Una pareja gay adopta a un niño. Dos padres felices. Hasta que comienzan a ponerle un vestido y pintarle los labios al chico. Esto es lo que mostraba la publicidad difundida permanentemente por los canales de televisión cercanos al Kremlin a mediados del año pasado. En plena pandemia, Vladimir Putin había lanzado una reforma constitucional que básicamente terminaba con los derechos de la comunidad LGBT rusa y que traía por debajo lo que realmente el jerarca buscaba: otras dos reelecciones y la posibilidad de quedarse en el poder hasta 2036. Para conseguirlo apeló al tradicional machismo que aún impera desde la época soviética. El resto lo hicieron los grupos que lo apoyan con fruición en los medios de comunicación.
La enmienda constitucional fue aprobada en el referendum del 1 de julio de 2020 y Putin la firmó esta semana. La ley prohíbe formalmente cualquier tipo de matrimonio entre personas del mismo sexo en Rusia y bloquea cualquier legislación al respecto. También prohíbe las “adopciones transgénero” y establece que la “fe en Dios” será un valor central que regirá la vida del país. El matrimonio se define estrictamente como la unión “entre un hombre y una mujer”. En Moscú aseguran que estas fueron concesiones que hizo Putin a la cúpula de la Iglesia Ortodoxa Rusa y otras instituciones conservadoras a cambio de que dieran el apoyo a su permanencia en el poder. Con la reforma, el presidente podrá presentarse a dos reelecciones más, lo que implicaría continuar en el Kremlin otros 15 años. Además, Putin tiene inmunidad de por vida frente a cualquier proceso judicial, situando la legislación rusa por encima de las normas internacionales. El referéndum con estos conceptos fue aprobada por una supuesta mayoría del 78%, aunque los críticos aseguran que el proceso fue manipulado.
Hasta ahora, las leyes rusas indicaban que las personas podían cambiar su género legalmente siguiendo pasos que incluían una evaluación psiquiátrica y procedimientos médicos. La nueva ley aprobada establece que no se puede cambiar el sexo de una persona en su certificado de nacimiento, y que las personas trans que hayan cambiado sus certificados de nacimiento según la ley actual tendrán que volver a cambiarlos al sexo que se les asignó al nacer. “Esto es discriminatorio en sí mismo y viola flagrantemente el Convenio Europeo de Derechos Humanos (CEDH), del que Rusia es parte”, dijo la organización Human Rights Watch. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos lleva mucho tiempo dictaminando que la negativa de un gobierno a modificar el certificado de nacimiento de una persona que se ha sometido a una reasignación de sexo viola sus derechos a la intimidad y a la autonomía personal.
“Las enmiendas introducidas al código de familia son intencionadamente regresivas y perjudiciales”, aseguró Graeme Reid, director de derechos LGBT de Human Rights Watch. “Crear deliberadamente más barreras para el reconocimiento legal del género y los derechos de paternidad para las personas transgénero sólo margina aún más a una comunidad ya asediada”.
Esta campaña homofóbica y antifeminista tuvo también esta semana un capítulo en la Duma, el parlamento ruso. Destacadas legisladoras se sumaron a las críticas de los conservadores contra la cantante feminista de origen tayiko que representará a Rusia en el concurso de Eurovisión de este año. Califican la canción seleccionada de disparate y cuestionan el procedimiento por el que fue escogida. La cantante Manizha, de 29 años, interpretará “Russian Woman” en el tradicional certamen que se celebrará en mayo en la ciudad holandesa de Rotterdam. Su canción insta a las mujeres a empoderarse y apunta a la presión social que se ejerce sobre ellas para que se embellezcan, se casen o tengan hijos. Manizha es conocida por sus campañas contra la violencia doméstica y la promoción de los derechos LGBT. Valentina Matvienko, presidenta de la cámara alta del parlamento y estrecha aliada del Putin, presionó al Canal Uno de televisión para que anule el concurso y lo vuelva a realizar para elegir a otro cantante ruso en Eurovision. “Es un disparate. No podemos estar representados por esta mujer ni por esa canción. A los que no conozcan el texto de la canción, les recomiendo que se familiaricen con él. ... Es una especie de disparate. No entiendo en absoluto de qué trata”, dijo.
