Las pequeñas naciones insulares repartidas por todo el mundo son las más afectadas por la crisis climática y sus problemas se han incrementado por la pandemia de coronavirus, que ha afectado de forma especial a sus economías y su capacidad de protegerse de la extinción.
De los 38 estados miembros y 22 miembros asociados que Naciones Unidas ha designado como Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (PEID) viven una “cruel paradoja” pues son responsables del uno por ciento de las emisiones globales de carbono, pero sufren de forma severa los efectos del cambio climático, aseguró la ONU en una nota de prensa.
“Muchos de estos países (...) están altamente expuestos al calentamiento de los océanos. A menudo son vulnerables a eventos climáticos cada vez más extremos, como los devastadores ciclones que han azotado el Caribe en los últimos años, y debido a sus recursos limitados, les resulta difícil asignar fondos a programas de desarrollo sostenible que podrían ayudarlos a afrontar mejor la situación”, considera Naciones Unidas.
Además, la pandemia de coronavirus ha “empeorado la situación” en materia económica de muchos estados insulares que dependen, especialmente, del turismo. Esta “crisis mundial” ha reducido “drásticamente” los viajes internacionales y, por tanto, les ha dificultado el pago de sus deudas.
“Sus ingresos prácticamente se han evaporado con el fin del turismo, debido a los bloqueos, los impedimentos comerciales, la caída de los precios de las materias primas y las interrupciones de las cadenas de suministros”, aseveró en el mes de abril el presidente del Consejo Económico y Social de la ONU, Munir Akram.
La mayoría de las investigaciones indican que los atolones de islas bajas, predominantemente en el Océano Pacífico como Islas Marshall y Kiribati, corren el riesgo de quedar sumergidas a finales de siglo. Además, la inundación de agua salada de los acuíferos de agua dulce significaría que las pequeñas naciones insulares podrían encontrarse en una situación en la que se quedan sin agua dulce mucho antes de quedarse sin tierra.
En otros casos, hay islas están protegidas por arrecifes, que desempeñan un “papel clave” en la industria pesquera y en las dietas equilibradas, sin embargo se prevé que estos arrecifes se extingan casi por completo a menos que limitemos el calentamiento por debajo de 1,5 grados centígrados.
Por otro lado, a pesar de la “enorme caída de la actividad económica mundial” durante la pandemia, la cantidad de gases de efecto invernadero dañinos aumentó, y es probable que los últimos seis años, 2015-2020, sean los seis más cálidos registrados.
Los PEID dependen del petróleo importado para dar cobertura a todas las demandas energética que tienen, aunque algunos de estos países han logrado con éxito cambiar a fuentes de energía renovables.
Es el caso de Tokelau, situado en el Pacífico Sur, que está satisfaciendo cerca del cien por cien de sus necesidades energéticas a través de energías renovables, mientras que Barbados, en el Caribe, ya se compromete a alimentar al país con fuentes de energía totalmente renovables y alcanzar cero emisiones de carbono de cara al año 2030, según la ONU.
Varios PEID también han establecido ambiciosos objetivos de energía renovable: Samoa, las Islas Cook, Cabo Verde, Fiji, San Vicente y las Granadinas y Vanuatu tienen como objetivo aumentar la participación de las energías renovables en sus combinaciones de energía, del 60 al 100 por ciento.
“En 2018, Seychelles lanzó el primer bono azul soberano del mundo, un instrumento financiero pionero para respaldar proyectos marinos y pesqueros sostenibles”, ha explicado Naciones Unidas.
(con información de EP)
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