Crece el terror a los talibanes entre las mujeres de Kabul: “Estamos confinadas en nuestras casas y la muerte nos amenaza”

Muchas profesionales afganas temen por su vida y no quieren perder los espacios que obtuvieron trabajando durante 20 años, como tener trabajos de alto perfil público y poder estudiar

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La vestimenta de las mujeres
La vestimenta de las mujeres afganas según el código talibán que ahora vuelve a reinar en Kabul (EFE/EPA/M. SADIQ)

El advenimiento de un nuevo régimen talibán en Afganistán hace temer un nuevo recorte de derechos y libertades que podría afectar a las mujeres, principales beneficiadas del fin en 2001 del denominado Emirato Islámico, bajo el que no podían ni estudiar ni trabajar.

Los talibán aplicaban entonces una estricta interpretación religiosa según la cual básicamente las mujeres no podían tener ningún tipo de vida pública, ocultas a ojos de cualquiera que no fuese su marido o guardián varón. Quienes incumpliesen sus normas se arriesgaban a castigos bárbaros, incluida la lapidación pública.

Durante estos últimos años, los talibán han tratado de lavar su imagen, hasta el punto de que uno de los representantes en las negociaciones de paz con el Gobierno, Suhail Shaheen, ha asegurado a la cadena británica BBC que ahora quieren que las mujeres sigan teniendo acceso a clases y empleos.

“Respetaremos los derechos de las mujeres”, ha prometido este portavoz, que sin embargo ya ha anticipado algunas restricciones, como que por ejemplo las mujeres deberían vestir al menos hiyab, un tipo de velo que cubre al menos la cabeza y el pecho y deja el rostro al descubierto.

Una mujer afgana con burka
Una mujer afgana con burka se diriga a la mezquita de Herat para participar en la ofrenda de la festividad del Eid al-Adha. EFE/EPA/JALIL REZAYEE

Los talibán también han tratado de desmentir las informaciones sobre supuestos abusos contra las mujeres en las zonas que han ido conquistando en estos últimos días, si bien desde la ONU, su Alta Comisionada de Derechos Humanos, Michelle Bachelet, advirtió la semana pasada de que las informaciones que llegaban del país asiático eran cuanto menos preocupantes.

“Hemos recibido informaciones de mujeres y niñas de varios distritos bajo control de los talibán a las que se prohíbe salir de casa sin un guardián masculino”, avisó, en un mensaje de advertencia sobre las consecuencias que podría acarrear para los civiles la ofensiva talibán, especialmente para los colectivos más vulnerables.

Para una mujer afgana, la diferencia entre haber marchado al extranjero o, como la mayoría, haberse quedado en su país, es en estos momentos el todo o la nada, vivir riendo o morir en vida.

Así lo describe Khadija al teléfono desde su casa en Kabul, atemorizada tras la captura de su ciudad por los talibanes, mientras pide auxilio a su cuñada Mina, afgana de 28 años criada desde los 7 en Madrid, que lamenta no poder hacer nada por ella. “Morir en vida”, sentencia en inglés Khadija, de 23 años.

EFE/Muhammad Sadiq/Archivo
EFE/Muhammad Sadiq/Archivo

”Mañana ya no iré a la universidad. Los talibanes son como animales, no entienden el Corán. Para ellos las mujeres no deberían educarse. Se acabó todo para nosotras”, remata.

ABANDONO Y ANGUSTIA

La sensación de abandono y angustia es total para esta joven afgana, que cuenta que su marido le ha desaconsejado ir a la universidad, ya que volviendo a casa vio por la calle una patrulla de talibanes y a partir de ahora corre peligro caminando sola por la ciudad.

Ya han anunciado que las mujeres mayores de 15 años deben casarse. No quieren que seamos independientes, nos van a matar si salimos solas a la calle, o a tirarnos ácido a la cara”, denuncia Khadija, que no cree en la relajación de normas contra las mujeres que los talibanes han anunciado con respecto al gobierno que lideraron de 1996 a 2001.

”Queremos abandonar Afganistán, pero no podemos. Esto es horrible”, sostiene esta estudiante afgana.

La profesora de yoga afgana
La profesora de yoga afgana Fakhria Ibrahimi (i) en una de sus clases en Kabul. EFE/EPA/HEDAYATULLAH AMID

Mientras, en un centro comercial de Madrid cerca de su casa, su cuñada Mina habla en perfecto español de su trabajo en una multinacional. Vino a España con su familia con 7 años, durante el anterior régimen talibán, huyendo de la represión y la incertidumbre.

