En 2001, Åsne Seierstad llegó a Kabul para cubrir el avance de la Alianza del Norte en el país luego de la retirada de los talibanes unos meses después del atentado del 11 de septiembre. Ahí fue donde conoció a Shah Muhammad Rais, identificado para siempre como Sultan Khan, en su renombrada obra “El Librero de Kabul”. Rais era -y sigue siendo- dueño de una librería que contaba con un enorme catálogo de textos poco usuales para la época y el lugar, debido sobre todo a la constante censura que padeció la nación durante las décadas previas, impuesta por los regímenes que oscilaron en el poder.
Seierstad es una periodista noruega con amplia experiencia y que ama involucrarse en las historias que le toca narrar. Nacida en 1970 en Oslo comenzó su trabajo como corresponsal de guerra en Chechenia en 1995. Desde ese momento ha cubierto desde la primera línea los mayores conflictos bélicos: estuvo en Serbia, en Afganistán y en Iraq.
“Primero, los comunistas me quemaron los libros, luego los muyahidin saquearon la librería y finalmente los talibán volvieron a quemar mis libros -me contó el librero”, escribe la autora en el prólogo de su libro, que volvió a ponerse entre los títulos más consultados en estas semanas tras la retirada de los Estados Unidos de Afganistán y el retorno talibán a Kabul. Rais o Khan, “el librero”, por su parte, había hecho todo lo posible para evitar que su colección de obras extrañas se perdiera para siempre: escondió muchas de ellas, tapó imágenes prohibidas y hasta camuflaba tapas y portadas. Este aspecto fue uno de los que más llamó la atención a la periodista en sus primeros encuentros con el librero.
Luego de que frecuentara reiteradas veces su comercio, “el librero” invitó a la extranjera a compartir una cena con su familia en su casa. Durante esa velada la periodista comenzó a ver la verdadera cara de Khan: un liberal en público, un tirano al interior de su hogar. No solo eso, también fue la primera vez que la periodista presenció de primera mano la vida de las mujeres en Afganistán.
En ese momento entendió que debía escribir un libro relatando la realidad de estas familias y el sufrimiento y la injusticia a la que se somete, principalmente, a las mujeres. Al día siguiente se lo propuso al librero, que se limitó a responderle “Gracias, bienvenida”. De esta forma comienza su estadía con la familia, con la que convivirá seis meses. “El librero de Kabul”, el libro que relata en forma novelada sus vivencias durante estos meses, vendió más de 2 millones de copias en todo el mundo y fue traducido a numerosos idiomas.
Veinte años después, en diálogo con Infobae la escritora analiza la situación actual del país y lo que cree que el regreso de los talibanes al poder puede significar para el futuro de la nación, su gente y, sobre todo, sus mujeres.
- Me pregunto cómo atravesó estas últimas semanas, que imagino le habrán traído recuerdos y emociones, ¿cómo lo vivió?
- Son muchos sentimientos en realidad. Es un sentimiento de… (piensa) yo diría que tristeza es el sentimiento que predomina. Porque son como 20 años de tantas vidas perdidas, tanto dinero gastado (como 2 billones de dólares), y lo único que la gente dice es “bueno, durante 20 años algunas personas tuvieron un sabor a libertad, un sabor a democracia, un sabor a, ya sabes, una vida mejor”. Pero eso no justifica la cantidad de dinero, o la cantidad de vidas y recursos que hemos puesto en esto. Así que es una gran derrota para Occidente, para la OTAN, para Estados Unidos. Y creo que esto cambiará la forma en que ingresemos a otros países, la forma en la que iremos a la guerra. ¡También es un gran escándalo! Es como que estábamos poniendo maquillaje en Afganistán (he dicho esto durante años, no es algo que estoy diciendo ahora). Con el maquillaje, ya sabes, te pones unos polvos o un lápiz labial, y te pones unas sombras y te arreglas el pelo, y es como si, durante un tiempo, pareciera... algo, pero nunca llegás a trabajar el problema de raíz y entonces el maquillaje puede ser simplemente lavado, y eso es lo que ha pasado ahora.
Pero para ser justos, por supuesto que el público afgano es diferente al de hace 20 años. Hay un público más educado y, por supuesto, lo que se aprende nunca te lo pueden quitar del todo. Así que, por supuesto, ese es el lado positivo. Sí, es una población que está mejor educada que hace 20 años. Pero eso se podría haber hecho sin lo que ellos ven como una ocupación.
- Dice que es una especie de derrota para Occidente, Estados Unidos y para la OTAN, ¿cree que hay algo que aprender ahí?
