Mientras en una parte del mundo un grupo aún muy reducido de mujeres toman las riendas de grandes medios de comunicación, en otras se juegan la vida por la libertad de prensa, una lucha a la que a su papel de periodistas deben sumar su rol femenino en entornos agresivos con más de una barrera que superar.
Según un estudio publicado recientemente por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), el 73 % de las mujeres periodistas sufrió alguna vez acoso en línea relacionado con su trabajo, una situación que se expresa desde el lenguaje de odio hasta amenazas de violencia sexual o física.
Un informe de Reporteros Sin Fronteras (RSF), también publicado recientemente, revela que hasta 40 países son peligrosos o incluso muy peligrosos para las mujeres periodistas.
Y ese peligro no solo acecha a las periodistas en los terrenos tradicionales del reporterismo o en los nuevos espacios virtuales, como Internet y las redes sociales, sino que también se encuentra allí donde ellas deberían estar a salvo: en sus redacciones, según el informe.
El estudio, realizado en base a un cuestionario enviado a sus corresponsales en 112 países, así como a periodistas con especialización en cuestiones de género, destaca que en la actualidad, Internet se ha convertido en el lugar más peligroso para las periodistas, señalado por el 73 % de los encuestados. Después de Internet, el 58 % de los encuestados indica el lugar de trabajo como un entorno en el que se han cometido agresiones sexistas.
Esta observación se vio reforzada por la difusión del movimiento #MeToo en todo el mundo, además de por el hecho de que, en ocasiones, las periodistas fueron las primeras en atreverse a denunciar casos de agresión o acoso sexual, como ha ocurrido en Estados Unidos, Japón o la India.
”Tenemos la imperiosa obligación de defender el periodismo con todas nuestras fuerzas y frente a todos los peligros que lo amenazan, entre los que se cuentan las agresiones e intimidaciones sexistas y sexuales”, manifiestó expresamente el secretario general de RSF, Christophe Deloire, en el prólogo del informe.
A su juicio, es “inadmisible” que las mujeres periodistas estén sometidas a mayores riesgos y que tengan que “defenderse en un frente adicional, un frente que además es múltiple, ya que se encuentra fuera de la redacción, aunque, en ocasiones, también dentro”.
MUJERES PERIODISTAS EN PAÍSES DE ALTO RIESGO
Las especializadas en los derechos de las mujeres son las más amenazadas, según este informe, y también las que se ocupan de la información deportiva o política destacan como particularmente vulnerables a las agresiones.
Pero también hay mujeres periodistas que trabajan en países de alta vulnerabilidad y conflicto, y que por ello ven amenazada su integridad física.
Es el caso de Andrea Aldana, periodista colombiana que lleva más de trece años dedicada a temas relacionados con el conflicto armado, mafias y narcotráfico para el periódico El Espectador y parte del comité editorial de Universo Centro.
Andrea, que formó parte recientemente del programa de acogida temporal de periodistas perseguidos en América Latina de Reporteros Sin Fronteras y el Ayuntamiento de Madrid sabe lo que es tener que huir más de una vez de su país por recibir amenazas y agresiones de agentes estatales.
Y a pesar de todo, seguirá “enfrentando esas mismas violencias” porque siente que “hay una cadena internacional de protección”, dijo en una entrevista.
También la salvadoreña Carmen Valeria Escobar sabe lo que es vivir en un ambiente hostil que “viene de parte de la política” de su país, “de las oficinas del Ejecutivo, que es el ambiente donde me muevo”, explicó.
Desde hace más de un año la salvadoreña verifica las promesas y las medidas que anuncian los políticos de su país. Reveló, entre otras cosas, la falta de planes en materia de salud del Gobierno de Naib Bukele y la corrupción y malversación de fondos desde el Ministerio salvadoreño de Salud durante la pandemia de la covid-19.
TAMBIÉN MUJERES LÍDERES
Contrasta con la situación de estas mujeres las de las pocas que ocupan en la actualidad la dirección de grandes empresas de comunicación, como Gabriela Cañas, al frente de la agencia española de noticias EFE; la de la agencia argentina de noticias Télam, Bernarda Llorente, o Nwabisa Makunga que se convirtió en la primera directora de The Sowetan, uno de los diarios más icónicos de Sudáfrica.
Las tres comparten la idea de que la desinformación es uno de los principales males actuales de la libertad de prensa, así como en que la mirada patriarcal todavía pervive en el seno de muchas redacciones.
Y dentro de la “comodidad” que les dan sus posiciones transmiten la “certeza” de que el hecho de que una mujer llegue a un lugar ocupado tradicionalmente debe ser un espejo para el empoderamiento de otras mujeres.
Pero el espacio que las mujeres ocupan y pueden ocupar en un futuro en el panorama informativo es un paso más hacia el concepto de igualdad en una profesión que al margen del género sigue enfrentando los peligros de dar a conocer los conflictos y desigualdades que existen en el mundo.
Y en esa lucha muchos pierden la vida, como los reporteros españoles David Beriain y Roberto Fraile, que fueron asesinados este martes en Burkina Faso mientras realizaban un reportaje sobre la caza furtiva en ese país.
La plataforma del Consejo de Europa que promueve la protección del periodismo y la seguridad de los periodistas batió en 2020 el récord de denuncias de casos de violencia contra periodistas, según su último informe anual.
El año pasado se registraron 201 alertas, un 40 % más de las 142 lanzadas en 2019. El récord también se batió en las denuncias de ataques físicos contra periodistas (52) y de acoso o intimidación (70).
(Con información de EFE)
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