rusia con el 44,92 % de los votos, lo que supone, pese a tener mayoría en la nueva Duma, el peor resultado desde 2003 y una considerable pérdida de confianza en comparación con el 54,2 % que cosechó en las legislativas de 2016.
Mientras, los comunistas, segunda fuerza en la cámara de diputados, lograron un 21,97 % de los votos, el mejor resultado desde 1999. Hace cinco años obtuvieron un 13 %.
La menor participación, del 45,15 % en estos comicios frente al 47,88 % de 2016, favoreció al partido gubernamental, ya que el votante más opositor se quedó en casa.
El secretario general de Rusia Unida, Andréi Turchak, aseguró en un acto en la sede del partido en Moscú que el partido del presidente Vladímir Putin “ha obtenido una victoria limpia y honesta”.
UN PARTIDO SISTÉMICO MÁS EN LA DUMA
En la Duma entrarán cinco partidos que han superado la barrera del 5 %, uno más que en la anterior legislatura.
A los oficialistas y comunistas les siguen el Partido Liberal Democrático (PLDR) del ultranacionalista Vladímir Zhirinovski (8,42 %); los socialdemócratas de Rusia Justa (7,32 %) y el partido de nuevo cuño Gente Nueva (6,42 %), un proyecto del Kremlin para dividir el voto.
Estos partidos votan tradicionalmente en las grandes cuestiones con Rusia Unida, por lo que se les conoce como oposición sistémica.
El resultado cosechado por Rusia Unida garantizaría la mayoría absoluta al partido del Kremlin, ya que, además de liderar por listas de partidos, sus candidatos ganaban la mayoría de las 225 circunscripciones mayoritarias.
Los expertos oficialistas pronostican que con el 45 % de los votos y la victoria en 190 de las circunscripciones, Rusia Unida renovaría la mayoría constitucional, es decir, más de 300 escaños de los 450 asientos de la Duma.
El líder comunista, Guennadi Ziugánov, señaló no obstante que solo con “trampas” Rusia Unida podría haber logrado la mayoría constitucional.
DENUNCIAS DE FRAUDE
Los comunistas han denunciado numerosas irregularidades en estas elecciones, que duraron tres días y que por primera vez permitieron el voto electrónico en Moscú y seis regiones, una plataforma que, según la oposición dentro y fuera de la Duma, facilita el fraude.
Según la organización Golos, que vela por los derechos de los electores, el principal problema de “magnitud nacional” ha sido la votación forzosa de militares y funcionarios, el fraude en el voto a domicilio e intentos de impedir el trabajo de los observadores.
La Comisión Electoral Central (CEC) ha admitido algunas irregularidades al anular 8.539 votos en 17 regiones y dar cuenta de 12 casos de relleno de urnas en ocho.
Pese a las denuncias, la presidenta del órgano electoral, Ella Pamfílova, aseguró que hubo varias veces menos irregularidades que hace cinco años.
También el Ministerio del Interior restó importancia a las infracciones, aduciendo que no influyen en el resultado final.
Sin embargo, los datos preliminares no pueden ocultar el desgaste que ha sufrido el partido tras 20 años en el poder.
El descontento social por la pandemia del coronavirus y la situación económica en el país -con una inflación interanual del 6,68 % en agosto y 17,8 millones de ciudadanos con ingresos por debajo del nivel de subsistencia- ha pesado en las urnas, según ya auguraban las encuestas previas a las elecciones.
UNA VICTORIA NECESARIA PARA PUTIN
El presidente ruso, Vladímir Putin, necesitaba al menos una mayoría que le permitiese demostrar el apoyo a sus políticas en la Duma cuando termine su mandato en 2024 y decida si se presenta a la reelección a fin de perpetuarse en el poder hasta 2036.
El partido gubernamental no podía arriesgarse a perder la mayoría y por ello Putin adoptó medidas populistas antes de las elecciones, entre ellos más beneficios sociales para militares, pensionistas y familias con hijos, así como veteranos de guerra.
Pero las autoridades, sobre todo, emprendieron una campaña de persecución contra la oposición extraparlamentaria liderada por el encarcelado Navalny, cuyo movimiento político fue declarado meses antes “extremista”.
Con la excepción del partido liberal Yábloko, la oposición al Kremlin no ha podido participar en los comicios.
En su mayoría, sus candidatos no pudieron registrarse debido a diferentes trabas, desde acusaciones de extremismo hasta la posesión de activos en el extranjero. Otros han abandonado Rusia por la presión de las autoridades.
Especialmente molesto para el Kremlin ha sido el “Voto Inteligente” ideado por Navalny para desbancar a los candidatos de Rusia Unida al recomendar los aspirantes en cada distrito con más posibilidades de derrotar al representante oficialista.
Pese al bloqueo de Google, Apple y Telegram, dicha estrategia logró que candidatos alternativos, desde comunistas a liberales, derrotaran a los oficialistas, en particular en Moscú y San Petersburgo.
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