- Sí, definitivamente. Creo que ese es el periodo interesante que vendrá ahora. Y veo que incluso hay militares que están abiertos a esto, y que hay un montón de periodistas que investigarán todo lo que se dijo y lo que se hizo. Porque como público también debemos sentirnos un poco tontos. Por ejemplo, las imágenes de los talibanes entrando en los hangares y tomando los helicópteros son increíbles, aunque los americanos digan que ya no se pueden usar. El día que se van, los talibanes vuelven. Así que es como si no se hubiera hecho nada para asegurar al gobierno afgano, y no se ha hecho lo suficiente para asegurar a los ayudantes, a los traductores, a los conductores, a los agentes y a todos los que han estado sobre el terreno trabajando para la OTAN y Estados Unidos. Así que espero ese proceso de aprendizaje, que seguiré de cerca. Pero creo que hemos aprendido -en Afganistán, en Iraq, también antes en Vietnam- que no podemos entrar y cambiar países. Se puede derrocar un régimen, se puede ayudar a un golpe de estado, como en Chile -con la ayuda de la CIA- pero no se puede instaurar un régimen duradero. Especialmente en una cultura tan alejada de la occidental y con una religión diferente, como Iraq, Afganistán, Vietnam, Libia, etc. Creo que tenemos que aprender. Pero también creo que habrá mucha menos voluntad, tanto militar como política, de volver a hacer algo así durante un tiempo.
- Y de los logros que se han conseguido en las dos últimas décadas, especialmente para las mujeres, ¿qué cree que va a quedar?
- Bueno, todo depende del régimen que venga ahora. Y nadie lo sabe realmente. Pero si lo miras con ojos optimistas, vamos a intentar confiar en lo que dicen los talibanes. Y han dicho “dejaremos que las niñas estudien, les dejaremos seguir tanto en la escuela como en la universidad”. Algunas mujeres están siendo llamadas a volver a trabajar, especialmente las que trabajan en el sector sanitario.
Y, por ejemplo, yo misma construí una escuela en Afganistán después de escribir mi libro, con el dinero de las ventas, y esa escuela lleva ya 17 años funcionando y asisten 500 niñas en dos turnos. Está en una zona que desde hace un año está controlada por los talibanes, y las niñas siguieron yendo a la escuela durante ese año. Así que esto ha estado sucediendo durante mucho tiempo. Grandes partes de Afganistán están controladas por los talibanes desde hace un año o más. Pero, por otro lado, también hay historias de talibanes, o de soldados vengativos, que van y amenazan a mujeres y niños. Les dicen cosas como, “si envías a tu hija a la escuela eres una infiel”, o les envían ropa funeraria para amenazarlos. Así que que tienes por un lado a los talibanes del gobierno central y por otro a todos los soldados de a pie; que tal vez tienen cuentas pendientes con sus vecinos. Y no sabemos cuánto control tienen los talibanes sobre estos soldados de a pie. Pero una cosa es cierta, los talibanes, los dirigentes, quieren formar parte de la comunidad internacional. Primero y ante todo, por el dinero. Porque el FMI ha suspendido todos los pagos a Afganistán, sé que Noruega los ha suspendido, Suecia los ha suspendido, Estados Unidos también. Asique no hay dinero en los bancos, la gente hace largas colas en los pocos bancos que están abiertos, y en unas semanas no habrá alimentos. Y ya sabes, un tercio de Afganistán ya vive con lo justo y necesario para el día a día. Así que eso también es una cuestión. Los talibanes necesitan comportarse para hacerse con ese dinero, así que ese es un factor estabilizador, la cuestión del dinero.
- Ha mencionado su escuela, me gustaría volver a ello después. Pero antes, le he oído decir que aunque los talibanes o el gobierno digan “apoyamos los derechos de las mujeres y que éstas vayan a la escuela”, la figura paterna sigue siendo el verdadero patriarca, ¿cree que eso ha cambiado en los últimos 20 años?
- No, nada. Tu libertad como mujer o como hija depende de tu padre o de tu abuelo. Así que si hace 20 años tenías un padre liberal que te dejaba ir a la escuela, eso te va a seguir ayudando ahora. Pero si tu padre, aunque pudieras ir a la escuela, dijera “sí, pero tú no vas”, seguiría estando por encima del presidente o del sistema. Es una sociedad tradicional muy basada en los clanes, por lo que depende en gran medida de las tradiciones dentro de tu clan, tribu o pueblo. Y esas cosas son difíciles de cambiar, eso no cambia con un cambio de régimen (el papel del patriarca de la familia, o el papel de las mujeres). Y además, la subyugación de las mujeres en Afganistán no empezó con los talibanes. Ya estaba ahí, sólo que estos la impusieron. Pero en las aldeas, para la mayoría de las mujeres, con talibanes o sin ellos no hay tanta diferencia; su vida es una lucha de todos modos.