Matvienko no sabe de qué se trata, pero por las dudas se opone. También lo hizo otra legisladora oficialista, Elena Afanasyeva, quien aseguró que “la canción denigra a nuestras mujeres rusas de las regiones”. Y la Unión de Mujeres Ortodoxas de Rusia pidió públicamente que se prohíba la participación de Manizha en el concurso, alegando que su imagen escénica “es profundamente insultante y ofensiva para las mujeres rusas”, y que su actuación “equivale a incitar al odio interétnico”.
Todo esto, mientras un tribunal ruso inició el lunes el juicio de una activista feminista y artista acusada de difundir pornografía después de que compartiera en Internet obras de arte que mostraban la anatomía femenina. Yulia Tsvetkova, de 27 años, de la ciudad oriental de Komsomolsk-on-Amur, se enfrenta a hasta seis años de prisión por cargos supuestamente relacionados con su sitio en la popular red social VKontakte, donde se publicaron coloridos y estilizados dibujos de vaginas. El comienzo del proceso judicial se produce un año y medio después de que Tsvetkova fuera detenida por primera vez. La artista dirigía un teatro infantil y era una firme defensora del feminismo y de los derechos LGBT. Fundó un grupo online, llamado Monólogos de la Vagina -tomando el nombre de la obra de teatro de Eve Ensler que se representa desde 1996 en todo el mundo-, en el que animaba a sus seguidores a luchar contra el estigma y el tabú que rodea al cuerpo femenino, y en el que publicaba obras de arte de otras personas.
Amnistía Internacional calificó el caso, que se está juzgando a puerta cerrada, de “absurdo kafkiano” e instó a las autoridades rusas a retirar todos los cargos contra la activista, que “se limitaba a expresar sus opiniones a través del arte”. Tsvetkova fue detenida en noviembre de 2019 y pasó los siguientes cuatro meses bajo arresto domiciliario. Su casa fue allanada, así como el estudio de educación infantil de su madre. La activista fue multada dos veces por violar la ley rusa contra la difusión de “propaganda gay” a menores. El tribunal ordenó a Tsvetkova pagar una multa de 50.000 rublos (780 dólares) en diciembre de 2019 por dirigir un grupo online de temática LGBT, y 75.000 rublos (1.060 dólares) más en julio de 2020 por un sorteo en favor de las familias LGBT.
Este caso tuvo un apoyo importante en la sociedad y numerosas personalidades públicas se pronunciaron en su favor. Entre otras acciones, el sábado se inauguró en San Petersburgo una exposición de pinturas de Tsvetkova. “La bola de nieve de la censura ha empezado a molestar mucho a la comunidad artística, y hemos comprendido que si no defendemos a Yulia, si no la apoyamos, cualquier otra persona puede ser encarcelada por hacer arte”, comentó el artista Alexei Gorbushin, que organizó la muestra. La delegación de la Unión Europea en Rusia dijo en un tuit que “la persecución de Tsvetkova está relacionada con su posición pública como activista LGBT”.
Rusia tiene una larga historia de idas y vueltas con el tratamiento de la homosexualidad. En el siglo XVI con la consolidación del Principado de Moscú y el fin de la supremacía de los mongoles, los viajeros occidentales se sorprendían de que la homosexualidad era vivida abiertamente en Rusia en todas las clases sociales. Según el historiador Simon Karlinski, el período moscovita es probablemente “la era de mayor visibilidad y tolerancia para la homosexualidad masculina que el mundo había visto desde los tiempos de la antigua Grecia y Roma”. La imposición del cristianismo ortodoxo terminó con todo eso hasta que la homosexualidad fue descriminalizada por la revolución de 1917. En 1933, Stalin la volvió a convertir en delito. Sesenta años más tarde, en 1993 las leyes volvieron a ser modificadas para legalizar la homosexualidad hasta que Putin volvió a criminalizarla en 2013. La nueva reforma ahora firmada por su puño de hierro, termina con todos los derechos de la comunidad LGTB rusa.
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