Francia confía en el pase verde o green pass, para que además de acercar voluntades que acepten la vacunación anti COVID-19, logre detener la propagación explosiva de la variante delta. Desde el miércoles, museos, teatros, todo evento que reúna a más de 50 personas, debe exigir el código QR que confirme un plan de vacunación completo, haber pasado la infección de coronavirus o un hisopado negativo.
A pesar de que la ley, proyecto del gobierno del presidente Emmanuel Macron que incluye la obligatoriedad de la vacuna para determinados profesionales sanitarios, es fuertemente debatida en la Asamblea Nacional, quienes estén en Francia ya acercan sus teléfonos móviles para que se controle que cumplen con los requisitos de salud impuestos para frenar la pandemia.
Desde las 8:30 del miércoles, una hora antes de la apertura de las puertas de la Torre Eiffel, Infobae pudo comprobar cómo los visitantes deben presentar el “pasaporte de salud” si desean acceder a la Dama de Hierro parisina.
Para los despistados, o quienes se nieguen a esta herramienta digital, las autoridades de la Torre, ofrecen, para poder pasar, una prueba de antígeno en carpas montadas frente a las entradas, previo al control de acceso y seguridad. Incluso, precavidas las autoridades de la Société d’Exploitation de la Tour Eiffel (Sete), la cartelería indica en varios idiomas la forma de realizar el hisopado nasal de antígenos que corrobore estar negativo de COVID-19
Como en otros museos o salas de exposiciones, cada sitio espera no perderse visitas montando carpas de testeos. Sin embargo, si bien estas pruebas serán gratuitas para los franceses, los concurrentes que no residan en el país deberán pagar 20 euros por el testeo.
Este dispositivo adicional “permite garantizar a los visitantes un descubrimiento del monumento en óptimas condiciones“, explicaba a la prensa francesa, Patrick Branco Ruivo, director general de Sete, quien dice “aplicar el decreto” publicado el martes pasado en el Diario Oficial.
Entre los monumentos más visitados del mundo, la Torre Eiffel volvió a abrir el viernes pasado al mediodía después de ocho meses y medio de cierre, el periodo sin actividad más largo desde la Segunda Guerra Mundial. Desde ese día, la Dama parisina puede albergar entre 10.000 y 13.000 visitantes por jornada, aforo reducido a la mitad por las medidas sanitarias.
Las medidas puntillosas para la reapertura tienen también relación al déficit financiero que trajo la falta de actividad. Se calculan pérdidas superiores a los 50 millones de euros. Las autoridades destacan la importancia de mantener a la Torre lejos de los casos de contagios. Para ello dispondrán de una capacidad de 1500 testeos por día, para lo cual habrá una veintena de inspectores, sanitaristas y guías para asistencia.
Además de las barreras sanitarias, los ascensores de los dos primeros pisos solo pueden tomar el 50% de su capacidad para reforzar el distanciamiento social. La portación de máscaras o tapabocas es obligatoria, como para cualquier otro lugar que reúna a mas de 50 personas.
Para los turistas, y si bien consideran al procedimiento de ingreso perfectamente dispuesto, incluir más gastos a una entrada de unos 26,10 euros (tarifa completa para un adulto), hace de la visita a la torre más conocida de mundo, un gasto para pensar.
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