La campaña de las elecciones para el gobierno de Madrid del 4 de mayo se recalienta. Un debate en la cadena SER de radio terminó con insultos y tres de los participantes levantándose de sus asientos. El gran Manuel Vicent, escritor, periodista y comentarista, dijo que el actual clima político se convirtió en “un espectáculo casi pornográfico porque muchas sesiones del Congreso tendrían que emitirlas a las tres de la madrugada solamente para viciosos”. Eso es lo que se respira en esta campaña capitalina que termina siendo una muestra de lo que sucede a nivel nacional en España.
Una vez más, se trata de una puja entre izquierdas y derechas, más allá de que sean definiciones muy antiguas. Por un lado, los conservadores tradicionales del Partido Popular que gobiernan ahora en una coalición con la extrema derecha de Vox y Ciudadanos -que en tres años pasó de ser el partido con más votos a nivel nacional a la posibilidad cierta de quedarse sin ninguna banca en la legislatura madrileña-. Una alianza social similar a la que sostuvo durante 40 años al franquismo. Por el otro, los socialistas del PSOE en alianza con Más Madrid, los progresistas que se agruparon alrededor de la ex alcaldesa Manuela Carmena, y los populistas de Unidas Podemos. Las proyecciones de las encuestas marcan la posibilidad de que ambas coaliciones logren formar gobierno según las variantes de escaños que consiga cada partido. Mucho va a depender de si la centro derecha de Ciudadanos consigue superar el 5% de los votos para obtener al menos dos escaños.
El promedio de encuestas que actualiza diariamente El País, da al PP de la actual jefa del gobierno madrileño Isabel Díaz Ayuso como el partido más votado (ronda el 41%-42% en votos), seguido del PSOE (23%) que lleva como candidato a Ángel Gabilondo, Más Madrid con Mónica García en tercer lugar (13%-14%), luego la extrema derecha de Vox con Rocío Monasterio (9%), Unidas Podemos que está representado por Pablo Iglesias, quien dejó la vicepresidencia del gobierno nacional para jugársela en la capital (7%) y Ciudadanos con Edmundo Bal (4%).
Vox intenta nacionalizar las elecciones madrileñas para convertirlas en una especie de referéndum sobre cómo manejó la crisis de la pandemia el gobierno del socialista Pedro Sánchez. Y está utilizando tácticas netamente trumpistas para lograrlo. Y esto es lo que se vio el viernes en lo que será, posiblemente, el último debate antes de las elecciones. La mayoría de los candidatos se niegan a seguir confrontando sus ideas con la agresiva líder de la ultraderecha. El ambiente llevaba meses cargado de electricidad política y estalló en el estudio de la SER durante el programa de Àngels Barceló. “La escena resultó insólita, incluso en una política tan crispada como la española”, escribió el comentarista de elDiario.es. Pablo Iglesias se levantó airado mientras Rocío Monasterio, lo increpaba: “Si es tan valiente, ¡levántese y lárguese!, ¡lárguese, que es lo que están deseando muchos españoles!”.
Y no contenta con esto, se la agarró con la periodista moderadora. “¡Usted es una activista!”, le gritó. Y cuando vio que la periodista, ya casi en la puerta del estudio, había agarrado de un brazo a Iglesias para pedirle que se quedara, Monasterio le recriminó en un tono aún más alto: “¡Pero si le está agarrando la manita!”.
Un rato más tarde, secundaron a Iglesias los otros dos candidatos de la izquierda. “La suya es una actitud fascista”, le dijo a Monasterio el generalmente muy moderado veterano político del PSOE, Ángel Gabilondo, cuando abandonaba el estudio junto a García. Se refería a la reacción de descreimiento de Monasterio frente a Iglesias, después de que este hubiese recibido el jueves una carta con cuatro balas y una amenaza explícita de muerte (otras dos casi idénticas fueron dirigidas al ministro del Interior y a la directora general de la Guardia Civil).
La ultraderechista Monasterio había conseguido su objetivo. Vox necesita por todos los medios equilibrar el liderazgo que consiguió en su espacio político la presidenta y candidata del PP, Díaz Ayuso. Había montado un “numerito” para su propio público. Ya lo había hecho previamente el líder del partido Santiago Abascal en el comienzo de la campaña cuando se enfrentó en el barrio popular de Vallecas a manifestantes de grupos antifascistas. Todo terminó en golpes entre militantes de uno y otro lado y con la policía. Cuando se apagaron los ecos de esos altercados, Vox empapeló las estaciones del metro con carteles contra los menores inmigrantes.
Después de que Más Madrid y Unidas Podemos anunciaran que no se volverán a sentar con Vox, los debates previstos para la semana próxima en TVE y La Sexta fueron cancelados. Los tres partidos de la izquierda emplazaron al PP a explicar si esa es la formación política con la que pretende formar mayoría tras las elecciones del 4 de mayo. La primera reacción de los populares echó más gasolina al fuego. “Iglesias, cierre al salir”, rezaba un tuit de la cuenta oficial del partido en la Comunidad de Madrid que fue borrado poco después.
Iglesias, el ex vicepresidente del gobierno con su característica larga cola de pelo, fue a presentar la denuncia por las amenazas de muerte a la comisaría del Congreso de los Diputados. Con gesto de pesadumbre, lamentó ante los periodistas: “Ahora ya ni siquiera me llaman ‘rojo de mierda’, ahora me llaman ‘chepudo’ (jorobado) y ‘rata asquerosa’. Son las mismas estrategias de deshumanización que emplearon los nazis”. La cuenta oficial de Vox en Twitter destilaba euforia. Sobre una foto de Iglesias solitario en uno de los pasillos de la cadena radiofónica, decía: “Lo hemos echado del debate de la SER y pronto lo echaremos de la política española”. Y volvió a poner en duda las “supuestas amenazas” de muerte a Iglesias.
El comentarista Borja Sémper cree que “Madrid se convirtió en estas elecciones en algo más que un campo de juego político. Van a definir mucho de las candidaturas en las elecciones generales nacionales”. Según las proyecciones poblacionales y económicas, en 2030 Madrid va a ocupar casi el 40% del PIB español y tendrá unos 9 millones de habitantes, “y, sin embargo, estos contenidos de gran importancia no se distinguen entre el ruido y la furia de la campaña electoral”, agregó.
De cualquier forma, serán las cuartas elecciones autonómicas celebradas en pandemia en España tras las gallegas, vascas y catalanas, y las primeras que tengan lugar por adelantado en la Comunidad de Madrid, tras la ruptura del gobierno de coalición de PP y Ciudadanos, dos años después de su formación. Además, serán en un día laborable, el martes 4 de mayo, algo que sólo había ocurrido en1987. La pandemia y el día de trabajo podrían disminuir considerablemente la presencia en las urnas. El hartazgo ante los insultos y la profunda grieta política podrían hacer el resto.
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