- En ese sentido, ¿cómo describiría a una mujer occidental, que no haya leído su libro, cómo es la vida de las mujeres en Afganistán?
- Bueno, realmente depende de dónde se viva. Lo que hemos visto, las imágenes de Kabul, es algo así como una burbuja. Se ha visto a las estudiantes universitarias, a las mujeres que trabajan en los ministerios e incluso a las periodistas en directo. Se han abierto restaurantes allí, hay una vida civil que empieza a despertar. Aunque no es en absoluto como en los años 60 y 70. En los años 60 y 70, Afganistán era el país más liberal de Asia. Había gente que iba de Pakistán, o de Arabia Saudí, a beber, a fumar, a escuchar música de jazz, había desfiles de moda. Era muy, muy liberal, especialmente en Kabul. He visto fotos de chicas afganas con minifaldas, ¡Iban a la universidad con minifaldas! De nuevo, en Kabul. El campo era algo diferente. Y esa fue también la razón de la caída de esa época liberal. Los islamistas, o los eruditos religiosos, sintieron que el rey había ido tan lejos que fue derrocado. Así que la historia afgana es siempre una lucha de fuerzas: va demasiado lejos en una dirección y luego es aplastado y luego otra vez. Por eso es imposible responder a cómo es la vida de las mujeres en general, pero esa es una vida (la vida educada). Luego, en el campo lamento decir que la vida para las mujeres sigue siendo muy miserable, también debido a la pobreza, no olvidemos eso. Por ejemplo, si nace un niño hay una gran fiesta en la familia, si nace una niña no hay nada. Ella crece cocinando y limpiando, y luego en algún momento es vendida a algún primo o vecino, generalmente no por su voluntad. No digo que todos los matrimonios armados sean malos porque, ya sabes, puede surgir de ahí el amor y también porque no quiero despreciar totalmente una cultura diferente, pero en muchos casos es más una alianza estratégica o por dinero, y la chica tiene muy poco poder sobre su propia vida. Y además hay mucha violencia doméstica, hay muchos suicidios entre las jóvenes esposas en Afganistán. Muchas jóvenes son casadas cuando son adolescentes con hombres de 60/70 años que abusan de ellas, y la familia abusa de ellas. Así que es realmente trágico, cuando tienes tan pocos derechos que prefieres morir a vivir en donde estás. Porque sabes que no tienes forma de huir, porque no puedes volver con tu familia porque ya te han vendido; así que sabes que eso le crearía problemas a tu familia, así que es mejor morir. Es tan miserable. No lo hemos resuelto en 20 años, y no lo vamos a resolver ahora.
- No, supongo que no. Pero tal vez la educación sea una parte del camino a seguir y usted dijo antes que abrió una escuela allí, ¿quiere contarme esa experiencia y los resultados que obtuvo?
- Sí, es una historia positiva. Y es lo único en lo que creo: la educación. Suelo decir educación, educación, educación; porque es lo único que hace avanzar las mentes. Y, por supuesto, la educación para las niñas, la educación para los niños, ambas son realmente necesarias. Así que, piensa en esto, ¿qué pasaría si nos hubiéramos gastado todo el dinero que hemos gastado en maquinaria de guerra en escuelas y en jardines de infancia? O también para aprender un oficio, como ser plomero o electricista. Ahora no tienen nada de eso. No tienen a nadie que dirija el aeropuerto, por ejemplo, así que piden a Turquía que los ayude. Hay una gran falta de educación.
Entonces me dije, ¿qué puedo hacer por Afganistán? Así que construí una escuela. Es una escuela de 500 niñas que van en dos turnos, así que son 1000 niñas al día. Lleva 17 años funcionando, así que ha habido muchas niñas. Y muchas de ellas han continuado hasta un nivel superior en Kabul, porque ese es otro de los problemas de la educación en Afganistán, muchas niñas sólo van 3 años, 5 años, 7 años, y luego las casan. Esta escuela da a las niñas la posibilidad de continuar a un nivel superior, mientras que la mayoría no.
Y no ha habido ataques, a pesar de que está financiada por Occidente y de que los talibanes controlan la zona desde hace más de un año. Así que sólo podemos esperar que siga abierta. Sin embargo, creo que los talibanes no van a enviar a las niñas a casa. Pero otra cuestión es qué les enseñaran allí, porque el plan de estudios va a cambiar, no puedo imaginarme que no lo haga. Sería muy evidente si vemos que cierran las escuelas, asique te aseguro que eso no lo van a hacer. Pero, ¿y si cambian todo a solo lecciones coránicas? No lo sé, todo está abierto así que lo tendremos que seguir de cerca.
