La fricción entre pragmáticos y la línea dura dentro del Talibán se ha agudizado desde que el grupo formó la semana pasada un gabinete radical más afín a su estricto régimen de la década de 1990 que a sus recientes promesas de inclusión, dijeron dos afganos familiarizados con la pugna en el poder. La disputa ha tenido lugar fuera de la vista pública, pero han comenzado a circular rápidamente rumores de que ambos bandos protagonizaron en fecha reciente una violenta confrontación en el palacio presidencial, incluso con afirmaciones de que el líder de la facción pragmática Abdul Ghani Baradar fue asesinado.
Los rumores se habían intensificado a tal grado que supuestamente Baradar mismo grabó un audio y emitió un comunicado escrito en el que niega que lo hayan asesinado. Después, durante la jornada, Baradar apareció en una entrevista con la televisora nacional afgana. “Me encontraba viajando desde Kabul, así que no tenía acceso a medios para refutar estas noticias”, afirmó Bardar sobre el rumor.
Baradar se había desempeñado como el principal negociador durante las conversaciones entre el Talibán y Washington que allanaron el camino para que Estados Unidos retirara a sus tropas de Afganistán, lo cual se completó a finales de agosto, dos semanas después de que los talibanes capturaran la capital, Kabul. Poco después de la captura de Kabul, Baradar fue el primer representante de alto rango del Talibán que mencionó la posibilidad de un gobierno incluyente, pero las expectativas se derrumbaron con la formación la semana pasada de un gabinete masculino compuesto exclusivamente de talibanes.
En otra señal de que los radicales se habían impuesto, la bandera blanca del Talibán fue izada en el palacio presidencial en sustitución de la bandera nacional afgana. Un representante del Talibán dijo que el alto mando aún no ha tomado una decisión definitiva sobre la bandera, y que muchos apoyan que se ondeen una al lado de la otra. El representante solicitó el anonimato porque no estaba autorizado a hacer declaraciones a la prensa sobre deliberaciones internas.
Los dos afganos familiarizados con la disputa en el poder también solicitaron el anonimato para proteger la confidencialidad de quienes compartieron su descontento sobre la conformación del gabinete. Dijeron que un ministro del gabinete barajó la posibilidad de rechazar el cargo porque el gobierno exclusivamente talibán excluyó a minorías étnicas y religiosas del país.
El portavoz del Talibán, Zabihullah Mujahid, negó que haya diferencias en la cúpula de la organización. El martes, el ministro del exterior del Talibán, Amir Khan Mutaqi, describió esas aseveraciones como “propaganda”.
A pesar de los desmentidos, ha llamado la atención la ausencia de Baradar en cuanto a sus funciones principales. No estuvo en el palacio presidencial a principios de semana para recibir al viceprimer ministro de Qatar, jeque Mohammad bin Abdur Rahman Al-Thani, que también es ministro del exterior. Ha sido la visita de más alto nivel desde que el Talibán asumió el poder, y la ausencia de Baradar causó extrañeza porque Qatar lo alojó durante años como jefe de la oficina política del Talibán en Doha, la capital qatarí.
Pero en la entrevista difundida el miércoles, Baradar señaló que no participó en la reunión porque no estuvo al tanto de la visita del canciller a Kabul. “Ya me había ido y no pude regresar”, declaró Baradar. Varios funcionarios y afganos que están familiarizados y en contacto con Baradar habían dicho a The Associated Press que se encontraba en la capital de la provincia suroccidental de Kandahar para una reunión con el líder de los talibanes, Haibatullah Akhunzada. Otra figura talibán dijo que Baradar estaba visitando a su familia, a la que no había visto en 20 años de guerra.
Los analistas afirman que los roces no suponen una amenaza seria para los talibanes, por ahora. “Hemos visto a lo largo de los años que, a pesar de las disputas, los talibanes siguen siendo en gran medida una institución cohesionada, y que las decisiones importantes no sufren de mucha resistencia a posteriori”, afirmó Michael Kugelman, subdirector del programa Asia del Wilson Center, con sede en Washington.
“Me parece que la actual disensión interna puede ser manejada”, señaló. “Sin embargo, el Talibán enfrentará grandes presiones en su intento por consolidar su poder, ganar legitimidad y abordar desafíos relacionados con políticas importantes. Si estos esfuerzos fracasan, una organización bajo tensiones bien podría ver más lucha al interior y cada vez más grave”.
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