Frustración. Es el sentimiento que Arnold Roth expresa una y otra vez al repasar la lucha que, junto a su esposa, comenzó después que la asesina de su hija y de otros 14 inocentes fuera puesta en libertad. Una lucha que comenzó hace 10 años y parece no tener fin. Abandonados por el gobierno de Israel, la familia ahora tiene la esperanza puesta en Estados Unidos, el único país que tiene la posibilidad de hacer justicia.
“Es muy frustrante, porque nadie puede decir que no tenemos razón”, dice Roth en una videollamada con Infobae desde Jerusalén. “La propia asesina dijo: ‘Yo maté a esos niños’. Pero en lugar de ir a la cárcel, sale en la televisión, tiene una columna en el periódico, es una heroína. Y eso es algo insoportable para nosotros”.
Malki Roth, la hija de Arnold y Frimet Roth, tenía apenas 15 años cuando fue asesinada en el atentado suicida conocido como “la masacre del Sbarro”, ocurrido en el local de la famosa cadena de pizzerías que estaba en la esquina de las calles King George y Jaffa, en pleno centro de Jerusalén. Fue el 9 de agosto de 2001, hace hoy 20 años.
Ese día, Ahlam al Tamimi, una periodista de 21 años recién llegada de Jordania, guió a Izz al-Din Shuheil al-Masri hasta la fila de los clientes que esperaban para hacer sus pedidos. Tamimi fue el cerebro de ese ataque, uno de los más mortíferos de la Segunda Intifada (2000 – 2005): seleccionó el objetivo y lo visitó varias veces sin despertar sospechas gracias a su carnet de periodista. De esta manera, sabía que a esa hora, las dos de la tarde, el local estaba repleto. De mujeres, adolescentes y niños, sobre todo.
El atacante suicida tenía en su mano un estuche de guitarra lleno de diez kilos de explosivos fabricados por Hamas. Tamimi le dijo que esperara a detonar la bomba hasta que ella se hubiera alejado del lugar. A la noche, la terrorista dio la noticia del atentado en el canal árabe donde trabajaba como periodista: la explosión había dejado 12 israelíes, dos estadounidenses y un brasileño muertos y otras 130 personas heridas. Tamini nunca mostró remordimiento. Ya convertida en una celebridad, contó lo difícil que le había sido reprimir la expresión de alegría que le provocaba saber que había judíos muertos y heridos, en especial siete niños.
Tamimi fue apresada unos meses después junto a su marido Abdallah Al-Barghouti, jefe de la brigada de Hamas, además de constructor de las bombas. Fue condenada a 16 cadenas perpetuas. Los Roth y las otras familias de las víctimas pensaron entonces que se había hecho justicia. Se equivocaban. En octubre de 2011, Tamimi fue liberada en el marco de un intercambio de prisioneros negociado por el gobierno de Netanyahu. Hamas liberó al soldado israelí Gilad Shalit, que había sido capturado en 2006, a cambio de 1.027 terroristas convictos palestinos.
Así, los Roth asistieron impotentes a como la asesina de su hija era recibida como una heroína por el líder de Hamas en Egipto, y luego en el aeropuerto de Ammán, en un juzgado y en la Universidad de Jordania.
“A partir de ahí nunca se detuvo realmente”, dice Roth. “Se convirtió en alguien que representaba algo edificante, trascendental para la población jordana”.
Pero lo peor estaba por venir. Diez semanas después, en febrero de 2012, Tamimi comenzó a conducir su propio programa de televisión. “Vi su primer programa en la cadena de Hamas y fue repugnante, fue horrible”, recuerda Roth. El programa, transmitido durante cinco años por satélite y en internet, hizo que la autora intelectual de la matanza de Sbarro se convirtiera en una celebridad en el mundo árabe.
“En ese momento le dije a mi esposa: ‘No aguanto más esto, tenemos que hacer algo’”.
Batalla para la extradición
Roth, un ex abogado originario de Australia, decidió entonces viajar a Washington para pedirle al Departamento de Justicia de EEUU que procesara a Tamini, señalando un tratado de extradición entre Estados Unidos y Jordania en vigor desde 1995 y una ley federal que criminaliza los actos terroristas cometidos fuera de Estados Unidos que resultan en muertes de estadounidenses. Malki era ciudadana norteamericana porque su madre es nativa de Nueva York. Las otras dos víctimas estadounidenses eran una joven mujer recién casada y embarazada de su primer hijo y una joven madre que quedó con daño cerebral.
Los cargos se emitieron un año después, pero el Departamento de Justicia mantuvo el proceso secreto hasta cuatro años más tarde, cuando en marzo de 2017 informó a las familias. Mientras tanto, el FBI agregó a Tamimi a la lista de terroristas más buscados. A comienzos del 2018 anunciaron una recompensa de 5 millones de dólares.
“Al principio nos alegramos”, recuerda Roth. “Eso era lo que estábamos pidiendo. Luego comenzamos a hacer preguntas, y nos dimos cuenta de que no tendríamos buenas respuestas. Durante los siguientes días supimos que no era tan bueno como esperábamos. Pero al menos estaba acusada”.
¿Por qué Tamimi no es extraditada?
