Pasadas las seis de la tarde del 3 de agosto de 2020 el rey emérito Juan Carlos I de España aterrizó en Abu Dabi (capital de Emiratos Árabes Unidos). Comenzaba así un autoexilio consecuencia de los sucesivos e imparables escándalos que en los últimos años habían minado su personaje y que en 2014 lo obligaron a abdicar y dejar el trono en manos de su hijo Felipe.
La Justicia española tiene abiertas tres investigaciones sobre las finanzas del rey emérito. No hay causas judiciales en curso. Su estancia en Abu Dabi es, pues, un autoexilio, una huida voluntaria.
Pero, ¿dónde radica el origen de todos los males del rey emérito? La situación del rey Juan Carlos se complicó a raíz de su relación personal con Corinna Larsen, que se hace evidente ante los españoles en 2012, cuando el rey sufre un accidente en Botswana. El rey se había trasladado al país africano a cazar elefantes. Lo había hecho en un avión privado junto a Larsen (La propia Larsen ha afirmado que mantenía una “relación romántica” con Juan Carlos). El escándalo fue de tal magnitud que el rey, tras ser traslado de urgencia para una operación en Madrid, debió pedir perdón a los españoles.
La relación personal con Larsen se alimentaba con un vínculo económico. El rey había transferido a su amiga 100 millones de dólares desde una cuenta en Suiza. Una cuenta oculta al fisco español. El dinero provenía de un donativo de Arabia Saudí.
Estos fueron los comienzos de una serie de dificultades que obligaron al rey a abdicar en junio de 2014 y a autoexiliarse en agosto de 2020, justo dos meses después de que se abriera la primera investigación sobre sus cuentas. Así, en junio del año pasado la Fiscalía del Estado encargó rastrear las posibles comisiones que habría recibido el rey Juan Carlos a cambio de sus gestiones para la construcción del Tren de Alta Velocidad a La Meca.
La trastienda de la crisis que llevó a la abdicación del rey, a su posterior salida de España y que explica al detalle su caída se detalla con solvencia en el libro Final de Partida, de Ana Romero, publicado pocos meses después de que el monarca abandonara el trono. Entre otras cuestiones, la autora explica cómo durante años el poder en España aceptó comportamientos por parte del hoy rey emérito que eran a todas luces inadecuados.
Semanas antes de viajar a Abu Dabi, Juan Carlos I envió una carta a su hijo en la que le decía: “Te comunico mi meditada decisión de trasladarme, en estos momentos, fuera de España”. Con estas líneas comenzaba la justificación de su autoexilio. El propio emérito admitía que los escándalos en torno a su vida privada y sus finanzas estaban minando la Monarquía y poniendo en riesgo el reinado de su hijo. “Ante la repercusión que están generando ciertos acontecimientos pasados de mi vida privada” y para “contribuir a facilitar el ejercicio de tus funciones [las de Felipe VI], desde la tranquilidad y el sosiego que requiere tu alta responsabilidad” tomaba la decisión de irse.
En las últimas semanas se plantea la posibilidad de que el rey emérito regrese a España. Sin embargo, las continuas informaciones que recuerdan su relación con Corinna Larsen –la ex amante ha acusado al rey ante la Corte Británica de acoso, seguimiento ilegal y difamación, según publicó El País– y las acciones de Fiscalía española son un claro obstáculo para la vuelta a la normalidad.
La Familia Real, una Historia de exilios
La del rey Juan Carlos no es la primera historia de un exilio en la Familia real española en los últimos 90 años. Alfonso XIII, su abuelo, se exilió cuando en 1931 se instauró la II República en España. Primero se instaló en París y luego en Roma. Su hijo Juan de Borbón no tuvo oportunidad de acceder al trono bajo la dictadura de Franco y vivió exiliado en Portugal. Ahora es el rey Juan Carlos el que de forma voluntaria ha salido del país, en un cierre ominoso a su reinado.
Juan Carlos de Borbón, de 83 años, se convirtió en Rey el 22 de noviembre de 1975, 48 horas después de la muerte del dictador Francisco Franco. Fue, junto a Adolfo Suárez, primer presidente electo de la democracia, figura clave de lo que se consideró una transición ejemplar con la que se cerraron 40 años de dictadura. Su papel el 23-F de 1981, cuando frenó un golpe de estado y compareció en la televisión pública para defender el orden constitucional, lo consolidaron como referente incuestionable de la joven democracia española.
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