La precipitación de los eventos en el escenario afgano ha generado un alto impacto en la opinión pública como en la prensa internacional. Sin embargo, todo era muy predecible en relación a los hechos que han ido sucediéndose luego de la decisión del retiro militar por parte del presidente estadounidense Joe Biden. Incluso era esperable el ataque de esta semana con explosivos en las adyacencias del aeropuerto de Kabul que dejó un saldo de 90 víctimas fatales además de la confirmación oficial del Pentágono de la muerte de 13 marines estadounidenses y más de 200 personas heridas. No obstante, la gravedad del escenario afgano por estas horas es la reactivación de una nueva espiral de violencia sin final a la vista.
Mientras tanto, Occidente sigue equivocándose debatiendo una supuesta disputa interna de índole doctrinaria entre el grupo Talibán y el brazo afgano del ISIS-Khorasan (un desprendimiento del Estado Islámico por sus siglas en inglés cercano al chiísmo nacido en Pakistán). Sin embargo, lo cierto es que la exitosa expansión de los grupos terroristas en Oriente Medio, Norte de África, Sur y Centro de Asia, se explica en el avance y el estímulo de la energía que lo alimenta, que no es otra que la ideología yihadista y es allí donde debería estar el foco del debate y la acción Occidental, en la denominada “guerra de las ideas”, no solo en las acciones militares que siempre serán coadyuvantes pero nunca determinantes y eso es lo que exactamente no ha estado sucediendo en Asia central como tampoco ha ocurrido en Oriente Medio en las experiencias de Irak y Siria.
En ese punto destaca el fenómeno del Talibán y las más de cuarenta etnias dominantes en Afganistán, Pakistán y otros países de Asia Central, una de las regiones más habitadas del planeta donde sobresale Indonesia que configura el país de fe islámica más poblado del mundo y que claramente no está ubicado en la región del Oriente Medio ni sus creyentes son de etnia árabe y al que le sigue Afganistán, Pakistán y la India.
Ha sido el desconocimiento de Occidente sobre estos grupos lo que ha colaborado en infinidad de confusiones que, sumadas a los prejuicios, han contribuido a la poco clara tarea de reconocimiento del flagelo que encarna la ideología yihadista como expresión del Islamismo radical, sea que este se muestre en Siria, Irak, Yemen, Irán o Arabia Saudita.
En consecuencia, más allá de la desoladora fotografía actual que la opinión pública ha podido observar por estos días en Afganistán ante el regreso al poder de la organización política-terrorista Talibán -un hecho a todas luces facilitado por el retiro de la Alianza Occidental encabezada por Estados Unidos y la OTAN-, lo correcto es señalar lo que ha publicado la revista alemana Der Spiegel cuando se refiere a que el talibán nunca se había marchado ni había desaparecido de la ecuación política afgana. Y ello sucedió porque en más de veinte años de presencia en el país las tropas estadounidenses y de la OTAN enviadas allí por su dirigencia política después del ataque terrorista a las Torres Gemelas nunca pudieron neutralizar el aspecto de adoctrinamiento y educación del dogma yihadista, ese elemento dogmático determinante jugo un papel fundamental en la potencialización y fortalecimiento del grupo terrorista que, aunque vencido en lo militar en 2001, no resigno su papel en el mantenimiento de su ideología y continuó trabajando ´para su regreso al poder en Afganistán.
En otras palabras, el Talibán nunca se desintegró ni se marchó de Afganistán, aún en su derrota militar y con la pérdida del poder a manos de la intervención occidental siempre mantuvo la estructura de su ideologia yihadista y la fortaleció durante todos estos años.
Así, desde la caída de su gobierno, la que se produjo a manos de la coalición militar occidental encabezada por Estados Unidos en 2001, el Talibán renovó su liderazgo y nunca cesó su activismo en las madrazas (escuelas religiosas) las que jamás dejaron de estar activas aún con la presencia de las tropas de la OTAN y Estados Unidos y eso se observa con las acciones que derivaron en la toma reciente del poder absoluto por parte del grupo que propugna la construcción del Emirato Talibán Afgano.
Esas madrazas o centros de estudios han sido una fabrica de yihadistas que nunca dejó de producir cuadros integristas a pesar que allí no se dictan cursos de historia universal, matemáticas, geografía, física o computación. Las escuelas del talibán sólo forman a sus alumnos en su propia interpretación del Corán, no hay asignaturas ni curricula educativa que no sea la religiosa. En ellas, los fundamentalistas sostienen que todos los sistemas políticos encabezados por gobernantes musulmanes laicos que no han observado la aplicación estricta de la sharía (Ley islámica primigenia) han fracasado y no dieron respuesta a las necesidades de los pueblos islámicos por los últimos setenta años.