La parte “realmente desagradable” llegó seis días después, cuando la corte más alta de Jordania dictaminó que el tratado de extradición con Estados Unidos no era válido porque no había sido ratificado, algo desmentido por documentos obtenidos por Roth a principios de este año.
Por eso, los Roth piden al gobierno de Estados Unidos, un aliado clave para Jordania, que tome cartas en el asunto.
“Estados Unidos es el adulto en la sala. Es la parte que busca llevar a esta mujer ante la justicia por el asesinato de ciudadanos estadounidenses y espero que el gobierno actúe de una manera que sea consistente con sus valores”, dice Arnold Roth, al recordar que el presidente Biden ha hablado sobre la “decencia” y “dignidad” como valores primordiales de su administración.
Sin embargo, lamenta, por el momento “es como hablar con las paredes, nadie responde y realmente no estamos yendo a ningún lado”. No es un tema partidario, dice Roth: tanto con Obama, que con Trump y ahora con Biden “todo lo que tenemos son palabras vacías sobre esfuerzos que serán renovados”.
Tampoco provocó avances el reciente viaje del rey Jordano Abdullah a Estados Unidos. Roth y su esposa le escribieron al Secretario de Estado de EEUU Antony Blinken y a otros funcionarios de la administración el mes pasado pidiendo que presionara al monarca para la extradición. Aunque no recibieron respuesta, fuentes de alto nivel que participaron en los encuentros le dijeron a Roth que el caso de Tamimi se abordó en una reunión a puertas cerradas en la embajada jordana. El rey Abdullah, sin embargo, se desligó del tema aduciendo que Tamimi no puede ser juzgada dos veces por el mismo crimen, que siguen las conversaciones con Estados Unidos y que, de todas formas, Jordania no tiene nada que ver en el caso, ya que su liberación fue producto de un acuerdo entre Israel y Hamas.
Tampoco hubo avances tras el cambio de gobierno en Israel, dice Roth. “El jueves le entregamos una larga carta al [primer ministro] Bennet. Intentamos tener una reunión con Lapid, el ministro de Relaciones Exteriores y el poder detrás del primer ministro. No ha surgido nada constructivo de eso todavía”.
La razón de la renuencia de Estados Unidos e Israel de presionar a Jordania parece tener que ver con razones geopolíticas. Ambos países tienen la necesidad de proteger al rey Abdullah de cualquier amenaza percibida a su gobierno, un aliado clave en Medio Oriente. En ese sentido, se cree que la entrega de Tamimi causaría descontento entre la población jordana. Esto último fue confirmado por múltiples fuentes tanto del Departamento de Estado como del gobierno israelí citadas por una reciente investigación del diario Jerusalem Post.
“Esta ya no es una lucha legal, porque todo lo que había que hacer ya se hizo. Ahora nos encontramos en un lugar diferente, en el mundo oscuro de la política”, reflexiona Roth. “Algo anda mal, aunque creo con la mano en el corazón que no hay ningún aspecto político en lo que estamos haciendo. A todos nos interesa la justicia, no queremos ver a Tamini asesinada, queremos ver un juicio y queremos verla condenada. Y queremos que la gente mire, especialmente la gente en Jordania y diga: ‘wow, no me di cuenta de eso’. Nadie en Jordania sabe que ella asesinó a niños. Ni siquiera la llaman convicta. La llaman acusada. Las palabras son importantes. El público jordano evita comprender lo que realmente hizo esta mujer. Y si la llevaran a un juicio, sería como cuando Eichmann fue llevado a juicio aquí en Jerusalén en 1969. Obligará a afrontar este tema porque sucederá en un escenario público, y eso es lo que queremos tener”.
La búsqueda de justicia también es una manera para recordar a Malki, según Roth. “Si permitimos que un asesino pase el resto de su vida como una celebridad, y permitimos que infunda odio en la sociedad árabe y en las mentes jordanas, sería un desastre”.
Cómo era Malki
“Ella realmente era especial”, dice Roth. “Sus 3 hermanas menores, sus 3 hermanos mayores, todos miraban a Malki como el centro, y ella lo era. Era el pegamento que mantenía a todos unidos”.
Malki también realizaba trabajo en la comunidad como líder juvenil; además, tocaba la flauta clásica y había sido admitida en la orquesta juvenil de Jerusalén.
“Algunos de mis recuerdos más felices son ver a Malki sosteniendo a su hermana pequeña en sus brazos, y hacerlo no porque le iba a dar las gracias, sino porque esta era su forma de mostrar amor”, cuenta Roth. “Esa era Malki, era empática, era muy generosa”.
Malki estaba profundamente involucrada en cuidar de su hermana, que desde que tiene un año sufre una severa discapacidad. Por eso, tras su muerte en el atentado, decidieron crear una fundación que lleva su nombre para mantener vivo su recuerdo y ayudar a las familias con hijos con discapacidades graves a mantener a los niños en el hogar familiar en lugar de enviarlos a instituciones de cuidado.
“Con la fundación buscamos apoyar a las familias de la misma manera que Malki lo hizo con la nuestra”, dice Roth. “Más que cualquier otra cosa, así es como queremos que sea recordada”.
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