“China está exportando propaganda mientras el resto del mundo permanece de brazos cruzados”. Con ese título el periódico de la capital de los Estados Unidos explica cómo está actuando el régimen de Xi Jinping al tiempo que el resto de los países -más cercanos o lejanos, indistintamente- observan cómo se cometen atrocidades contra los derechos humanos.
The Washington Post, uno de los diarios más prestigiosos del mundo, hizo una descripción de cómo Beijing está intentando borrar las secuelas de una persecución criminal contra las minorías étnicas en la región de Xinjian. “Somos muy libres, dice el sujeto de un vídeo grabado en la región noroccidental china de Xinjiang. Somos muy libres ahora, dice otro. Somos muy, muy libres aquí, dice un tercero. Estos y otros miles de clips forman parte de una campaña estatal para encubrir el genocidio cultural contra los uigures que está llevando a cabo el régimen del presidente Xi Jinping. Por muy torpes que parezcan estos esfuerzos desde lejos, no dejan de ser escalofriantes, y siguen siendo una amenaza para los que más peligro corren”, comienza su editorial la publicación.
En las últimas semanas se han identificado al menos tres mil videos de este tipo en diferentes plataformas como YouTube o Twitter, para intentar instalar la idea de que todo está bien con los uigures en China. “Estos vídeos no llevan ninguna designación que demuestre que son propaganda oficial, pero los inquietantes ecos en el lenguaje son evidentes”, dice The Washington Post.
“Es fácil, desde lejos, considerar la campaña como torpe y probablemente infructuosa. Sin embargo, en China los funcionarios han influido en la opinión civil a través de una versión digital de la fuerza bruta: una amplia y rápida producción de contenidos, seguida de una amplia y rápida promoción en los canales nacionales. Ahora, el régimen ha ido más allá de sus fronteras para publicar los vídeos en YouTube, amplificarlos en Twitter a través de una red de cuentas conectadas y difundirlos aún más con la ayuda de funcionarios chinos, medios de comunicación estatales y otras figuras nacionalistas con un gran número de seguidores. La falta de etiquetado, la espontaneidad fingida y el gran volumen de contenidos únicos también suponen un reto para las plataformas que tratan de evitar la manipulación”, advierte el editorial.
Lentamente, el aparato propagandístico digitado del régimen que “reeducó” a las minorías étnicas en Xinjiang, penetra occidente. “China hace todo lo posible por mantener a los expatriados y estudiantes atrapados en su aparato de censura incluso cuando viven en el extranjero a través de servicios de medios sociales controlados como WeChat”, publicó hoy el diario norteamericano.
“La operación recientemente descubierta revela la continua intención de China de explotar la apertura de Estados Unidos, sus aliados y las empresas tecnológicas de las que dependen sus ciudadanos para difundir narrativas políticas falsas y favorables al régimen, incluso cuando su poderoso Muro de Censura cierra el paso al resto del mundo por temor a que las narrativas verdaderas y críticas puedan abrirse paso”, concluye The Washington Post.
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