El 8 de agosto de 1992 fue un día de fiesta para muchos en la República del Congo. Por primera vez en la historia nacional, se realizaron elecciones libres y competitivas. Un horizonte democrático parecía posible en un país acostumbrado al autoritarismo y a la violencia política.
El que no estaba contento era Denis Sassou Nguesso (DSN), que desde 1979 presidía el gobierno del Partido Congoleño del Trabajo (PCT), que no había permitido ninguna clase de competencia electoral. La caída de la Unión Soviética, a la que estaba alineado, fue un golpe que el régimen no pudo superar.
La oposición forzó una apertura política que en 1991 se plasmó en la creación de la Conferencia Nacional, que le quitó gran parte de sus atribuciones. Ya sin el control fáctico del aparato estatal, DSN vivió los comicios de 1992 como una afrenta: salió tercero, con apenas 16,7% de los votos.
El Presidente trató de conservar algo de influencia pactando con Pascal Lissouba, que había salido primero, con 36 por ciento. Le dio su apoyo en la segunda vuelta a cambio de cargos en su futuro gobierno, pero Lissouba lo traicionó. Tras vencer a Bernard Kolélas por 61% a 38% en el ballotage, el flamante mandatario se olvidó de lo acordado y trató de borrar cualquier rastro de su antecesor.
La era de Denis Sassou Nguesso, un ex paracaidista de elite que llegó al poder escalando posiciones en las Fuerzas Armadas, parecía haber llegado a su fin. No obstante, cinco años después, DSN volvió a ser proclamado presidente. No a través de elecciones, sino luego de ganar una guerra civil de la mano de las “Cobras”, su milicia privada.
“Nguesso aceptó los resultados de las elecciones de 1992 debido a las presiones de Francia y de la opinión pública del Congo. Lissouba le había prometido una serie de puestos en el gabinete, pero pronto se enemistaron y desde 1993 Nguesso empezó a trabajar activamente contra el régimen. Con la ayuda de tropas angoleñas y de las Cobras, se abrió camino hasta el poder en 1997, en una pequeña y muy desagradable guerra civil. Desde entonces, no ha cometido el mismo error de suponer que podría sobrevivir a unas elecciones remotamente libres y justas. Tolera una oposición política mientras siga siendo ineficaz y esté acobardada por la represión y el acoso. Dudo mucho que vuelva a dejar el poder a través de las urnas”, explicó a Infobae Nicolas van de Walle, profesor del Departamento de Gobierno de la Universidad Cornell, especializado en política africana.
DSN volvió perfeccionado en 1997. Consciente de que no podía volver a imponer un régimen de partido único como había hecho antes, pero de que tampoco podía arriesgarse a disputar elecciones libres, creó un sistema de comicios amañados, en los que él decide quiénes son sus rivales y cómo se cuentan los votos. Eso le permitió ser reelecto sin dificultades en 2002, 2009 y 2016.
La ceremonia se repite este domingo. DSN, que tiene 77 años y suma 36 como presidente entre sus dos etapas, obtendrá el aval para un nuevo mandato de cinco años, con el que aspira a superar las cuatro décadas de dominio sobre la política congoleña.
Un dictador que se fue y volvió mejorado
Congo es un país del centro de África que limita al oeste con Gabón y al este con la República Democrática del Congo (RDC), con la que comparte el río homónimo, del que ambos tomaron el nombre. Su capital es Brazzaville, razón por la que a veces se habla de Congo-Brazzaville para diferenciarlo de su vecina, cuya capital es Kinshasa.
A diferencia de la RDC, que fue colonia de Bélgica, Congo fue conquistado por Francia a finales del siglo XIX. Es un país mucho más chico, de 5,2 millones de habitantes —en la RDC son 84 millones—, pero es relativamente más rico: su PIB per capita es de USD 2.160, frente a USD 423 del otro Congo. Es una consecuencia de su riqueza natural: además de tener uno de los mayores bosques nativos del planeta, tiene petróleo.