- Claro, tendremos que esperar y ver, supongo. Y cambiando un poco de tema, sé que la relación con “el librero” no terminó de la mejor manera, ¿pero siguió en contacto con él o con alguien de la familia?
- No, por desgracia no lo hice. Y estaba justo pensando en eso, en si retomar el contacto y hablar con ellos y ver cómo están, pero luego me di cuenta de que sería como abrir la caja de Pandora; ¿qué voy a abrir si la abro? Así que no, no he contactado con ellos. Sé que está bien, que tiene una librería, que ha enviado a su mujer al extranjero, por lo que ambos viven en el extranjero, y que sus hijos viven también en el extranjero, por lo que ha gestionado bien a su familia.
Es triste que no hayamos sido capaces de encontrar un terreno común. Creo que nuestras expectativas eran muy diferentes. Yo quería una historia abierta, una historia honesta, y no me di cuenta hasta qué punto él pensaba que sería la historia de un héroe, un héroe de cuento. Pero no digo que no vaya a contactar con él, porque estaba pensando que quizá sea el momento. Tal vez debería enviarle un correo electrónico o algo así, decirle “espero que te vaya bien, espero que los talibanes te traten bien”, ya sabes, porque realmente luchó por sus libros. Recuerda que durante el régimen talibán escondió los libros con fotos y ese tipo de cosas. Realmente respeto su trabajo como librero, y algunos otros aspectos también, pero de alguna manera no le gustó la historia que escribí y eso es todo.
- Era una figura bastante interesante porque se mostraba, o incluso estaba en cierto modo, muy interesado en la educación y en los libros, y también era algo liberal en algunos aspectos; pero luego, en un nivel más personal, era todo lo contrario. ¿Cómo fue esa controversia para usted? Especialmente después de su primer contacto con él, cuando lo conoció mejor, ¿le impactó?
- ¡Sí! Llegué a pensar: “Oh, tal vez no sea una buena familia para seguir porque son demasiado liberales, quizá no son representativos”. Pero luego comprendí que esa era la familia que tenía.
Y luego estuve mucho tiempo discutiendo con él, y vi que nunca entendía mi punto de vista pero pensé que una vez que leyera el libro lo entendería. Pero, por supuesto, ahora, casi 20 años después, entiendo que son las pequeñas cosas, como cuando relato cómo esconde la fruta y sólo él y su segunda esposa podían comerla, e incluso la cerraba con llave por la mañana. Y él sabe que eso es cierto, sabe que lo hizo, pero ahora entiendo que no fue una descripción agradable. Pero es cierto, y es muy revelador. Es en los detalles donde se capta la verdadera esencia de alguien, no en las grandes palabras como “democracia” y “educación” y “derechos de la mujer”, porque entonces puede hablar y hablar. Cualquiera puede decir eso, pero ¿quién es usted cuando dirige a su familia? Pero claro, esto va para todos y nos hace mirar dentro de nuestra propia vida.
Así que probablemente ahora habría tenido más cuidado, pero quizás entonces escribí un libro mejor. Porque era más joven y pensaba: “Okay, pero lo hizo. No es justo, por supuesto que voy a escribir sobre ello”.
- Entiendo que tuvo que hacerlo para poder escribir el libro, pero ¿cómo consiguió ser testigo de todo ese maltrato e injusticia sin involucrarse emocionalmente?
- Lo tenía muy claro desde el principio porque pensaba “no estoy aquí para reformar a una familia, y decir ‘Oh, eso no es justo’, o ‘no deberíais hacer esto’ o ‘En Noruega lo hacemos de otra manera’; estoy aquí para informar sobre ello, así que no diré nada”. Así que aunque había cosas que me parecían realmente injustas, como el hecho de que Leila no pudiera continuar sus estudios (¡El hombre es librero! ¿Por qué la hermana pequeña no puede estudiar e ir a buscar un trabajo decente?), guardaba silencio. Pero él no se preocupaba por ella, así que si le hubiera dicho “Señor librero, es muy injusto que no deje a su hermana ir a clase de inglés”, quizá la hubiera dejado. Pero entonces no sería una periodista, estaría reformando una familia en lugar de mostrar al mundo cómo son las cosas. Así que no era tan difícil. Y cuando llevaba más tiempo allí, a veces las chicas me preguntaban “oh, ¿podrías ir a preguntarle al señor Shah si podemos ir a esa boda?” o algo así, así que a veces le decía que realmente quería ir a algún sitio y él las dejaba venir conmigo, pero no podía hacer demasiado.
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