Israelíes y palestinos: la guerra más peligrosa no está en Gaza sino dentro de Israel

Aumentan los enfrentamientos entre israelíes árabes y judíos dentro de las ciudades supuestamente integradas. Una división que podría llevar al país a una situación inédita de conflicto entre civiles en su propio territorio

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Rescate de los rollos de la Torah y las escrituras sagradas de una sinagoga incendiada durante los enfrentamientos entre ciudadanos árabes y judíos en la ciudad israelí de Lod. REUTERS/Ronen Zvulun/File Photo
Rescate de los rollos de la Torah y las escrituras sagradas de una sinagoga incendiada durante los enfrentamientos entre ciudadanos árabes y judíos en la ciudad israelí de Lod. REUTERS/Ronen Zvulun/File Photo

Para llegar a Gaza hay que tener mucha paciencia. Horas de chequeos de seguridad en el cruce de Erez, traspaso de varias barreras, esperas en verdaderas jaulas y órdenes transmitidas por altavoces. Luego, una caminata de unas diez cuadras en tierra de nadie hasta llegar al puesto donde están los soldados palestinos. Un túnel de alambres y plásticos oscuro con una frontera de hecho sólo marcada por basura. En los primeros metros, todavía en territorio israelí, el lugar está pintado de blanco y limpio. A partir de ese punto, el blanco se convierte en gris profundo. El piso está repleto de desperdicios de los que fueron pasando por ahí. Y hacia el final ya aparecen papeles volando y el humo de las quemas en el basural que hay a la salida del lado palestino. Un kilómetro. Dos mundos.

Algo de todo esto se puede ver en algunas ciudades israelíes con parte de su población árabe. De una calle a la otra se pasa de una zona de impecables edificios de piedra blanca o amarillenta brillosa con veredas limpias a departamentos con frentes desvencijados, llenos de grafitis y calzadas con baches rellenos de agua contaminada y bolsas de basura.

En la última semana, la guerra estalló allí, muy cerca de Erez, en la Franja de Gaza, con lanzamientos masivos de misiles del lado palestino y bombardeos brutales de la aviación israelí. Muertos y destrucción de uno y otro lado. De ese enfrentamiento bélico directo ya se han visto muchos episodios. La última guerra, en 2014, fue el más explícito. Pero en el otro escenario, en esos cruces de los barrios árabes de las ciudades israelíes nunca se había visto hasta ahora una confrontación directa entre vecinos como la que se está registrando. Los ciudadanos árabes de Israel se echaron a la calle en las mayores protestas masivas que se vieron en décadas. Grupos extremistas nacionalistas israelíes respondieron. Cada noche hay acuchillados de uno y otro lado, rotura de vidrieras y ataques a sinagogas y mezquitas. Unos enfrentamientos entre ciudadanos israelíes judíos y árabes que pueden “hacer un daño irreparable al tejido social y hasta llevar a una guerra civil”, dice el diario liberal Haaretz.

Vehículos incendiados en el barrio árabe de la ciudad de Lod. REUTERS/Ronen Zvulun/File Photo
Vehículos incendiados en el barrio árabe de la ciudad de Lod. REUTERS/Ronen Zvulun/File Photo

En Israel viven cerca de 1,9 millones de árabes, que representan aproximadamente el 20% de la población. La mayoría son descendientes de palestinos que permanecieron en Israel tras la guerra árabe-israelí de 1948 y se convirtieron automáticamente en ciudadanos del nuevo estado. Están integrados y se dedican en su mayoría al comercio. Se identifican como palestinos y se sienten ciudadanos israelíes de segunda a pesar de tener, supuestamente, los mismos derechos que el resto de la población judía.

La mayoría de los israelíes árabes se concentran en unas pocas ciudades que se encuentran entre las más pobres del país, mientras que los que viven en comunidades mixtas residen en barrios predominantemente árabes también muy necesitados. Las escuelas de Israel están divididas de forma similar, con sistemas educativos separados para los que hablan árabe y los que hablan hebreo. Durante décadas, las ONGs internacionales han expresado su preocupación por el hecho de que las escuelas árabes reciban menos fondos y que el amplio abismo entre árabes y judíos mantenga a los israelíes árabes sumidos en la pobreza. “Estamos hablando de jóvenes que no tienen horizonte ni sueños, que están desempleados y viven en una realidad muy difícil”, dijo a Associated Press Nasreen Haddad Haj-Yahya, directora del programa de relaciones árabe-judías del Instituto de la Democracia de Israel.

Los árabes israelíes votan en las elecciones y forman parte de la Knesset, el órgano legislativo nacional de Israel. Sin embargo, a diferencia de la mayoría de los israelíes judíos, están exentos del servicio militar obligatorio. Aunque las opiniones sobre la mejor manera de resolver el conflicto varían, muchos árabes israelíes simpatizan ampliamente con la situación de los palestinos que viven en la Franja de Gaza y Cisjordania. Muchos tienen miembros de su familia viviendo en los territorios ocupados.

