El ISIS, el grupo terrorista islámico que fue derrotado hace dos años y perdió el califato que había levantado entre Siria e Irak, se reagrupó y pasó a la ofensiva en ambos países. Del lado sirio controla cinco enclaves, uno cerca de la ciudad bíblica de Hama y cuatro alrededor de las ruinas de Palmira. Desde que comenzó este 2021, de allí salieron comandos que realizaron 66 ataques contra los kurdos de las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF) que están respaldadas por Occidente. Dejaron 50 muertos y decenas de heridos, de acuerdo a la agencia local North Press. Y según un comunicado de los comandantes del SDF lanzado el martes pasado, cuando se cumplió el segundo aniversario de la caída de la ciudad de Raqqa, el último territorio controlado por el Estado Islámico, la situación “es hoy más peligrosa que antes porque (los comandos) no combaten en forma directa, sino que lo hacen con golpes rápidos y desaparecen en el desierto”.
El vasto desierto de Siria, que bordea la borrosa frontera iraquí, se convirtió en un refugio clave para los operativos del EI y un trampolín para los ataques, dijo la ONU. El grupo está “construyendo y conservando una estructura celular que le permite llevar a cabo ataques terroristas”, informó el mes pasado el general Kenneth McKenzie, jefe del Mando Central estadounidense que supervisa las tropas desplegadas en Afganistán, Irak y Siria.
También mantienen zonas “liberadas” del otro lado de la frontera, en Irak, donde fueron atacados duramente en los últimos días cuando los bombarderos de la coalición liderada por Estados Unidos llevaron a cabo una gran ofensiva contra el ISIS en el norte de ese país. Fueron 133 ataques aéreos durante 10 días contra un complejo de cuevas que servía de refugio para los terroristas. La ofensiva, en apoyo de las fuerzas terrestres iraquíes, destruyó 61 escondites, 24 cuevas y eliminó “un número no determinado de terroristas”, informó el coronel Wayne Marotto, portavoz de la Fuerza de Tarea Conjunta Combinada.
En octubre de 2019, un ataque con drones estadounidense en Siria mató al líder del ISIS, Abu Bakr al-Baghdadi, y a varios otros comandantes. Enseguida tomó el mando Mohammed Said Abd al-Rahman al-Mawlaque que es quien ordenó a los combatientes a refugiarse en cuevas, la misma técnica que utilizó en su momento la red terrorista Al Qaeda en Afganistán.
“La caída del último territorio del ISIS en el noreste de Siria no significó una derrota completa”, aclaró el SDF. “Están en el desierto y tienen una gran disciplina para sobrevivir y lanzar ataques esporádicos”, advirtió. A pesar de esto, el martes las autoridades kurdas, los líderes tribales locales y los miembros de la coalición liderada por Estados Unidos que expulsaron al ISIS de su bastión sirio celebraron el aniversario de la derrota del EI en 2019 con un desfile militar en el campo petrolífero de Al-Omar, protegido por Estados Unidos, en la provincia oriental de Deir Ezzor.
Los presentes izaron pancartas de las Fuerzas de Autodefensa para conmemorar el aniversario, junto con carteles con las fotos de los combatientes muertos durante los años de batalla contra los yihadistas. Los combatientes, en traje de fajina, marcharon en lo que representó una demostración de fuerza. Los combatientes kurdos se unieron a las fuerzas árabes iraquíes para formar la alianza de las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), respaldada por Estados Unidos, en 2015. Fueron los que lideraron la ofensiva contra el ISIS y en 2017 expulsaron a los combatientes de Raqqa, la capital del califato.
La derrota del EI en la aldea ribereña oriental de Baghouz marcó el fin del “califato” transfronterizo declarado en franjas de Irak y Siria. Pero dos años después, el Estado Islámico (EI) ha demostrado que no necesita dominar un territorio muy grande para representar una potente amenaza, y los yihadistas llevan a cabo ataques y emboscadas con regularidad, incluyendo la colocación de bombas en las carreteras y el ametrallamiento de vehículos. Al mismo tiempo están reclutando nuevos combatientes entre las decenas de miles de parientes del ISIS detenidos en campos de desplazados. ISIS mantiene a unos 10.000 combatientes activos tanto en Siria como en Irak, aunque la mayoría se encuentra en Irak, según un último informe de Naciones Unidas.
También están las decenas de miles de yihadistas en las cárceles kurdas y sus presuntos parientes retenidos en los campos de desplazados se han convertido en un polvorín extremista. Se cree que desde esos campos también se están realizando ataques. Los kurdos de Siria retienen a casi 43.000 extranjeros con vínculos con el grupo yihadista en cárceles y campos de desplazados informales, de acuerdo a un análisis de Human Rights Watch. Entre ellos se encuentran 27.500 niños, de los cuales al menos 300 están en prisiones miserables, mientras que el resto permanece en centros de rehabilitación o en campamentos cerrados.
Las SDF kurdas reiteraron su llamamiento a los países para que impulsen las repatriaciones y establezcan tribunales internacionales para procesar a los detenidos acusados de ser yihadistas. El mayor de los campamentos donde se encuentran algunos combatientes prominentes del ISIS, es el de Al Hol, en el desierto sirio. Allí se encuentran 62.000 personas, en su mayoría mujeres y niños, entre ellos sirios, iraquíes y miles de europeos y asiáticos acusados de tener vínculos familiares con los combatientes. En el informe publicado el mes pasado, la ONU dijo que había documentado casos de “radicalización, recaudación de fondos, entrenamiento e incitación a operaciones externas” en Al-Hol. También advirtió del destino de unos 7.000 niños que viven en un anexo especial designado para familiares extranjeros. Y allí es donde entrenan a “los cachorros”, los que pronto serán nuevos combatientes en las filas yihadistas.
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