Desde su detención el pasado 17 de enero, el líder opositor ruso Alexei Navalny concedió su primera entrevista desde la colonia penitenciaria de máxima seguridad en Pokrov, a 100 kilómetros al este de Moscú, en la que se encuentra recluido. En diálogo con el diario The New York Times, el activista y principal crítico del presidente Vladimir Putin, denunció “violencia psicológica” y comparó las cárceles rusas con los campos de trabajo chinos.
Navalny contó que pasa gran parte de su tiempo ordenando su bloque de celdas, leyendo cartas y visitando el comedor. Sin embargo, no está habilitado a administrar su tiempo a su criterio. Según relató, es obligado a ver todos los días la televisión estatal rusa y películas de propaganda durante más de ocho horas diarias.
“Vemos películas sobre la Gran Guerra Patriótica”, dijo el líder opositor, refiriéndose a la Segunda Guerra Mundial, “o cómo un día, hace 40 años, nuestros atletas derrotaron a los estadounidenses o canadienses”.
A partir de estas sesiones, explicó que entiende “más claramente la esencia de la ideología del régimen de Putin”: “El presente y el futuro están siendo sustituidos por el pasado: el pasado verdaderamente heroico, o el pasado embellecido, o el pasado completamente ficticio. Todo tipo de pasado debe estar constantemente en el punto de mira para desplazar los pensamientos sobre el futuro y las preguntas sobre el presente”.
Para las autoridades rusas, en tanto, se trata de un programa de “concienciación” que ha sustituido a los trabajos forzados para los presos políticos.
“Está prohibido leer, escribir o hacer cualquier otra cosa (…) Tienes que sentarte en una silla y ver la televisión”, comentó el líder opositor ruso, quien agregó que está estrictamente prohibido quedarse dormido. Si un preso se duerme, los guardias le gritan: “¡No duermas, mira!”.
Esta estrategia de “violencia psicológica” no es exclusiva de la colonia penal Nº 2, donde se encuentra Navalny. Surgió de una reforma penal en Rusia iniciada en 2010 para aumentar el control de los guardias sobre los reclusos durante el día y reducir la influencia de las bandas en prisión, de acuerdo a lo explicado por las autoridades.
“Todo está organizado para que yo esté bajo el máximo control las 24 horas del día”, dijo el Sr. Navalny. Dijo que no había sido agredido ni amenazado por sus compañeros de prisión, pero estimó que alrededor de un tercio eran lo que se conoce en las prisiones rusas como “activistas”, aquellos que sirven de informantes al director.
“Se puede imaginar a hombres musculosos tatuados con dientes de acero que se pelean con cuchillos para quedarse con el mejor catre junto a la ventana”, dijo el preso político durante la entrevista que se realizó mediante 54 cartas con preguntas y respuestas.
Comparó, además, las prisiones en las que son recluidos los presos políticos rusos a los campos de trabajo chinos: “Hay que imaginar algo parecido a un campo de trabajo chino, donde todo el mundo marcha en fila y donde hay cámaras de video colgadas por todas partes. Hay un control constante”.
En los primeros meses en prisión, Navalny denunció que era torturado mediante la privación del sueño. Eso, en este momento, cambió. Ahora los guardias ya no lo despiertan por la noche a cada hora como antes: “Ahora entiendo por qué la privación del sueño es una de las torturas favoritas de los servicios especiales (…) No quedan rastros y es imposible de tolerar”.
Dijo que ahora, “la vida sin el riesgo de estar en una silla de ruedas por una pierna que falla es mucho más alegre”.
Con relación a su situación personal y al futuro de Rusia, Navalny, a pesar de las circunstancias, se mostró optimista. “El régimen de Putin es un accidente histórico, no una fatalidad”, escribió, y añadió: “Fue la elección de la corrupta familia Yeltsin”, en referencia al nombramiento del ex presidente Boris N. Yeltsin como presidente en funciones en diciembre de 1999. “Tarde o temprano, este error se arreglará y Rusia pasará a una vía de desarrollo democrática y europea. Simplemente porque eso es lo que quiere el pueblo”.
Consideró, por su parte, que Putin tiene dos principales preocupaciones por esos días: las futuras elecciones en Rusia y la situación en la vecina Bielorrusia. Según indicó, el Kremlin estaba tan preocupado por los próximos comicios, que este año diseñó una campaña de represión contra toda la oposición política, grupos de la sociedad civil y medios de comunicación independientes.
Navalny opinó que esto le puede traer consecuencias a largo plazo al presidente ruso: “Putin resolvió su cuestión táctica: no permitirnos arrebatar la mayoría en la Duma (…) De este modo, valoró mucho el potencial del ‘voto inteligente’. Pero para conseguirlo, tuvo que cambiar completamente el sistema político, pasar a un nivel de autoritarismo principalmente diferente y mucho más duro”.
Esa táctica, según Navalny, conlleva riesgos, ya que Putin se enemista con los líderes locales y regionales “que fueron expulsados del sistema político junto con nosotros”.
También se mostró crítico con Estados Unidos y Europa por las sanciones impuestas a Rusia por su intromisión en el extranjero y la represión a los disidentes. El activista ruso, acusado de corrupción por el Kremlin, sostuvo que las sanciones deberían estar dirigidas únicamente a los principales oligarcas que sostienen al gobierno de Putin en el poder.
Los poderosos, apuntó, han logrado evitar en gran medida las sanciones manteniendo “un ejército de abogados, grupos de presión y banqueros, que luchan por el derecho de los propietarios del dinero sucio y sangriento a permanecer impunes”.
Si bien el líder opositor no ha permanecido en silencio desde su encarcelamiento, ya que ha publicado una carta desde la prisión y también ha gestionado varias publicaciones en las redes sociales mediante su abogado, la que brindó al New York Times fue la primera entrevista desde que está en la cárcel.
El pasado 20 de agosto se cumplió un año del envenenamiento que sufrió Navalny durante un vuelo de Tomsk (Siberia) a Moscú. Tras lo ocurrido, por lo que responsabiliza a Putin, fue trasladado a Alemania para recibir tratamiento. Luego de varios estudios que se le realizaron en Berlín, los especialistas indicaron que había sido envenenado con el agente neurotóxico Novichok, de uso militar.
Tras su regreso a Moscú el 17 de enero de 2021, Navalny fue detenido y condenado a cumplir dos años y medio de prisión por violar la libertad condicional de su condena anterior, impuesta por motivos políticos. La Fundación Anticorrupción y la red de apoyo “Oficinas centrales de Navalny” fueron incluidas en la lista de organizaciones “extremistas” y prohibidas.
Además, el pasado 11 de agosto el líder opositor fue acusado de “creación de una organización sin ánimo de lucro que menoscaba los derechos de la ciudadanía”, en virtud de un artículo impreciso del Código Penal ruso. En caso de ser declarado culpable, podrían imponerle una condena adicional de hasta tres años de cárcel.
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