El viernes 2 de julio lo que debía vivirse como una fiesta se convirtió en un terremoto en DiDi Chuxing Technology. Fue tras un breve y conciso llamado atendido en la sede central de la compañía en Beijing que se expandió -en segundos y como un tsunami demoledor- hasta Nueva York. Ocurrió minutos antes de que sus acciones salieran a la bolsa y las campanas de Wall Street coronaran con gloria a la popular aplicación de servicios de transporte y movilidad china que cuenta con 550 millones de usuarios y presencia en más de mil ciudades en todo el planeta. La comunicación heló la sangre de los ejecutivos de la firma.
Del otro lado de la línea un burócrata de la Administración del Ciberespacio de China (CAC, por sus siglas en inglés) les informó que en apenas horas la app no podría ser descargada en ningún otro dispositivo en todo el territorio chino por cuestiones técnicas y legales y que deberían modificar su estructura e ingeniería para el uso de datos. WeChat y Alipay fueron las primeras en responder a la orden, bloqueando la aplicación. DiDi retiró entonces sus productos de todas las tiendas digitales en plena salida a la bolsa de valores: las acciones de la empresa se desmoronaron al instante y la onda de la explosión se agrandó aún más sin detenerse.
La acusación de la CAC se encubrió bajo un manto en apariencia noble: de acuerdo al régimen la tecnológica hacía un uso inapropiado de los datos de los usuarios. Para revertir esa situación y convencer a las autoridades chinas, ahora deberá presentar un nuevo esquema de manejo de esa información. Será difícil, en cambio, que vuelva a seducir a inversores globales desencantados. ¿Quién querrá arriesgar millones en una empresa cuyos algoritmos estarán bajo escrutinio de Beijing?
Tras el sismo, la compañía optó por el hermetismo. Sólo emitió un comunicado enviado a la agencia Reuters: “Antes de la salida a bolsa, DiDi no tenía conocimiento de las decisiones de la CAC -anunciadas el 2 de julio y el 4 de julio de 2021- respecto de la revisión de la ciberseguridad y la suspensión de registros de nuevos usuarios en China y la eliminación de la app de DiDi Chuxing de las tiendas de aplicaciones en China, respectivamente”. Quizás sea cierto, aunque es difícil de imaginar que los ejecutivos y abogados de semejante firma no tuvieran en la memoria cortoplacista el golpe del régimen contra Alibaba, el gigante comercial de Jack Ma caído en desgracia bajo argumentos de similar tufillo.
DiDi cayó bajo el escrutinio de la Ley de Seguridad de Datos -aprobada en junio- que impide a las empresas chinas someterse a auditorías o procesos judiciales extranjeros sin antes contar con la aprobación del régimen. Es decir, Beijing pretende el monopolio de la investigación de las firmas locales aunque estas operen en el extranjero. Por monopolio y por investigación interprétese: Xi Jinping quiere el control absoluto de los datos de “sus” compañías. En ese sentido, la app de movilidad constituye un caudal inimaginable de información sobre usuarios, empresas y gobiernos.
De acuerdo al diario Financial Times, DiDi pudo servir como ejemplo para el resto de las grandes tecnológicas chinas que intenten operar en los mercados de valores de los Estados Unidos.
Sin embargo, accionistas norteamericanos se sintieron engañados. Alegaron que la tecnológica -valuada en alrededor de 70 mil millones de dólares- había sido deshonesta al no revelarles las conversaciones que estaba manteniendo con el régimen. Es por ello que decidieron actuar y lanzaron una demanda colectiva contra el CEO Will Wei Cheng, el presidente Jean Qing Liu, entre otros ejecutivos y directores. Goldman Sachs, Morgan Stanley y JPMorgan Chase & Co., que impulsaron la salida a la bolsa también fueron denunciados. La batalla será larga.
