Dos días de votación, un autócrata preocupado, el desinterés generalizado y la exitosa presión contra las grandes tecnológicas. Las elecciones parlamentarias rusas que comenzaron el viernes y terminan mañana, domingo, son unas de las más extrañas que ha visto Rusia en una larga historia de comicios complicados. El partido gobernante Rusia Unida, del presidente Vladimir Putin, desató una lucha sin cuartel para conservar su mayoría absoluta en la Duma. El mayor obstáculo no es ningún oponente, sino la indiferencia. El Centro de Investigación de la Opinión Pública de Rusia, de propiedad estatal, registra un mínimo histórico del 29% de votantes. El partido de Putin sigue estando muy por delante del segundo marcado por las encuestas, el Partido Comunista, con casi un 17 por ciento, pero se prevé que obtenga un porcentaje de votos mucho menor que en 2016, cuando obtuvo 343 de los 450 escaños de la Duma.
Apenas unas horas antes de que se abran los centros de votación Putin logró torcer el brazo a la oposición. Las gigantes tecnológicas, Apple y Google terminaron cediendo a las presiones del Kremlin para que las tiendas virtuales de las dos compañías eliminaran la aplicación “Voto Inteligente” que había lanzado el disidente encarcelado Alexei Navalny para que sus seguidores pudieran detectar quién es el candidato mejor posicionado para derrotar al representante de Rusia Unida en cada uno de los distritos de este enorme país. Esto, sin importar a qué partido o sector pertenezca. Para Putin, Navalny sigue siendo su máximo rival a vencer después de que éste sobreviviera a un envenenamiento y a un duro confinamiento en el que todavía se encuentra.
Claro que Navalny y su grupo de apoyo no son los únicos disidentes que se quedan sin mayores posibilidades en esta elección. Oksana Pushkina, la única diputada progresista que pasó su última legislatura en la Duma haciendo campaña por los derechos de las mujeres y legislando contra la violencia doméstica no se presenta. Fue blanco de una implacable campaña de acoso que no pudo resistir. En su distrito fue sustituida por una cantante nacionalista y pro-Putin, que, salvo una enorme sorpresa, ganará el escaño de Pushkina.
Rusia Unida armó sus listas con celebridades en un intento por romper con la apatía generalizada. Una de ellas es Maria Butina, que se hizo famosa por su relación con la Asociación Nacional del Rifle de Estados Unidos antes de las elecciones presidenciales de 2016, pasó varios meses en una prisión estadounidense por no registrarse como agente extranjera y fue deportada a Rusia.
Putin volvió a apelar a su mejor carta, el nacionalismo, para atraer votantes. El último acto de campaña lo hizo en la frontera noroeste rusa con Europa. Allí, inauguró una estatua de 20 metros de alto y 50 toneladas de peso que representa a caballeros con espadas bajo estandartes ondulantes que se preparan para rechazar a los invasores del oeste. El mensaje no podía ser más claro: este es el punto máximo hasta dónde puede llegar la influencia europea.
En el acto, flanqueado por el patriarca ortodoxo y un obispo que se dice que es su asesor espiritual, Putin describió cómo el príncipe medieval Alejandro Nevsky había sentado las bases de un “Estado ruso fuerte y centralizado” al rechazar a los caballeros teutones en una batalla en el hielo. “Nada puede romper la sagrada continuidad de tiempos y generaciones”, dijo Putin. Esa es la misma consigna que utilizaron los candidatos oficialistas en sus campañas locales.
El nacionalismo puede aglutinar, pero los rusos están más preocupados por el aumento de los precios de los alimentos y el descenso de los ingresos reales, por lo que “las elecciones se han convertido en una prueba clave del sistema cada vez más autoritario de Rusia antes de que expire el actual mandato de Putin en 2024”, describe el corresponsal del Financial Times. El Kremlin prometió repartir ayudas por 7.000 millones de dólares entre las bases del partido si se logra una victoria. Ya lo ha hecho otras veces. Y comenzó con un bono especial de 15.000 rublos (unos 205 dólares) para los soldados y la policía, así como otros 10.000 rublos para los jubilados y los padres de niños en edad escolar.
Durante la campaña, los opositores se enfrentaron a una persecución sin precedentes y a una encendida retórica sobre el peligro de que los extranjeros se inmiscuyan en los asuntos internos del país. En ese marco es que Putin acusó a las tecnológicas estadounidenses de “interferir en los asuntos rusos” y las amenazó con sacarlas del importante mercado ruso. El objetivo primordial del presidente, según los analistas, es demostrar que “no puede haber alternativa a su liderazgo”. El año pasado, Putin modificó la Constitución para permitirle prolongar su mandato potencialmente hasta 2036, aunque no ha dicho si piensa volver a presentarse.