Congo es una nación pluriétnica: el 40% son kongo —también llamados bakongo—, el 17% son teke, el 13% son mbochi, y el resto pertenece a otros grupos. Pero la religión dominante es el cristianismo.
Como en muchos otros países africanos, la independencia, que se concretó en 1960, llegó antes que la consolidación de una esfera política civil, lo que dejó al país a merced de las Fuerzas Armadas. El primer golpe se produjo en 1963 y los militares designaron como presidente a Alphonse Massamba-Débat, que inició el giro del Congo hacia el socialismo.
Cinco años más tarde, fue depuesto por una facción de las fuerzas liderada por Marien Ngouabi, creador del primer batallón de paracaidistas del Congo. Con Ngouabi, el país aceleró su giro hacia el este. Se fundó el PCT y la nación fue rebautizada como República Popular del Congo.
En ese período comenzó el ascenso de DSN hacia la cúspide del poder congoleño. Nacido en una familia de la etnia mbochi, en el norte del Congo, Nguesso inició su carrera militar antes de la independencia. Tras recibir entrenamiento en Francia y en Argelia, se integró al batallón de paracaidistas de Ngouabi, y lo acompañó en el golpe de 1968.
Cuando en marzo de 1977 el Presidente fue asesinado en circunstancias no esclarecidas del todo, aunque se acusó por el magnicidio a Massamba-Débat, DSN era una de las máximas autoridades políticas y militares del país. Si bien quien asumió en lugar de Ngouabi fue Joachim Yhombi-Opango, él fue designado vicepresidente y era cada vez más claro que en algún momento le iba a tocar. Sucedió en febrero de 1979, cuando consiguió el respaldo suficiente para desplazar a Yhombi-Opango y asumir como presidente de la República Popular.
En sus primeros años de gobierno fue muy hábil para aplastar cualquier forma de disidencia y acumular recursos que le permitieron tener un amplio dominio sobre la política nacional. Si bien mantuvo siempre buenas relaciones con Francia, su estrategia central fue estrechar lazos con la URSS, algo que resultó clave para sus objetivos en un primer momento, pero que terminaría siendo su perdición. En 1991, cuando era ya el líder con más tiempo en el poder en la historia libre del país, la caída del bloque soviético y el avance de una ola democrática que parecía imparable lo forzaron a abrir el juego político a otros actores.
Trató de liderar la transición hacia una economía de mercado y una política algo más plural, pero el proceso terminó pasándolo por encima. Muchos de los líderes que estaban a la sombre de él aprovecharon para pasar a los primeros planos. Así se formó la Conferencia Nacional que rápidamente quedó bajo control opositor y que lo despojó de sus principales atribuciones. El Congo dejó de ser la República Popular y las elecciones de agosto de 1992 decretaron su salida del poder.
Pero una muy acelerada transformación política y económica, sumada al vacío que había dejado la ida de quien había sido el hombre fuerte del país durante 13 años, hundieron al Congo en el caos. Pascal Lissouba intentó una serie de reformas para modernizar la economía que resultaron traumáticas y se volvió muy impopular demasiado rápido.
Por otro lado, Bernard Kolélas nunca aceptó su derrota en el ballotage de 1992 y denunció fraude. Al año siguiente, en medio de la inestabilidad política y del malestar popular, formó una milicia, los “Ninjas”, y alentó una serie de revueltas que terminaron en la primera guerra civil de la década, en la que cerca de 1.500 personas murieron. Lissouba, que no confiaba en la lealtad de los militares, porque muchos de los oficiales eran mbochi como DSN, formó su propio Ejército, los “Cocoyes”, lo que le permitió resistir, pero debilitado.
