Cerca de 500.000 personas murieron en diez años de guerra en Siria, anunció este martes el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH), en un nuevo balance que incluye a más de 100.000 víctimas cuyo deceso ha podido ser confirmado por la ONG.
El conflicto estalló en 2011 con la represión de manifestaciones prodemocracia por parte de Damasco e involucró a varios actores regionales y a grandes potencias y desde entonces ha forzado al exilio a millones de personas.
Según ha podido documentar la ONG, con sede en Londres pero con una amplia red de colaboradores sobre el terreno, al menos 494.438 personas han perdido la vida, 159.774 de las cuales fueron víctimas civiles (entre ellos 25.000 menores de 18 años), desde el 15 de marzo de 2011, cuando dio comienzo la revolución, hasta el pasado 30 de mayo.
La inmensa mayoría de los fallecidos que la organización ha podido confirmar se produjeron entre “finales de 2012 y finales de 2015”, dijo a la AFP el director del OSDH, Rami Abdel Rahman.
En su balance anterior, publicado en marzo, el OSDH contabilizaba 388.000 fallecidos desde el inicio de la guerra. El OSDH pudo confirmar desde entonces la muerte de otras 105.015 personas. Casi la mitad (42.103) son civiles que perdieron la vida torturados en las cárceles del régimen.
La ONG afirma que los ataques del régimen sirio y de sus milicias aliadas son responsables de la mayoría de estas muertes.
Además, en los enfrentamientos murieron 168.000 combatientes prorrégimen, la mitad de ellos soldados sirios. También hubo muertos no sirios pero aliados de Damasco, como 1.707 miembros del grupo chiita libanés Hezbollah.
Además, el conflicto ha dejado 79.844 muertos del lado de los rebeldes, incluidos los islamistas, y 68.393 entre los yihadistas, principalmente del Estado Islámico (EI) y de Hayat Tahrir al-Sham (HTS), antigua rama siria de Al Qaeda.
El OSDH también pudo contabilizar 57.567 muertes en las prisiones gubernamentales y otros centros de detención del régimen.
La ONG precisa, sin embargo, que su balance no incluye a unos 47.000 detenidos que habrían muerto en las cárceles, pero cuyo deceso no se ha podido confirmar.
Además de los muertos, más de dos millones de ciudadanos sirios fueron heridos de diferente gravedad o sufren discapacidades permanentes, según la ONG, que añadió que otros 13 millones se quedaron sin hogar.
La intensidad de los combates se ha reducido desde 2020, sobre todo gracias a un alto el fuego en el noroeste de Siria que incluye a Idlib, el último bastión yihadista y rebelde, y también a la pandemia, que ha hecho que muchos esfuerzos se concentren en frenarla.
Tras haber sumado varias victorias a partir de 2015 gracias al apoyo de Rusia e Irán, el régimen de Damasco controla casi dos tercios del territorio.
El presidente Bashar al Assad, en el poder desde 2000, fue reelegido en mayo para un cuarto mandato de siete años.
Las elecciones se celebraron en medio de una grave crisis económica, con una depreciación histórica de la moneda, una inflación galopante y más de un 80% de la población viviendo bajo el umbral de pobreza, según la ONU. Fueron las segundas elecciones presidenciales desde el inicio de esta guerra devastadora.
En un país con infraestructuras en ruinas, Assad se presenta como el hombre de la reconstrucción. Un reciente informe de la ONG World Vision evaluó en 1,2 billones de dólares el coste económico de la guerra.
Tras una década de conflicto, Siria está sumida en una grave crisis económica y la escasez de productos básicos como combustible y pan, una situación de la que el Gobierno responsabiliza a las últimas sanciones impuestas por Estados Unidos contra Al Assad y su entorno.
Según datos de la ONU, más del 80 % de los sirios vive por debajo del umbral de la pobreza; más de 11 millones de una población de algo más de 17 millones necesitan ayuda humanitaria; el 60 % no puede permitirse una comida al día y 6,2 millones están desplazados en el país, además de casi otros tantos que lo han abandonado.
(Con información de AFP y EFE)
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