Los servicios de seguridad del Manchester Arena desaprovecharon diversas oportunidades para identificar como una amenaza al suicida que mató a 22 personas al detonar una bomba en el vestíbulo del pabellón en mayo de 2017, según concluyó este jueves una investigación pública.
La pesquisa oficial sobre el atentado, que comenzó el pasado septiembre, establece que el terrorista Salman Abedi, que entonces tenía 22 años, podría haber hecho estallar el artefacto igualmente si hubiera sido confrontado por agentes de seguridad, pero “la pérdida de vidas y los heridos habrían sido menores, muy probablemente”.
La noche del 22 mayo, Abedi, nacido en Manchester y de ascendencia libia, caminó a través del vestíbulo del pabellón deportivo cuando miles de personas abandonaban el lugar tras un concierto de la cantante estadounidense Ariana Grande.
A las 22.31 GMT, hora local, detonó el explosivo que cargaba en una abultada mochila repleta de metralla. Además de las víctimas mortales, el atentado hirió a más de 800 personas, conforme los hallazgos de esta investigación, divulgados hoy.
”El plan de seguridad del Manchester Arena debería haber prevenido o minimizado el impacto devastador del ataque. Falló al no hacerlo. Hubo diversas oportunidades que se perdieron y llevaron a este fracaso”, afirmó hoy el responsable de la pesquisa, el ex magistrado John Saunders, en la Corte de Magistrados de Manchester.
Sus conclusiones subrayan que la empresa SMG, operadora del pabellón, su proveedor de seguridad, Showsec y la Policía del Transporte Británica, que vigilaba la adyacente estación Manchester Victoria, eran los responsables de haber identificado la amenaza.
”Dentro de esas organizaciones también se produjeron fallos por parte de individuos que jugaron un papel en las oportunidades perdidas”, agregó el ex juez.
La investigación determinó que el terrorista hizo tres visitas de reconocimiento al Manchester Arena antes de la noche en la que cometió el atentado y había detectado un punto ciego en el sistema de vigilancia de las cámaras de seguridad.
La noche del ataque, vestido de negro, se mantuvo durante cerca de una hora agachado en una entreplanta sobre el vestíbulo principal, rezando ocasionalmente antes de descender a la planta baja, donde hizo estallar la bomba.
Uno de los testigos que fue interrogado durante las pesquisas, Christopher Wild, explicó que se acercó a Abedi mientras esperaba a que su hija saliera del concierto. Al resultarle sospechoso, le preguntó qué llevaba en su mochila. El terrorista no respondió y le dijo que estaba “esperando a alguien”.
Wild notó al joven nervioso y expresó sus sospechas a uno de los guardias de seguridad que vigilaba una de las puertas de salida del pabellón en torno a las 22.15 horas.
El agente tardó ocho minutos en compartir esa preocupación con una de sus colegas, dado que no tenía radio para comunicarse con el control central de seguridad y pensó que no podía abandonar su puesto, según relató ante la Corte de Magistrados.
A pesar de los fallos detectados, el responsable de las pesquisas subrayó que “es necesario que al frente de cualquier consideración esté claro que la responsabilidad de lo que ocurrió, de tantas muertes y tantos heridos graves, recae en Salman Abedi, el terrorista suicida, y en su hermano Hashem, que le ayudó”.
Hashem Ramdan fue extraditado desde Libia al Reino Unido en julio de 2019 y cumple condena de por vida, con un mínimo de 55 años en la cárcel, por haber ayudado a planear el atentado y fabricar el explosivo que detonó su hermano.
(Con información de EFE)
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