En medio de su ofensiva para retomar el control del país, los talibanes ejecutaron a unas 900 personas en seis semanas en una sola provincia, afirmó este jueves un jefe policial afgano.
Entre las víctimas del grupo terrorista hay soldados, agentes de policía, ancianos líderes tribales, activistas y hasta un popular comediante. Todos fueron arrastrados de sus hogares y asesinados en la provincia sureña de Kandahar, dijo el ex jefe de policía de la región, Tadin Khan, al medio de noticias afgano TOLO.
Los combatientes islamistas han recuperado gran parte de la provincia y han sitiado la capital regional, también llamada Kandahar, mientras presionan para retomar el control del país tras la retirada de las tropas estadounidenses.
Muchas de las muertes ocurrieron en la ciudad de Spin Boldak, en la frontera con Pakistán, dijo Khan.
“La gente ha sufrido enormemente”, dijo. “La brutalidad que ocurrió en Boldak es imperdonable”.
Entre ellos se encontraba el comediante Nazar Mohammad, que anteriormente sirvió en la policía afgana, a quien le degollaron antes de que se publicaran en línea imágenes de su cuerpo.
Otros objetivos de los islamistas han sido los soldados afganos. Según la fuente, varios de estos se rindieron bajo la promesa de que se les permitiría regresar sanos y salvos a casa. Pero el grupo terrorista muchas veces no cumple con esa promesa, como demostró el caso de los 22 miembros de las fuerzas especiales brutalmente masacrados tras quedarse sin municiones.
Los líderes religiosos, los empleados del gobierno y cualquier persona que se considere partidaria del gobierno también han sido atacados, dijo Khan.
Human Rights Watch (HRW) dijo por su parte que obtuvo una lista de 44 personas asesinadas “sumariamente” en Spin Boldak y acusó a los comandantes talibanes de ser responsables de “crímenes de guerra”.
Asimismo, la ONU dijo que recibió informes de crecientes muertes de civiles y daños a infraestructuras críticas en Helmand y Kandahar.
“Los hospitales y trabajadores de la salud están desbordados por la cantidad de heridos”, dijo el portavoz de la ONU, Stephane Dujarric, este miércoles.
Los informes contradicen una vez más la propaganda talibana que, en un intento de construir alianzas con vecinos y evitar el tipo de intervención que los derrocó del poder, busca presentar a los insurgentes como una versión moderada del grupo con el que Estados Unidos fue a la guerra en 2001.
Otra prueba, aparte de las ejecuciones, son los testimonios de las mujeres, que contaron que en las zonas controladas por los talibanes se les volvió a prohibir salir de la casa sin un permiso y asistir a la escuela.
Ofensiva y contraofensiva
Los reportes llegan en momentos en que los talibanes advirtieron de más ataques contra autoridades del gobierno afgano tras un fallido atentado contra el ministro de Defensa, y mientras las fuerzas gubernamentales lanzaran una gran contraofensiva en la ciudad sitiada de Lashkargah. El ejército pidió a los 200.000 habitantes de la ciudad evacuar el martes, al iniciar su ofensiva.
Los combates arrecian en el interior del país desde mayo, cuando las fuerzas extranjeras comenzaron la última fase de su retiro, que deberán completar este mes.
El martes, un atentado contra el ministro de Defensa, Bismillah Mohammadi, llevó la guerra a la capital por primera vez en meses.
Se trata de la mayor escalada de los talibanes, que habían evitado realizar ataques a gran escala en la capital desde que iniciaron conversaciones con Estados Unidos sobre el retiro de tropas.
Sin escapatoria
Los insurgentes tomaron control de gran parte del interior y ciudades fronterizas, aprovechando el vacío dejado por el retiro de las fuerzas estadounidenses.
Ahora apuntan a las ciudades, con cruentos combates la última semana alrededor de Herat, cerca de la frontera con Irán, así como Lashkar Gah y Kandahar, en el sur.
La pérdida de Lashkar Gah, capital de la provincia sureña de Helmand, sería un severo golpe estratégico y psicológico para el gobierno.
Mientras los talibanes ganan terreno en el campo de batalla, las conversaciones intermitentes entre los insurgentes y el gobierno afgano en Doha, Qatar, han logrado poco y parecen haber perdido fuerza.
El consejero de seguridad nacional de Pakistán, Moeed Yusuf, pidió a las dos partes buscar un entendimiento para alcanzar un acuerdo de paz.
Yusuf dijo el miércoles en Washington que las autoridades de Kabul deben dejar de presionar por victorias militares e incluir a más voces afganas en futuras conversaciones.
“Tendrá que haber algún tipo de entendimiento dada la realidad en el terreno, pero la violencia tiene que parar”, declaró.
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