Universidad de Thammasat en Bangkok, 10 de agosto de 2020. Un estudiante de 22 años lee durante una protesta un manifiesto de diez puntos que pide reformar la monarquía y hace estallar un bomba de relojería que acabó con el mayor tabú de Tailandia.
Esa concentración en el campus era parte de la ola de manifestaciones cada vez más masivas que recorrían el país y en las que los estudiantes pedían reformas democráticas y acabar con el circulo vicioso del gobierno de los militares.
La disolución por los tribunales del partido reformista Future Forward, liderado por el carismático y joven político Thanathorn Juangroonruangkit, encendió la mecha.
Pero esa noche de agosto se fue más allá. Los estudiantes se atrevieron a debatir en publico algo que hasta ese momento parecía impensable. El manifiesto pedía la reforma de la monarquía para acabar con su excesivo poder en la política, una mayor transparencia en sus finanzas y la eliminación del delito de lesa majestad.
TECHO DE CRISTAL
”Las protestas de estudiantes rompieron un techo de cristal, especialmente la del 10 de agosto, y han conseguido atraer a más y más personas de diferentes extractos sociales para debatir sobre la institución real tanto en las calles como en las redes sociales”, señaló el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Chulalongkorn, Pitch Pongsawat.
Los tailandeses perdieron el miedo a hablar en público del poderoso monarca a pesar de que la figura del rey era intocable en Tailandia y cualquier crítica había sido siempre tabú, además de ilegal.
Tailandia castiga con penas de hasta 15 años de cárcel por difamar, insultar o amenazar al monarca o cualquier familiar directo, a través del cuestionado artículo 112 del código penal.
La semilla se había ido germinando durante meses. El rey Vajiralongkorn carece del carisma y el respeto del que disfrutaba su padre, el venerado Bhumibol Adulyadej. Sus largas temporadas en Alemania, sobre todo durante el peor momento de la pandemia, la falta de transparencia en sus finanzas y su extravagante estilo de vida, habían generado muchas críticas.
Desde entonces, el debate estalló en las redes sociales pero también saltó a la calle, donde los tailandeses por primera vez hablaban del monarca y su papel sin ningún tipo de cortapisas.
Un ejemplo de ello es lo que empezó a pasar en los cines. En Tailandia antes de comenzar la película suena el himno real y todo el mundo se ponía de pie. A raíz de las protestas del año pasado, solo unos pocos lo siguen haciendo.
PERSECUCIÓN DE LOS LÍDERES
”Lo que ha pasado durante el último año ha sido un éxito. No solo conseguimos animar a la gente a participar más en las protestas, sino que también logramos impulsar ideas democráticas, haciendo que la gente se atreva a desafiar al gobierno y a criticar cualquier tema de la sociedad”, explicó Juthathip Sirikan, líder del movimiento “Free Youth”, uno de los grupos de estudiantes impulsores de las protestas.
Sin embargo, la líder estudiantil se muestra menos optimista respecto a los cambios reales dentro de la institución monárquica y recuerda cómo el Gobierno “usa leyes cada vez más duras para suprimir las protestas” y algunos de estos jóvenes han acabado en prisión.
Los principales líderes de las protestas, la mayoría jóvenes universitarios que se atrevieron a hablar públicamente de una reforma de la monarquía, han sido encarcelados y acusados de lesa majestad, por lo que podrían pasar años en la cárcel.
Desde el año pasado, más de 700 manifestantes han sido acusados de delitos que van desde provocar disturbios hasta sedición y más de un centenar están acusados de lesa majestad, según los la asociación de Abogados por los Derechos Humanos de Tailandia.
Entre ellos, se encuentra Panusaya Sithijirawattanakul, conocida como Rung, la estudiante que leyó el polémico manifiesto del 10 de agosto y que se convirtió en una de las 100 mujeres más inspiradoras e influyentes del mundo de 2020, según la BBC.
MANIFESTACIONES MÁS REDUCIDAS
El movimiento de estudiantes quedó muy divido y descabezado por la fiereza con la que respondieron las autoridades, lo que sumando a las restricciones por la pandemia, lo fue desinflando.
A pesar de ello, desde hace semanas una nueva ola de manifestaciones más reducidas han vuelto a surgir en las calles de Bangkok donde se pide con fuerza de nuevo la dimisión del primer ministro, Prayut chan-o-cha, por la gestión de la covid-19, que está haciendo estragos en el país desde el punto de vista sanitario y económico.
”Aunque el número de personas que salen a protestar es menor, esto no quiere decir que no hay malestar con el Gobierno de Prayut y el sistema político”, explicó el profesor Pitch Pongsawat.
En este sentido, señala que teniendo en cuenta el creciente número de etiquetas y comentarios de Twitter se puede decir que el pulso contra el “establishment” sigue con fuerza, ya que en definitiva “la mayoría de nosotros vivimos en ese mundo virtual”.
(con información de EFE)
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