“Putin necesita una confirmación personal de su mandato y de la falta de alternativas a él. Las elecciones son una nueva oportunidad para que se convenza de que el pueblo le sigue apoyando”, afirma Tatiana Stanovaya, fundadora de la consultora política moscovita R. Politik. “Necesita las elecciones para reforzar su poder y hacer saber a la élite que él es la única figura que puede sostener todo el sistema y que tiene el monopolio para decidir cuándo transferir el poder y quién será el sucesor”, añade Stanovaya.
La oposición liberal liderada por Navalny pensaba que las elecciones a la Duma iban a ser el puntapié para comenzar un proceso que terminara con el monopolio de Rusia Unida y el autoritarismo de Putin. Tenían el impulso de haber ganado las elecciones municipales en Siberia, el año pasado. Pero la detención de Navalny, en enero, a su regreso desde Alemania donde fue tratado por un envenenamiento con un agente nervioso por parte de agentes estatales, aplastó las esperanzas. A varios candidatos se les impidió presentarse por sus vínculos con Navalny después de que un tribunal dictaminara en junio que su Fundación Anticorrupción era una organización “extremista”. El resto, fue sometido a una serie de maniobras que van desde el desprestigio hasta la presentación de candidatos con su mismo nombre para invalidar los votos. “Navalny estaba causando problemas, aunque no era una real amenaza electoral. Pero el Kremlin no puede tener tanta gente protestando en la calle”, comentó al Daily Mail de Londres un hombre del entorno de Putin.
Otros disidentes como Ivan Pavlov, un abogado que defendió legalmente a la organización de Navalny, se tuvo que ir a Georgia para no terminar en la cárcel. El grupo de asistencia jurídica de Pavlov se disolvió en julio después de que Rusia prohibiera su sitio web con el pretexto de que había publicado información de una organización checa “indeseable”.
La represión también se extendió a los medios de comunicación independientes y a ONGs como Golos, el monitor electoral cuyos informes de fraude generalizado ayudaron a desencadenar grandes protestas contra el regreso de Putin al Kremlin en 2011, cuando Navalny instó a sus partidarios a votar contra los “ladrones y sinvergüenzas” de Rusia Unida. Y la represión no es sólo en Moscú, también ocurre a miles de kilómetros. Cuando la activista disidente Violetta Grudina de la ciudad portuaria ártica de Múrmansk dijo a sus íntimos que estaba pensando en presentarse a las elecciones municipales, aparecieron carteles por toda la ciudad acusándola de “pervertir a los niños”. Cuando, decidió mantener su postulación más allá de la campaña sucia, un tribunal ordenó a Grudina que se autoaislara para recibir tratamiento contra el coronavirus, a pesar de que ya estaba recuperada de un caso leve de Covid-19 y tenía certificado de negatividad en las pruebas del virus. Grudina se declaró en huelga de hambre y los jueces terminaron dandole el alta médico, justo a tiempo para presentar sus documentos, pero no obstante fue eliminada de la lista de candidatos por sus vínculos con Navalny.
La oposición tenía la esperanza de que su estrategia del “voto inteligente” llevara a obtener un escaño en el Parlamento para unos 10 políticos de la oposición. “Uno de los objetivos de la campaña de voto inteligente es llevar a la gente a las urnas para que sepan qué hacer cuando no hay verdaderos candidatos de la oposición”, explicó Grigorii Golosov de la Universidad Europea de San Petersburgo. “Si votan a un candidato sugerido por el voto inteligente en su distrito local, entonces definitivamente no votarán a Rusia Unida en la línea del partido. Y en la línea del partido cada porcentaje cuenta”. Más de la mitad de los 225 elegidos por la aplicación antes de ser censurada -incluidos 11 de los 15 candidatos en Moscú, donde la presencia de la oposición es mayor- son comunistas, lo que indica su probable papel como foco de descontento. Claro que el PC es incorregible y acusó a Navalny y su grupo de ser “meras marionetas de la CIA”.
Ahora, con la eliminación de la aplicación de las tiendas de Google y Apple, el objetivo de la disidencia parece inalcanzable. Desde 2016, ningún miembro de la oposición “no sistémica”, es decir que no estuviera afiliado al partido de gobierno o sus aliados más allá de que pudiera expresar algunas críticas a Putin, ocupó un puesto en la Duma de 450 escaños.
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