Fuerzas israelíes frente a un patrullero de la policía incendiado durante los disturbios entre ciudadanos israelíes árabes y judíos. REUTERS/Ammar Awad
Fuerzas israelíes frente a un patrullero de la policía incendiado durante los disturbios entre ciudadanos israelíes árabes y judíos. REUTERS/Ammar Awad

Formaron varios partidos políticos que históricamente los representan. Y en los últimos meses ganaron un peso político inédito tras el fracaso para la formación de gobierno que llevó al país a cuatro elecciones generales en dos años. El pequeño partido Lista Árabe Unida podría tener un papel decisivo en la formación de una coalición que termine por destituir al primer ministro Benjamin Netanyahu. En forma muy conveniente para el premier y su partido Likud, la violencia desatada la última semana pospuso todas las negociaciones.

Y como sabemos, cuando los misiles vuelan, los partidarios de la línea dura de cada bando se imponen. Los civiles mueren, pero los extremistas de un lado dan poder a los del otro. Los extremistas se necesitan unos a otros, se apoyan mutuamente. Hamas hace su juego. El partido militar islamista inspirado en el Hezbollah libanés tiene como rehenes a los dos millones de personas que viven ahí. Están enfrentados con la Autoridad Palestina que gobierna en el otro territorio palestino de Cisjordania, que es la que dice mantener el legado de Yasser Arafat. La estrategia de Hamás es la de todos los grupos extremistas y terroristas: cuanto peor, mejor. Cada vez que tiene algún problema interno –mal manejo de la economía, corrupción, pandemia- lanza unos cuantos misiles hacia las ciudades israelíes más cercanas. Esta vez, fueron más de mil los misiles que se lanzaron y muchos llegaron hasta Tel Aviv. Lo que muestra que cada vez adquieren mayor poder de destrucción.

Del otro lado, los extremistas judíos también hacen su juego. Los recientes enfrentamientos fueron provocados, en una medida, por la última apropiación de tierras por parte de colonos en Jerusalén Este, que forma parte de un patrón de trato desigual a los palestinos. Dos destacadas organizaciones de derechos humanos publicaron este año informes en los que comparaban el trato de Israel a los palestinos con el apartheid. El grupo humanitario, B’Tselem, describió un “régimen de supremacía judía” y concluyó: “Esto es apartheid”. Human Rights Watch publicó un informe de 224 páginas declarando que la conducta israelí en algunas zonas equivale a “crímenes contra la humanidad de apartheid y persecución”.

El resto, lo sabemos. Festividades religiosas coincidentes, enfrentamientos entre policías israelíes y chicos palestinos al fin del Ramadán. Militares entrando a la explanada de las Mezquitas en la Ciudad Antigua de Jerusalén. Piedras y gases lacrimógenos volando. Heridos. Ataques filmados y difundidos por las redes sociales. Edificios desmoronados por las bombas como si fueran las Torres Gemelas. Muertos de a decenas. Gente corriendo a refugiarse, unos a los bunkers otros a las dunas. Otra guerra en Medio Oriente y van….

Una mujer árabe vota en las últimas elecciones generales de Israel en la ciudad israelí de Kafr Manda. REUTERS/Ammar Awad
Una mujer árabe vota en las últimas elecciones generales de Israel en la ciudad israelí de Kafr Manda. REUTERS/Ammar Awad

Para Netanyahu, en principio, parecería ser pura ganancia. Logró detener el proceso de la elección de un nuevo gobierno que lo podría reemplazar después de 12 años en el poder. Aparece nuevamente como el líder que puede dar seguridad al país. Y consigue una tregua en el juicio que se le sigue por varios casos de corrupción que podrían llevarlo a la cárcel junto a su mujer. Pero esa es la superficie. En el fondo está mucho más complicado. Los cohetes que cayeron sobre gran parte del país, el caos en las calles y el odio expresado en las redes sociales ponen de manifiesto las debilidades de Netanyahu como alguien bajo cuya vigilancia se ha producido una desintegración grave del Estado y la sociedad. Mientras la crisis continúe, el riesgo de que se vea envuelto en ella aumentará no sólo en forma de más y más víctimas, sino también en apoyo popular.

Pero el mayor problema para Netanyahu, para Israel y para los moderados palestinos es el Caballo de Troya que se estacionó en el medio de las ciudades mixtas. Es allí donde, por primera vez en forma tan explícita, los ciudadanos árabes e israelíes se enfrentan. Y en Medio Oriente la sangre es muy difícil de lavar. Cuando se derrama, trae una larga sucesión de venganzas.

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