
Un grupo de desertores del régimen de Corea del Norte, se reúnen en un edificio en Seúl. A la par, residentes de Corea del Sur, tocan el acordeón, fabrican adornos y aprenden a cultivar.
El centro, inaugurado el año pasado, es el primero administrado por el gobierno para relacionar a los desertores de Corea del Norte junto con los nativos de Corea del Sur para que tales se conozcan entre ellos a través de actividades culturales. Asimismo, está hecho para apoyar a los norcoreanos, muchas veces atravesando dificultades. También tiene como objetivo estudiar la posible mezcla de culturas de los rivales en caso de que se unieran.
La unificación es una parte importante de la política retórica de las dos Coreas, pero la dificultad de crear una simple Corea compuesta por la rica y exitosa Corea del Sur junto la pobre y autoritaria Corea del Norte, hacen la realidad del plan profundamente complicada. Una unificación en algún futuro cercano parece altamente improbable. El Norte, a pesar de décadas de pobreza y un grado altísimo de desconfianza hacia el mundo, no es inestable políticamente y no hay ninguna charla significativa acerca de la unificación entre las Coreas.
“Coreanos del Norte y del Sur se juntan aquí, sonríen y hablan entre ellos. Se hacen preguntas sobre su pasado. Algunos (Coreanos del Sur) cuentan que sus padres originalmente vinieron desde Corea del Norte” cuenta Ko Jeong Hee, un refugiado de 60 años, profesor de acordeón en el Centro de Integración Cultural Inter-Coreano. “El ambiente es realmente bueno aquí”
Las actividades de intercambio entre las Coreas a través cantantes, artistas y el básquet, han sido puestas en pausa por una disputa en relación con la acumulación de armas nucleares por Corea del Norte. A raíz de esto, surgen preguntas acerca de cuán útil es el centro cultural y si muchos refugiados sufriendo dificultades económicas van a unirse a eventos y actividades sin fines de lucro.
Hasta hoy, aproximadamente 34.000 norcoreanos han rearmado su vida en Corea del Sur después de escapar de la pobreza y la opresión política en su país de origen de los últimos 20 años. Los refugiados componen un 0,06% de una población de 52 millones de personas. A su llegada a Corea del Sur, son dados la ciudadanía, departamento, remuneración económica y tres meses de orientación social, entre otros beneficios.
De todas maneras, estos han venido de un gobierno extremadamente represivo, nominalmente socialista donde el PBI estimado era menos de la mitad del que fue en Corea del Sur en 2019. Muchos de ellos sufren discriminaciones en Corea del Sur y luchan para adaptarse a la nueva vida: competitiva y capitalista.
Números oficiales han mostrado que el salario promedio mensual de un norcoreano viviendo en Corea del Sur fue de aproximadamente 80% menos que el nativo. Se conformaron con un trabajo durante 31,6 meses en promedio, menos de la mitad del tiempo que le dedican los surcoreanos, con una tasa de deserción escolar casi tres veces mayor.
Una encuesta de 2019, también ha mostrado que sólo el 9,4% de los encuestados surcoreanos aceptarían un casamiento entre culturas para un miembro de su familia.
La difícil situación de los inmigrantes hacia Corea del Sur, aumenta las preguntas acerca de qué pasaría si Corea del Sur tuviera que manejar una repentina inmigración de los 26 millones sobre los habitantes de Corea del Norte en caso de una unificación en términos de Corea del Sur.
“Este país no ha podido acoger a quienes huyen voluntariamente de Corea del Norte, pero muchos están pidiendo a gritos una integración de los surcoreanos y norcoreanos y una unificación”, dijo Son Jung Hoon, quien trabajó como activista de derechos humanos en Corea del Sur durante años. “Eso es hipocresía”.
Las iglesias y los grupos de activismo social han ofrecido previamente actividades que involucran a desertores, a menudo atrayendolos con dinero en efectivo. Incluyeron un coro, viajes de campamento y partidos de fútbol con residentes nacidos en Corea del Sur. Pero Kang Woo-jin, un profesor universitario que está a cargo de algunos programas en el centro gubernamental, dijo que la instalación no ofrece dinero, pero está presionando para dar clases de alta calidad.
Incluso el establecimiento del centro ha sido polémico. Su apertura se retrasó varios años debido a las protestas de los residentes locales, a quienes les preocupaba que empañara la imagen de su vecindario y bajará los precios de las viviendas. Hoy por hoy, los funcionarios del centro dicen que ya no hay tales quejas.
“La integración cultural es mucho más difícil y requiere más tiempo que una unificación política e institucional”, dijo recientemente el ministro de Unificación, Lee In-young. " Corea del Norte y del Sur, que viven separados desde hace 70 años, convertirse en uno es un viaje largo y traicionero, pero no debemos detenerlo. Es un viaje que tenemos que emprender juntos. Esa es la razón por la que existe el Centro de Integración Cultural Intercoreana “.
Construido en un tranquilo barrio residencial en el oeste de Seúl, el centro no es muy conocido por el público en general. Las restricciones relacionadas con COVID-19 lo han obligado en gran medida a ofrecer más de la mitad de sus programas en línea y limitar el número de participantes en persona a menos de 10. El lunes, sus programas en persona se suspendieron o fueron en línea en medio de un resurgimiento viral en Seúl.

Yu Hwa-suk, de 57 años, huyó al sur en 2015 y dijo que quiere lograr su sueño de la infancia de convertirse en acordeonista. “Los participantes (de Corea del Sur) tienen un gran interés en los norcoreanos, así que sentimos seguridad con ellos”, dijo Yu, y agregó que ella y otros suelen cenar fuera de clase.
Por otro lado, Song Hyo Eun, una surcoreana de 39 años, dijo que no les preguntaría a los desertores sobre sus vidas en Corea del Norte porque podría involucrar un tema delicado como el que dejaron sus familiares, mientras que dos desertores de unos 70 años dijeron que les preocupa que los surcoreanos puedan tener opiniones negativas sobre ellos.
“Las autoridades deberían utilizar varias instalaciones locales para integrar a los desertores que viven en Corea del Sur, en lugar de establecer un gran centro en un área determinada”, expreso Kim Whasoon, experto en un instituto de investigación de la Universidad Sungkonghoe de Seúl.
Algunos desertores y surcoreanos también ven la unificación de manera diferente.
“Muchos inmigrantes se ganan la vida a duras penas y se les ha pagado por asistir a eventos culturales en el pasado, dijo Kim Jong Kun, profesor de la Universidad Konkuk en Seúl. Por eso, dijo Kim, “no creo que quieran reunirse con los surcoreanos solo para aprender caligrafía e instrumentos musicales o cantar una canción”.
Yu, una desertora, lloró mientras hablaba de la unificación como una forma de reunirse con sus familiares y enseñarles lo que aprendió en Corea del Sur.
“Hablando francamente, a veces quiero volver a casa”, dijo Yu. “Cuando vivía en Corea del Norte, pensé que sería feliz si obtuviese una buena posición económica. Pero después de venir aquí, me di cuenta de que ser feliz significa estar con la gente que extraño “.
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