Beduinos y Bereberes transitaron el Sahara por siglos de los siglos. Algunas tribus se establecieron en el Magreb, la zona desértica del oriente de Marruecos, y formaron el pueblo Saharaui. Son los nativos de las arenas. Viven allí desde siempre. Y allí se quedaron cuando España descubrió en el 1800 que no se trataba sólo de arena y abrió las minas de fosfato de Bu Craa. Los bancos pesqueros de las costas marroquíes hicieron el resto. Los enclaves que España mantenía bajo su dominio desde 1497 pasaron a tener una relevancia inusitada para Madrid. Se creó el Protectorado Español de Marruecos formado por las zonas del Rif al norte y Cabo Juby al sur, Sahara Occidental, Guinea Ecuatorial, las islas Canarias, y las ciudades de Ceuta y Melilla. África española.
El colonialismo dejó rémoras de odio y guerra en todo el mundo, desde Malvinas hasta Siria pasando por el Magreb. Y con ellos, los movimientos independentistas. En este caso, el Frente Polisario, que promueve la liberación del Sahara Occidental para acabar con la ocupación de Marruecos y conseguir la autodeterminación del pueblo saharaui. España, con sus enclaves en territorio marroquí se encuentra en el medio de la disputa.
Cuando los servicios de inteligencia marroquíes descubrieron que el “enemigo público número uno de su país”, Brahim Ghali, el jefe del Frente Polisario, había sido admitido con una identidad falsa para ser tratado en un hospital de Logroño por infecciones causadas por el Covid, en Rabat se tomó como una afrenta y avisaron que podría tener consecuencias. En Madrid no supieron escuchar. Fue cuando Marruecos hizo uso del arma más poderosa que tiene en su arsenal: abrió las fronteras con el enclave de Ceuta. Unos 6.000 subsaharianos y marroquíes que siempre están al acecho para encontrar una rendija por donde entrar a Europa, se lanzaron por tierra y por mar creando la peor crisis migratoria de los últimos tiempos. El ejército español tuvo que intervenir, el presidente Pedro Sánchez viajó de urgencia a la zona diciendo que defendería la soberanía española en Ceuta y Melilla “bajo cualquier circunstancia”. La embajadora marroquí en Madrid, Karima Benyaich, había afirmando que “hay actos que tienen consecuencias y se tienen que asumir”. Y la Unión Europea, temblando ante una nueva ola de inmigrantes en su territorio, advirtió que “las fronteras españolas son fronteras europeas”.
A Brahim Ghali lo llevaron a territorio español con el consentimiento de las más altas autoridades del gobierno de ese país. De lo contrario no podría haber aterrizado el 21 de abril en un avión sanitario en la base militar de Zaragoza. Se da por hecho que llegó con un pasaporte en regla. A partir de ese momento, es donde empiezan los problemas ya que el médico argelino que acompañaba a Ghali hizo el ingreso en el centro sanitario con una especie de salvoconducto extendido con un nombre falso. Se trataba de ocultar su presencia en España. Y todo se complica aún más porque Ghali tiene cuatro causas abiertas en la justicia española por secuestro, violación y torturas de ciudadanos españoles en la zona controlada por el Frente Polisario.
Ghali, de 73 años, dirige con mano de hierro la organización saharaui y fue el promotor de la declaración de guerra contra Marruecos, lanzada en noviembre del año pasado. Nació en Esmara, en el antiguo Sáhara español, en 1949, llegó a formar parte del Ejército como soldado de las Tropas Nómadas, aunque pronto se unió a la causa independentista. En 1973, fue uno de los fundadores del Frente Polisario y participó activamente en las primeras incursiones contra el ejército español que ocupaba entonces el territorio. Tras la retirada de los españoles, encabezó la guerrilla contra los ejércitos marroquí y mauritano, reivindicando la independencia del Sáhara Occidental.
Fue ministro de Defensa del gobierno provisional del Polisario entre 1976 y 1991, la época en la que se cometieron más atentados contra intereses españoles en el Sáhara, en especial en las minas de fosfato, y contra los pescadores que faenaban en el banco sahariano, que dejaron más de 300 personas muertas. Perdió el cargo por diferencias políticas en la cúpula. Pero en 2016 fue el único candidato a la presidencia de la RASD, la República Árabe Saharaui Democrática, tras el fallecimiento de su antecesor Mohamed Abdelaziz.
Apenas se confirmó su presencia en España, desde diversas asociaciones, entre ellas la de las víctimas canarias y otras entidades pidieron que se activen las acciones judiciales que existen contra Ghali. Todo esto mientras los 6.000 inmigrantes, entre ellos 1.500 menores de edad, están apiñados en las entradas de Ceuta. Las autoridades locales temen que ésta no sea sólo una crisis migratoria, sino que también desate los contagios de Covid y termine afectando a los 80.000 habitantes legales del enclave.
La guardia permanente de Ceuta es de unos 1.100 efectivos, fue reforzada por 200 militares y otros 200 policías. Pero los inmigrantes ya pusieron un pie en territorio español y al menos una buena parte de ellos tendrán que ser admitidos. En Berlín, París, Bruselas y todas las otras grandes ciudades europeas tiemblan. Los que entran por un país, terminan en los otros.
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