Las organizaciones terroristas como ISIS, Al-Qaeda, el Talibán y ahora ISIS-Khorasan, tienen como único objetivo el regreso a las fuentes primigenias del Islám, al Corán y a la sharía, al tiempo que propugnan el regreso a los valores inmanentes de la religión a través de la restauración del Califato Universal o como en el caso afgano al Emirato islámico como punto de partido local o regional para alcanzar luego el Califato. En defensa de las mismas ideas es que los yihadistas rechazan toda innovación o camino a la modernidad y su lucha está dirigida tanto contra Occidente como contra los gobiernos musulmanes laicos de sus países por considerarlos traidores a los preceptos del Islám que ellos pregonan. Aquí es donde adquiere importancia la denominada red Haqqani afgana, la que nunca dejó de operar durante los veinte años de intervención occidental en Afganistán. La red fue y sigue siendo vital en la educación religiosa de miles de niños y jóvenes afganos fortaleciendo el pensamiento islamista y su relación con el fenómeno del terrorismo yihadista.
La red Haqqani, mantuvo en funcionamiento unas 200 escuelas en los territorios alejados de Kabul y continuó formando jóvenes en la doctrina integrista aún con la presencia de tropas estadounidenses y de la OTAN en el país. Así, el Talibán se proveyó de un ejército de fundamentalistas formados en los aspectos más radicalizados de la religión, en esas escuelas los profesores forman a sus alumnos en su propia interpretación del Corán. Los alumnos repiten lo que dice el profesor y la clase puede durar hasta ocho horas al día. Estos jóvenes, que un occidental consideraría en edad escolar o universitaria, asisten a un programa de media docena de cursos sobre la interpretación de textos religiosos radicalizados. Los alumnos no estudian otras asignaturas que no sean religiosas. En opinión de los profesores de estas escuelas, Occidente es implacablemente hostil al mensaje del Islám, por lo que la necesidad de preparase para la yihad no termina jamás y debe ser profunda y continua .
Según algunos clérigos musulmanes de países como Egipto, Jordania y los países árabes del Golfo, las escuelas de la red Haqqani ha estado formando jóvenes radicalizados en lo que llaman fábricas de yihadistas durante los últimos 20 años sin ningún impedimento por parte de las autoridades afganas o la intervención occidental y con ello se ha favorecido en constituir y fortalecer al fundamentalismo-militante como la principal base política y religiosa que hoy se observa en el retorno del Talibán al poder.
La gravedad que encarna la actividad y la existencia de las escuelas de la red Haqqani es que miles de jóvenes viven en la más absoluta ignorancia de lo que ocurre en el mundo exterior y la quehacer de formación religiosa hace que miles de jóvenes vivan en la más profunda ignorancia de lo que ocurre en el mundo exterior. De ese modo son fácilmente preparados como máquinas perfectas para nuevas generaciones de yihadistas.
Según autoridades religiosas sauditas consultadas por la BBC, “no es solamente el accionar militar lo que liberará a esos jovenes afganos, es también en la educación donde la comunidad internacional debe focalizar sus acciones y esfuerzos para ir en rescate de esos miles de niños y jóvenes que están siendo formados en el rechazo a la modernidad y el odio a lo que no conocen. Aunque ahora, ante el regreso y la toma del gobierno en Afganistán por parte del Talibán, pareciera ser demasiado tarde.
La red Haqqani de formación de jóvenes yihadistas nunca cesó ni fue desarticulada, a pesar de que muchos de sus líderes fueron detenidos y recluidos por varios años -y algunos aún lo están- en la base estadounidense de Guantánamo, ni Washington, Bruselas o la OTAN han logrado cortar el elemento principal que los ha financiado a través de los años: “la heroína afgana”, la que ha continuado circulando sin muchos impedimentos en el mercado mundial de drogas. Afganistán produce más del 75% del suministro mundial de heroína en el mercado mundial de drogas ilícitas. Según varios organismos internacionales y ONG´s europeas, la producción y venta de Afganistán oscila entre los 350 a 500 millones de dólares anuales en materia de heroína. Aunque se especula que esas estimaciones podrían no ser acertadas y que el tráfico manejado por las redes afganas alcance los 600 millones de rentabilidad anual a traves de la distribución a nivel internacional.
Es allí donde se encuentra gran parte del éxito y la expansión de los grupos islamistas violentos y en el caso afgano, las operaciones nunca neutralizadas de la red Haqqani han jugado un papel sumamente relevante y fundamental para la vuelta del Talibán al poder.
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