Sudán del Sur celebra este viernes el décimo aniversario de su independencia de Sudán, fecha que conmemorará en un momento en el que atraviesa una grave crisis humanitaria agravada por un conflicto armado que sacudió la mitad de este periodo y del que el país africano lucha por recuperarse a través del acuerdo de paz de 2018.
La independencia se materializó seis años después de que declarara su autonomía y tras un referéndum de independencia en el que el ‘sí’ recibió más del 98% de los votos, a pesar de lo cual quedaron abiertas una serie de disputas con Jartum (capital de Sudán) que lastraron a ambos países y dificultaron sus relaciones.
Las frágiles instituciones, encabezadas por el actual presidente, Salva Kiir, desde julio 2005, cuando sucedió al líder independentista John Garang a raíz de su muerte en un accidente de helicóptero, se vieron sometidas a una gran presión desde la independencia, especialmente por las tensiones internas, que derivaron en una guerra civil en 2013.
El desencadenante fue una lucha de poder entre el propio Kiir y su entonces vicepresidente, Riek Machar, quien se alzó en armas después de ser cesado, lo que derivó en unos combates que se extendieron hasta 2018 y que estuvieron marcados por las líneas divisorias étnicas, si bien no fueron el principal componente del conflicto.
La guerra, en la que participaron decenas de grupos armados alineados con los principales bandos, encabezados por Kiir y Machar, pero no siempre totalmente leales a los mismos, hundió al país en una gravísima crisis humanitaria y dejó alrededor de 400.000 muertos, además de cerca de 2,2 millones de desplazados.
El conflicto llegó a su fin con el acuerdo de paz de marzo de 2018, tras un primer pacto en agosto de 2015 que se derrumbó poco después, documento firmado por el Gobierno y algunos de los principales grupos armados, entre ellos el Movimiento de Liberación del Pueblo de Sudán-En Oposición (SPLM-IO) de Machar, quien recuperó el cargo de vicepresidente.
Si bien el acuerdo permitió la creación de un Gobierno de unidad, la tónica general fue una lentitud en la aplicación de las cláusulas, lo que llevó a varios aplazamientos de los periodos límite, siendo la reunificación del Ejército uno de los principales puntos pendientes y un asunto que podría desencadenar un nuevo conflicto.
En este sentido, Luka Biong Deng Kuol afirmó en un artículo publicado por el ‘think tank’ Africa Center for Strategic Studies (Centro Africano para Estudios Estratégicos) que uno de los principales problemas es un “déficit de gobernanza” marcado por los elevados índices de corrupción y la existencia de un sistema de cooptación por parte de las élites políticas y económicas.
Deng Kuol hizo hincapié en que “la conclusión inevitable es que los líderes de Sudán del Sur tras la independencia fracasaron a la hora de hacer realidad sus compromisos y expectativas de los ciudadanos” y sostuvo que “en su trayectoria actual, hay pocos signos que apunten a que Sudán del Sur pueda tener próximamente en un Gobierno transparente, democrático y que rinda cuentas”.
Asimismo, destacó que otro problema radica en el seno de las fuerzas de seguridad, a las que se dirigió gran parte de los recursos obtenidos a través de los enormes recursos energéticos del país y que, sin embargo, no fueron profesionalizadas y están divididas en facciones vinculadas principalmente a personalidades políticas o líderes comunitarios.
Esto provocó que el país no haya desarrollado una red para mejorar la situación de la población ni haya impulsado mejoras en los sistemas educativo o sanitario, mientras que tanto políticos como empresarios saquearon las arcas del Estado a través de distintas tramas corruptas, tal y como denunció The Sentry, cofundada por el actor estadounidense George Clooney y John Prendergast.
RETRASOS EN EL ACUERDO DE PAZ
Así, la situación está marcada por un ‘statu quo’ en el que el Gobierno de unidad mantiene un frágil equilibrio sostenido por la ausencia de un conflicto abierto, si bien se registró un drástico repunte de los enfrentamientos intercomunitarios por el deterioro de la situación humanitaria y los vacíos de seguridad provocados por los retrasos en la aplicación del acuerdo de paz.
En paralelo, existe un proceso de conversaciones mediadas por la comunidad de Sant’Egidio para intentar lograr un acuerdo de paz con una serie de grupos que no firmaron el de 2018, aglutinados en torno a la Alianza de Movimientos de Oposición de Sudán del Sur (SSOMA), un proceso que permanece estancado y marcado por un alto el fuego.
Deng Kuol destacó que este contexto “va en interés de los actuales líderes”, dado que permanecen en sus puestos a raíz del acuerdo de reparto de poder, sin que se hayan celebrado elecciones, al tiempo que reseñó que esta situación es “insostenible” y “agravará el sufrimiento de la población”.
El enviado especial de la ONU para Sudán del Sur, Nicholas Haysom, reconoció en junio que la aplicación del acuerdo había registrado “lentos progresos” y recalcó que la formación de un Ejército unificado es un “elemento clave” en este proceso, en medio de las denuncias sobre la falta de fondos y la mala situación de los soldados en los puntos de acantonamiento.
Entre los avances más notables conseguidos durante las últimas semanas figura la reconstitución del Parlamento para integrar a representantes de los firmantes del acuerdo de paz según cuotas pactadas y la puesta en marcha el proceso de consultas para la creación de la Comisión de la Verdad, la Reconciliación y la Curación.
Este último organismo tiene entre sus principales tareas documentar los testimonios de víctimas de atrocidades, en el marco de un proceso para impulsar la reconciliación. El propio Machar destacó la semana pasada que “hay que hablar de ello para que la gente se reconcilie”.
DRAMA HUMANITARIO
Esta situación derivó en una grave crisis humanitaria que llevó a Naciones Unidas a estimar que 8,3 millones de personas, cerca de dos tercios de la población, podrían necesitar ayuda humanitaria en 2021, mientras que 7,2 millones de personas se encuentran en situación de inseguridad alimentaria grave.
“Se espera que el impacto de la temporada de escasez entre mayo y julio de 2021 sea el peor registrado hasta ahora. La crisis, sin embargo, es mucho más que sobre alimentos y nutrición”, destacó la ONU, que agregó que “el conflicto, el desplazamiento, las inundaciones, la pérdida de sustento, la COVID-19 y la incapacidad de llegar a centros sanitarios y educativos han creado necesidades urgentes a nivel humanitario y de protección, especialmente para mujeres y niños”.
En esta línea, alertó que “los ataques contra comunidades, trabajadores y bienes humanitarios están en aumento”, algo que Haysom describió a principios como una tendencia “contraproducente” y “muy dañina” para la población del país africano, “muy dependiente” de la ayuda humanitaria.
Reflejo de ello es la valoración del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), que el miércoles manifestó que el país atraviesa su “peor crisis humanitaria” desde su independencia, al tiempo que destacó que la situación “afecta a la mayoría de los niños del país e impacta sobre sus derechos”.
Asimismo, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) apuntó esta misma semana que “la población de Sudán del Sur ha sufrido los estragos del conflicto y la violencia armada durante la mayor parte de los primeros diez años de vida del Estado”.
“El frágil sistema de salud, aún más deteriorado o destruido por la violencia, es sólo una de las trágicas consecuencias de la crisis prolongada que afecta a Sudán del Sur”, indicó. “La escasez de alimentos, los desplazamientos reiterados y prolongados y la pérdida de seres queridos o la separación de familiares son parte de la triste realidad que los habitantes siguen padeciendo”, concluyó.
(con información de EP)
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