Cuando empezaba a ponerse el sol, una primera explosión se produjo en Abbey Gate, una de las puertas de acceso al aeropuerto. Poco después, otra carga explosiva estallaba “en o cerca del hotel Baron” a poca distancia, explicó el Pentágono.
“Cuando la gente escuchó la explosión el pánico fue total. Los talibanes empezaron a disparar al aire para dispersar a la gente”, dijo a la AFP un testigo del suceso, Milad.
“Había muchos muertos y heridos”, añadió este hombre que, en medio de la confusión, perdió los documentos con los que esperaba embarcar en un avión con su mujer y sus tres hijos.
“No quiero ir nunca más (al aeropuerto). Muerte a América, a su evacuación y a sus visados”, aseguró.
Los heridos “no pueden hablar, muchos están aterrorizados, sus ojos perdidos, su mirada vacía”, explicó en Twitter el coordinador médico del hospital gestionado por la ONE italiana Emergency, Alberto Zanin.
Aunque tanto los talibanes como el Estado Islámico son sunitas radicales, están enemistados entre sí. Cuando Estados Unidos y los talibanes cerraron en 2020 el acuerdo que trazaba las líneas de la retirada de las tropas extranjeras, el EI los acusó de abandonar la causa yihadista.
Los ataques desencadenaron mensajes de condena internacionales y el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, llamó el jueves a una reunión de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad para discutir sobre la caótica situación en Afganistán tras el atentado en Kabul.
En la capital afgana, el ritmo de las evacuaciones empezó a ralentizarse, lo que aumenta el temor de que muchos afganos que colaboraron con los occidentales o el gobierno anterior no puedan abandonar el país.
Muchos afganos, especialmente en las zonas urbanas, no creen las promesas talibanes y temen un régimen igual de brutal y fundamentalista como el instaurado entre 1996 y 2001.
El doble atentado suicida reivindicado por el grupo yihadista EI causó decenas de muertos, entre ellos 13 militares estadounidenses, en el aeropuerto de Kabul, exacerbando el pánico entre los miles de afganos que intentan huir del país controlado por los talibanes antes del fin de las evacuaciones el 31 de agosto.
El balance de la doble explosión todavía no está claro. El Pentágono informó de 13 soldados estadounidenses muertos y 18 heridos, la mayor pérdida del ejército estadounidense en Afganistán desde 2011.
Este viernes por la mañana la cifra total de muertos ya se ubicaba en más de un centenar, mientras que una cifra aún mayor de heridos di diferente gravedad era atendida en centros de salud abarrotados.
El grupo yihadista Estado Islámico reivindicó el ataque, que agrava la dramática situación en el aeropuerto de Kabul, inmerso en una operación de evacuación a contra reloj para sacar del país a miles de extranjeros y afganos bajo protección occidental.
Videos difundidos en redes sociales reflejaban el pánico y la desolación en el lugar: decenas de víctimas, muertas o heridas, tendidos en las aguas sucias de un canal de desagüe, rodeados de socorristas desbordados. Hombres, mujeres y niños corrían en todas direcciones huyendo de las explosiones.
Cientos de personas han vuelto un día más a aglutinarse en el aeropuerto de la capital de Afganistán, Kabul, en busca de una salida del país a pesar del doble atentado perpetrado por Estado Islámico este jueves y que ha dejado unos 73 muertos y unos 140 heridos.
De acuerdo con el portal afgano Ariana, la puerta de Abbey Gate, epicentro de los atentados, permanece vacía de gente, quienes en su lugar se concentraron en las inmediaciones de la instalación aeroportuaria, según las imágenes captadas por la cadena Tolo News.
El general Frank McKenzie, jefe del Comando Central de Estados Unidos, ha confirmado en las últimas horas que los soldados estadounidenses en Kabul permanecen en alerta por temor a nuevos ataques que podrían llevarse a cabo con coches bomba o cohetes.
Asimismo, el general McKenzie que se compartió información de inteligencia con los talibanes y que creía que “ellos habían frustrado algunos ataques”.
(Con información de AFP y Europa Press)
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