Además de ser profesor de Investigación de Estudios Latinoamericanos de la U.S Army War College Strategic, Evan Ellis es una de los académicos que mejor conoce los movimientos y las intenciones de China bajo Xi y el centenario Partido Comunista Chino (PCC). Coincide que detrás del empellón contra DiDi se encuentra la obsesión de Beijing por el manejo de datos de inteligencia global. Al igual que podría hacer con las poderosas antenas 5G de Huawei repartidas por todos los continentes, DiDi le proporcionaría información en tiempo real del movimiento de personas que podrían resultar de su interés: 550 millones de usuarios en mil ciudades diferentes en forma simultánea.
Los usuarios aportarían a la gran masa de conocimiento del régimen no sólo el trayecto que realizarían con cada uno de sus taxis, sino que además proporcionarían referencias sobre otros aspectos cotidianos de su vida: desde con quién se reunió, dónde vive, trabaja y come, hasta a qué hora fue a dormirse. Todo eso por el simple hecho de haber descargado alguna vez la aplicación en el teléfono móvil.
“Sospecho que el patrón que hay detrás tanto de DiDi como de las empresas de Jack Ma es un reconocimiento de la importancia del sector como potencial instrumento de control, y un mensaje de que su libertad se extiende sólo en la medida en que sirvan a los intereses del estado chino”, dijo Ellis a Infobae. “Posiblemente esto podría ser una reacción a la resistencia de DiDi a cooperar con algo que el gobierno quería con respecto a los datos de sus usuarios... o una forma de presión para conseguirlo...”, remarcó.
Ryan Fedasiuk, analista de investigación del Centro de Seguridad y Tecnologías Emergentes de Georgetown se refirió a cómo el PCC y el gobierno central levantaron un cerco sobre las tecnológicas. “El Partido Comunista Chino ya había puesto en su punto de mira a Ant Group, que planeaba una salida a bolsa y se vio obligada a cancelarla. Pero este paso es una escalada porque es retroactivo, castigando de hecho a los inversores que participaron en una OPI (Oferta Pública Inicial) ya realizada. La CAC inició la revisión y suspendió la presencia de DiDi en las tiendas de aplicaciones chinas apenas unos días después de su debut público”, dijo en declaraciones a Reuters.
Ellis va más allá: “Considero a DiDi como otra fuente importante de datos de inteligencia global para China, no muy diferente a Huawei, debido al enorme acceso que tiene a datos tanto de movimiento como de transacciones financieras de sus clientes, así como la capacidad de emplear a un número masivo de latinoamericanos por una inversión relativamente baja... Mucho más baja que cualquier otra inversión china en la región”.
“DiDi se está expandiendo rápidamente por América Latina (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México, Panamá, Peru, República Dominicana) y está posicionada para continuar esa expansión a medida que una América Latina desesperada por el empleo se recupera del COVID-19. Por lo tanto, representa una tremenda fuente potencial de influencia y beneficio para China a medida que se involucra en la región, así como una fuente de inteligencia”, concluyó.
Pero el de DiDi no fue el único golpe que Xi Jinping dio en los últimos días. En medio de la escasez mundial de ese insumo, China logró quedarse con una empresa estratégica que podría ayudar al régimen en uno de los mayores déficits que experimenta: la fabricación a escala de microprocesadores. Newport Wafer Fab es el mayor fabricante de chips británico. Fue adquirida formalmente por Nexperia, una firma perteneciente a la china Wingtech Technology cuyo recorrido accionario conduce a la Comisión de Supervisión y Administración de Activos de Propiedad Estatal del Consejo de Estado, una comisión especial de la República Popular China, que posee el 30 por ciento de sus títulos. El resto está repartido en otras compañías con vínculos con el estado. El descubrimiento fue resaltado por la cadena de noticias CNCB. Neport Wafer Fab quedará bajo control de Xi y del PCC si el Reino Unido da el visto bueno del convenio. Es probable que el teléfono esté muy activo por estas horas en el número 10 de Downing Street.
Twitter: @TotiPI
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