El 14 de abril de 2014, Ruth Ngladar Pogu, estaba en una clase de matemáticas de tercer año cuando fue secuestrada junto a 275 de sus compañeras de la escuela del pueblo de Chibok, en Nigeria, por un comando del grupo terrorista islámico Boko Haram. Por siete años nada se supo de ella hasta que la semana pasada la encontraron soldados del ejército nigeriano acompañada por hombre con el que la habían obligado a casarse. Cuando regresó a su casa, no hubo grandes celebraciones. A pesar de ser una víctima, Ruth está envuelta en el estigma social. Sus parientes y vecinos la consideran una “arruinada”. A partir de ahora entrará en un programa de ayuda para reinsertarse en la sociedad rural donde se crió. Así lo hicieron las otras 103 chicas que fueron rescatadas entre 2016 y 2017. Otras 112 continúan desaparecidas y se teme que los terroristas las hayan vendido como esclavas sexuales en mercados del norte de África y el Golfo Pérsico.
Babagana Zulum, el gobernador del estado de Borno, donde se encuentra el pueblo de Chibok, fue quien dio la noticia del regreso de la chica que ahora tiene 23 años y dos hijos. Del “marido” sólo se sabe que quedó detenido. Y Ruth dijo no tener noticias de sus compañeras. Hace años que fueron separadas y enviadas al exterior, contó a la policía que la interrogó. En octubre de 2016, más de dos años después del secuestro masivo de Chibok, 21 de las chicas fueron liberadas. Y una más al mes siguiente. Aparentemente fue por arreglos con las familias. Otras 82 menores fueron liberadas en 2017 después de una mediación del ejército con Boko Haram. En ese momento, los terroristas aseguraron que ellos no tenían ninguna otra chica en su poder.
El secuestro de Chibok fue el primero y causó estupor en todo el mundo, pero desde entonces se registraron decenas de actos similares por parte de milicianos de Boko Haram y de bandas de delincuentes que vieron allí el ejemplo de un negocio muy lucrativo. El último rapto ocurrió el mes pasado cuando secuestraron a más de 1.000 estudiantes de un internado en el estado de Kaduna, en el norte de Nigeria. Este fue el décimo secuestro masivo en una escuela desde diciembre de 2020 en esa zona del país. La mayoría de esos chicos regresaron a sus casas después de que sus familias pagaran el rescate.
Ante la situación, las autoridades locales decidieron lo peor. Los gobernadores de los estados de Katsina, Kano, Kaduna, Zamfara y Jigawa ordenaron el cierre de las 600 escuelas que están bajo su jurisdicción. Decenas de miles de chicos no tienen clase desde entonces. Están en las calles y expuestos a peligros similares. Incluso, algunos se unieron a las bandas de delincuentes. La situación también aumentó el matrimonio infantil y el embarazo de las adolescentes y niñas. Amnistía Internacional citó el ejemplo de una alumna de 16 años que dio su testimonio. “Como muchas de mis amigas fueron secuestradas en la escuela, mis padres decidieron darme en matrimonio por mi seguridad”, contó la chica.
“Las autoridades de Nigeria no han protegido al alumnado frente a los recientes ataques a escuelas, lo cual demuestra claramente que no han aprendido nada de la tragedia de Chibok”, lamentó Osai Ojigho, directora de Amnistía Internacional Nigeria. “La única respuesta de las autoridades para proteger a la población escolar, amenazada por insurgentes y hombres armados es cerrar las escuelas, poniendo cada vez más en peligro el derecho a la educación”.
“Millones de niños y niñas están pagando el precio de la incapacidad del gobierno de proteger a la ciudadanía frente a la violencia”, dijo Ojigho, añadiendo que “las autoridades nigerianas deben restablecer la seguridad en las escuelas de Nigeria y proporcionar apoyo psicosocial a las víctimas de secuestros y sus familias para permitirles recuperarse del trauma y reintegrarse a la sociedad. Debe elaborarse un plan para garantizar que niños y niñas puedan volver con seguridad a las aulas”.
Los terroristas de Boko Haram se hicieron famosos a nivel global por el secuestro de Chibok. Era, entonces, la filial africana del ISIS, la milicia que creó para esa misma época un califato en un enorme territorio entre Siria e Irak. Su líder, Abubakar Shekau, era conocido por su particular brutalidad y su inclinación a no obedecer a los líderes de la organización de Medio Oriente. Terminaron rompiendo la alianza y muchos de sus ex compañeros de armas lo abandonaron. Los jefes del ISIS en Siria ordenaron su asesinato. Dijeron que Shekau estaba “descontrolado”, incluso para ellos que decapitaron a decenas de personas sin mayores motivos. Lo acusaron de “ataques indiscriminados contra los creyentes” y “demasiado violento”.
Los disidentes formaron otra organización denominada ISWAP (Provincia de África Occidental del Estado Islámico). Un comando de este grupo logró penetrar las defensas que había levantado Shekau en la selva de Sambisa, una franja de densa vegetación de importancia estratégica en el noreste de Nigeria. Cuando se vio acorralado y antes de caer en manos de sus enemigos, Shekau se hizo explotar con una granada. El nuevo jefe de Boko Haram es Abu Musab al-Barnawi, y tiene la bendición de los jefes del ISIS de Medio Oriente. Se convirtieron en la organización del terrorismo islámico más numerosa y mejor preparada de las que operan de África. Controla un enorme territorio que traspasa las fronteras nigerianas y llega a Chad y Níger.
En las filas de Boko Haram están enrolados miles de chicos y jóvenes porque simplemente les garantizan la supervivencia. También atrajo a niños huérfanos de la guerra. En los campamentos de la organización tienen comida, dinero, armas y chicas secuestradas que mantienen como esclavas sexuales. Los ataques a las aldeas y pueblos proporcionan botines que los milicianos se reparten de acuerdo al coraje mostrado en el combate. Esto trae sangrientas peleas internas y acusaciones cruzadas de espionaje. También una capa de silencio y rumores. El ejército nigeriano censura la información y muchas veces acusa a organizaciones como UNICEF y Amnistía Internacional de ser cómplices de los terroristas. Y en toda la región de África Central se expande la creencia de que Boko Haram “es una conspiración en la que están implicados el gobierno y los altos mandos del ejército”, según Temitope Oriola, redactor jefe de la revista African Security.
La reaparición de Ruth Ngladar Pogu, más allá de que aún no se conocen los detalles de su cautiverio ni cómo logró escapar, desnuda el hecho de que no hay ningún acusado por el secuestro de niños en Nigeria y que varios otros países siguen mirando hacia otro lado cuando se produce el tráfico de esos chicos.
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