Arthur C. Clarke fue el científico y escritor británico responsable de la novela 2001: Odisea del espacio, que fue llevada al cine por Stanley Kubrick en 1968 y se convirtió en una obra de culto por su complejo pronóstico de la evolución de la humanidad en paralelo al avance de las máquinas.
El reconocimiento mundial que obtuvo por esa novela lo llevó a seguir compartiendo sus distintas teorías sobre lo que podría ocurrir en el mundo con el correr del tiempo; predicciones basadas en los acontecimientos de la realidad que observó detenidamente hasta su muerte en 2008.
Y ahora ha recuperado fuerza un artículo publicado en 1977 en el diario español ABC donde Clarke vaticinó varios aspectos de la vida cotidiana que ya son una realidad, como el teletrabajo. “Se acerca el día en que los empleados de oficina y los intelectuales harán su trabajo sin salir de sus viviendas”, anticipó 44 años atrás.
El autor de diversas obras de divulgación científica y de ciencia ficción consideraba que las comunicaciones instantáneas con cualquier parte del planeta y la automatización de la mayor parte del trabajo del hombre cambiarían significativamente la rutina cotidiana. “El hombre es un animal comunicativo: exige noticias, información, entretenimientos, casi tanto como comida. En realidad, como ser humano en funcionamiento, puede sobrevivir mucho más tiempo sin comida -¡y aún sin agua!- que sin información”, escribió Clarke en 1977.
“En la práctica es posible, pues, que se consiga cualquier avance fundamental en la capacidad de comunicación, y dicho avance se difundirá ampliamente, sin duda, tan pronto como pueda ponerse en práctica”, advirtió una década antes del nacimiento de Internet.
En ese artículo de 1977, Clarke remarcó que ya se utilizaban “los ingredientes básicos de los instrumentos ideales de comunicación”. La computadora con teclado, monitor, sonido de alta fidelidad y cámara ya era “casi” un hecho. “Con este instrumento podríamos tener una interacción cara a cara con cualquier persona de cualquier lugar de la Tierra y enviar o recibir cualquier tipo de información”, preveía.
Además, Clarke consideraba otras posibilidades. “¿Pero necesitamos realmente un teclado? Un sistema fiable de reconocimiento de la voz, capaz de reproducir el acento, las inadecuaciones y el ‘error humano’ es algo más complejo que un simple teclado alfanumérico”, señaló. Aunque también tuvo un desacierto: calculó que se tardaría casi un siglo en lograr esta maquina. “Aunque la mayoría de nosotros todavía marcaremos los números en el año 2001, no dudo de que antes de 2077 simplemente dirán al aparato: ‘Comunícame con tal persona’”, escribió.
Otro llamativo aspecto es que fue consciente de las infinitas posibilidades que ofrecían las computadoras como medios de información y entretenimiento. “En cualquier momento podremos solicitar los titulares de las noticias en la pantalla, y ampliar los que nos interesen para obtener un relato completo con diferentes niveles de profundidad. Por primera vez, será posible lograr un servicio informativo inmediato, selectivo y profundo”, estimó.
Y añadió: “El periódico electrónico, además de sus otros méritos, tendrá dos ventajas ecológicas. Guardará bosques enteros para la posteridad, y reducirá a la mitad el costo de recogida de desperdicios. Esto solo bastaría para justificarlo... y para pagarlo”.
Asimismo, Clarke advertía que podían aparecer “formas virulentas de adicción a las noticias”, que generarían “un tipo de personas incapaces de perderse nada de lo que esté pasando en alguna parte y que pasarán todas sus horas de vida adheridas a la computadora”. Incluso había pensado la palabra “informaníacos” para definir a estas personas.
También había soñado con acceder desde su casa a todos los libros y artes audiovisuales de la historia. “¿Qué impresión produciría tener todas las grandes bibliotecas del mundo en la punta de los dedos?”, imaginaba.
Respecto a la comunicación inmediata, también predijo que sería posible contactar con cualquier persona mediante un teléfono pequeño y liviano como un reloj pulsera. “Salvará cientos de miles de vidas cada año. Todos conocemos de tragedias -accidente automovilísticos, en carreteras solitarias, montañeros perdidos, naufragios, incluso situaciones de desamparo en el hogar- en las que un medio de comunicación hubiera significado la diferencia entre la vida y la muerte. Incluso bastaría un sistema de emergencia mediante el cual se pudiese enviar una señal de SOS. Se trata de una posibilidad del futuro inmediato; el único problema real es el de las falsas alarmas”, apuntó.
Por último, otro punto destacado del texto de 1977 es donde Clarke señaló que la electrónica podía multiplicar los profesores. Por aquellos días se había logrado en la India utilizar un satélite de la NASA para difundir programas educativos para miles de pueblos. En ese entonces aquel aparato en el espacio era el único capaz de transmitir señales que pudieran captar los televisores comunes. Clarke veía en esa experiencia la piedra fundacional de un sistema educativo global vía satélite, de muy bajo costo para el alumno. “Es difícil que haya mejores inversiones en la futura salud, felicidad y paz de la humanidad”, afirmó.
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