DSN, que en 1994 se había ido a un lujoso exilio en París, decidió regresar al Congo en 1997 para participar de las elecciones presidenciales. Veía que Lissouba estaba vulnerable y que podía derrotarlo si conseguía el respaldo de muchos de sus viejos aliados en las Fuerzas Armadas. Con algunos de ellos formó las Cobras. Es que cuando el monopolio de la fuerza no está en manos del Estado como institución, sino que está en disputa entre distintas facciones, cualquiera que aspire a gobernar sabe que tiene que tener su propia milicia. Al menos para evitar que la del bando rival lo saque del juego.
“Cuando Nguesso regresó al país unos meses antes de las elecciones que debían celebrarse en 1997, también creó su propio ejército, las Cobras, compuesta en gran parte por antiguos compañeros de armas. Lissouba le dijo que tenía que desarmarse, pero DSN no quiso, así que envió a sus tropas a atacar sus instalaciones. Esto condujo a una guerra civil que Nguesso ganó con el apoyo de las fuerzas angoleñas, y probablemente con la bendición de los franceses, que no veían con buenos ojos que Lissouba firmara contratos petroleros con los estadounidenses”, dijo a Infobae Pierre Englebert, profesor de Relaciones Internacionales en el Pomona College e investigador del Centro de África del Atlantic Council.
El 25 de octubre de 1997, tras cuatro meses de combates en los que murieron al menos 4.000 personas, y luego de haber tomado el control de gran parte del país, Nguesso se declaró presidente. Al año siguiente, los Cocoyes de Lissouba y los Ninjas de Kolélas se unieron para tratar de derrocar a DSN en la tercera guerra civil de la década. El conflicto culminó —sólo parcialmente— en 1999, con la firma de un acuerdo de paz entre los principales actores.
John F. Clark, profesor del Departamento de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Internacional de Florida, enumeró algunos de los factores por los que DSN ganó la guerra civil. “Primero, cuando dejó el poder, su antigua guardia presidencial se fue con él y se convirtió en su milicia privada. Estaban bien armados y entrenados. Además, los miembros de su grupo étnico eran bastante prominentes en el Ejército, así que cuando la guerra comenzó desertaron y se le unieron. Segundo, DSN robó muchos cientos de millones de dólares durante su primera etapa en el poder, y estos fondos le ayudaron a influir en los políticos locales, a seguir pagando a sus soldados y a proporcionarles armas. Tercero, tanto el estado como las empresas francesas apoyaron a DSN. Cuarto, Lissouba no tenía experiencia militar, fue muy ineficaz en la guerra y era muy impopular, sobre todo porque los precios del petróleo estaban bajos en ese momento”, dijo Clark en diálogo con Infobae.
Elecciones bajo las reglas de DSN
Difícilmente DSN podría haber afianzado un control tan férreo sobre la política congoleña sin dominar también la economía. Al ser un país que depende casi exclusivamente del petróleo, que representa el 85% de sus exportaciones y el 80% de su presupuesto, quien maneja esa industria probablemente conduzca el país.
“El petróleo es el elemento número uno —dijo Englebert—. El Congo es una economía de un solo commodity y el Estado controla totalmente su renta. Nguesso y su familia, a su vez, controlan al Estado y a las agencias petroleras. DSN coopta a algunos políticos con este sistema, dándoles puestos de trabajo y oportunidades para enriquecerse hasta cierto punto. También reprime, envía a los opositores a la cárcel y no duda en utilizar la violencia. Pero malgastó ampliamente los ingresos de las exportaciones y ha estado vendiendo contratos futuros durante mucho tiempo. Como resultado, el país está muy endeudado”.
Hay indicios claros de que él mismo se queda con una porción del negocio. Sin ese dinero, nunca habría podido financiar a las Cobras. De hecho, hay investigaciones en Francia y en Estados Unidos contra miembros de su familia que son acusados de haber desviado millones de dólares de la Sociedad Nacional de Petróleo del Congo y de haber tratado de blanquearlos a través de paraísos fiscales.