Mina es una de las 69 afganas que residen en España, según el Ministerio del Interior español. Agradece a sus padres el haberse criado en España, donde se siente protegida, tanto por la ley como por los ciudadanos, “muy respetuosos con nosotras”.

Estudió Turismo en la universidad, no lleva el velo islámico y cuenta que disfruta yendo al centro de Madrid con sus amigas el fin de semana.

Pero está muy preocupada por sus familiares en Kabul: “Ninguna mujer en el mundo merece vivir encerrada y amenazada. Con los talibanes, no podrán usar el móvil, tener Facebook o salir con las amigas por la ciudad”.

Una mujer afgana sentada junto
Una mujer afgana sentada junto a sus tres hijas frente a una tienda de campaña en el centro comunitario. REUTERS/Yara Nardi

EL TEMOR DE LAS MUJERES TRABAJADORAS

Aaisha, una conocida presentadora y periodista afgana, dijo en una entrevista a The Guardian, que ha visto cómo los esfuerzos de su vida se desmoronan en lo que parecieron segundos.

“Durante muchos años, trabajé como periodista ... para alzar la voz de los afganos, especialmente de las mujeres afganas, pero ahora nuestra identidad está siendo destruida y no hemos hecho nada para merecer esto”, comentó.

“En las últimas 24 horas, nuestras vidas han cambiado y hemos estado confinados en nuestros hogares, y la muerte nos amenaza en todo momento”.

Las mujeres periodistas afganas reciben constantemente amenazas de muerte de los talibanes y de otras personas que están de acuerdo en que las mujeres no deben ser tratadas como iguales.

Mujeres con sus hijos intentan
Mujeres con sus hijos intentan ingresar al Aeropuerto Internacional Hamid Karzai en Kabul, Afganistán. REUTERS / Fotógrafo autónomo

Otra de las mujeres, la cual usó el nombre de Fereyba, recordó en la nota el momento exacto en el que escuchó que los talibanes estaban entrando por las puertas de Kabul.

“Estaba fuera de casa y acabo de recibir una llamada de mi hermano que me decía ‘¿Dónde estás? Tienes que irte a casa ahora mismo, fue muy aterrador”. “No puedes imaginar la imagen de las personas y los ojos, y los rostros y las expresiones”.

Con la voz ahogada, dijo que los informes de mujeres y niñas golpeadas, tomadas por la fuerza como esposas y violadas la dejaron en pánico de que este pronto podría ser su destino.

“Primero estoy preocupada por mí misma porque soy una niña, y también una mujer periodista”, dijo. “En las provincias se llevaron a algunas niñas y las usaron como esclavas”.

EL PEOR PAÍS PARA LA MUJER

REUTERS/Stringer/File Photo
REUTERS/Stringer/File Photo

Durante el régimen talibán, uno de sus portavoces llegó a declarar que “la cara de una mujer es una fuente de corrupción”.

Un estudio de ONU Mujeres denomina la segregación sistemática de la sociedad afgana aquellos años como un “apartheid de género”, pues las mujeres no podían trabajar, ni estudiar a partir de los 8 años o salir al balcón de su casa sin un hombre. Ninguna chica debía hablar en voz alta o reír en la calle, ya que ningún extraño debía escuchar la voz de una mujer.

Afganistán ya era en 2011 el peor país donde una mujer podía vivir, según una encuesta de la fundación Thomson Reuters, y ahora todo indica que la situación para ellas solo va a empeorar.

Mina recuerda que en casa de sus padres tiene fotos de su tía en Kabul en la década de 1970, vestida con minifalda y atuendos de moda, como cualquier mujer urbana en aquella época.

 REUTERS/Stringer
REUTERS/Stringer

”No es retroceder unos años, es volver a la edad media”, asegura con firmeza. Ella se casó libremente con su marido en 2019 y ambos viven desde entonces juntos.

Khadija, sin embargo, cree que a partir de ahora ninguna mujer podrá elegir su vida. Opina que la mayoría de los talibanes tiene “delirios y problemas mentales” y “no entiende lo que es Afganistán, muchos ni siquiera son de aquí”.

Es la diferencia de ser mujer en un país con libertades o sin ellas, la suerte de estar protegida por un Estado o despertarte un día en una enorme cárcel de mujeres.

(con información de EFE y EP)

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