“La familia de DSN gobierna el Congo como una mafia dirige una empresa criminal —dijo Clark—. Sus hijos y otros parientes ocupan puestos importantes en el gobierno. Goza de la firme lealtad de los mbochi y utiliza el dinero para comprar a las principales figuras de la oposición. Es experto en fabricar resultados electorales falsos. No teme recurrir a la represión de la disidencia, incluida la detención y a veces la tortura, para silenciar a sus críticos. Conoce y utiliza con maestría todas las herramientas del manual autoritario”.
Tras derrotar militarmente a sus rivales, Nguesso emprendió la difícil tarea de darle un marco más estable, y más civil, a su régimen. Para eso impulsó una reforma constitucional que diseño un orden a su medida y que convocó a las primeras elecciones presidenciales en diez años, en marzo de 2002.
Habilitó la participación de otros candidatos, por supuesto. Pero sólo los elegidos por él. Ni Lissouba ni Kolelas fueron habilitados y los comicios lo ratificaron como presidente con cerca del 90% de los votos. Al menos eso es lo que informó la Comisión Electoral formada por sus asistentes, sin ninguna supervisión externa al gobierno.
La nueva Constitución extendió a siete años el mandato presidencial, para evitarle a DSN la molestia de tener que organizar elecciones tan seguido. A fin de cuentas, todos ya saben cuál va a ser el resultado, así que la decisión fue casi razonable.
En 2009 consiguió una nueva reelección, en esa ocasión, con el 78% de los votos. El problema con el que se encontró entonces es que la ley suprema de 2002 estableció un límite de 70 años y de dos mandatos consecutivos para los presidentes. Ambos requisitos lo iban a dejar fuera de carrera en los comicios de 2016, así que en 2015 impulsó otra reforma constitucional, que eliminó esas restricciones innecesarias. Además, le ofreció un caramelo de madera a la oposición: acortó a cinco años el período presidencial.
La reforma desató movilizaciones en distintos puntos del país, que amenazaron con sumergir al Congo en una nueva guerra civil. Pero las fuerzas de DSN lograron contener el conflicto tras varios meses de tensión extrema. La reelección de 2016 fue por un margen menor: apenas 60 por ciento.
“Hubo protestas generalizadas antes del referéndum constitucional de octubre de 2015, que le permitió a Nguesso presentarse a las elecciones de marzo de 2016 y le otorgó de hecho tres mandatos presidenciales más”, dijo a Infobae Brett L. Carter, codirector del Laboratorio de Política no Democrática de la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad del Sur de California. “Está preparado para gobernar al menos hasta 2031, cuando tenga casi 90 años, a menos que delegue antes el poder en su hijo, Denis Christel. Nguesso respondió a las manifestaciones con una represión masiva, que incluyó una brutal campaña militar en la región de Pool. Además, hizo condenar a 20 años de trabajos forzados a sus dos principales rivales en los comicios, el general Jean-Marie Michel Mokoko, ícono de la transición democrática de los 90, y André Okombi Salissa, antiguo ministro suyo”.
Ese es el trasfondo de las elecciones de este domingo, en las que DSN obtendrá su tercera reelección consecutiva, que lo habilitará a gobernar al menos hasta 2026. Si llega, alcanzará el hito de haber sido presidente durante 41 de los 66 años de historia del Congo como país independiente. Siempre que no haya otro estallido de violencia que dé vuelta al país y que, esta vez sí, termine con él derrotado.
“Estas pueden ser las elecciones menos competitivas desde que Nguesso recuperó el poder en 1997 —continuó Carter—. No se enfrenta a ninguna oposición real. Mi predicción es que obtendrá entre el 75% y el 80% de los votos y, a pesar de las afirmaciones oficiales, la participación real será muy inferior al 10 por ciento. El historial de Nguesso en materia de violaciones de los derechos humanos y su grosero desmanejo de la economía son una afrenta a la humanidad. Él, su familia y sus colaboradores deberían ser objeto de amplias sanciones económicas”.
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